Disfraces


Para qué tanto disfraz de confección cuando tenemos cientos de políticos

A mí, esto de los disfraces, la noche de Halloween y los sustos a medianoche, pues como que no es lo mío.

No ya porque huyo de las películas miedo desde que de pequeño el mamonazo de mi tío me hiciera ver El exorcista, y luego volviera a caer en la trampa con Demian, que todavía me acuerdo de la cara del pobre Gregory Peck cuando se percata del asunto.

Y además, para qué tanto disfraz de confección cuando tenemos cientos de políticos que, diariamente y sin ser fiesta, juegan al truco o trato con absoluta desvergüenza.

Qué otra cosa podemos pensar de ese Freddy Krueger de nuestra política, aquel que ni en sueños quería pactar con podemos, y que precisamente la onírica de sus manejos se cargó sin piedad al coprotagonista con coleta. Hasta tal punto llegó la pesadilla en Moncloa street, que se acabó cortando el pelo, yo creo que por no volver a mostrar la imagen que fue objeto de la sed sangrienta del asesino monclovita.

Truco o trato con la oposición, que ha llevado a escribir una de las páginas más lamentables de la justicia en España. Y me explico, que así se me exigirá en ciertos foros. Si el presidente del Consejo General del Poder Judicial debe ser el del Supremo, pues éste y no otro. Por mucho truco o por mucho trato de por medio, la ley es la ley y está para cumplirla.

Y menos mal que el gallego, también disfrazado al albur de las presiones de Ayuso o del buenismo de González Pons, ha reculado a tiempo y no sin perder credibilidad a izquierda y derecha, cuestión ésta que a mí personalmente me agrada, pues acredita su carácter centrista, que es el disfraz que más gusta.

Y con las elecciones locales a la vuelta de la esquina, el PP se disfraza de Moreno Bonilla, el PSOE de pajarita, e IU bien podría hacerlo de PCE, porque de perro flauta de Gucci como que no pega.

Pero eso sí, nadie se disfraza de sí mismo, todo debe ser apariencia de lo contrario, en esta corrección política al uso que genera más confusión que claridad, como si la mentira fuera el único medio de convencer al ciudadano, o al menos de confundirlo lo necesario para que vote con la bragueta antes que con la cabeza.

Parece que ser uno mismo, con los problemas normales de cualquier familia, está mal visto.

¿Que suben las hipotecas? Pues se expropian los bancos. ¿Que lo hace la luz o el gas? Pues nacionalizamos las eléctricas. ¿Que sube la gasolina? Sin problema, subvencionamos el litro de combustible. ¿Que hay fracaso escolar? Aprobamos con suspensos. Total, que más da si el nivel de estudios de nuestros políticos ( no todos, que conste, pero sí los que más chillan), entre tesis copiadas y títulos regalados, apenas alcanza el bachiller. ¿Que no llegamos a fin de mes? Pues se suben los impuestos a quienes los pagan (que de los que no lo hacen hay unos pocos), y cuando dejen de trabajar porque les traiga más beneficio, el gobierno (este gobierno) habrá encontrado el caldo perfecto para añadir el arroz bolivariano que tanto ansía el líder supremo.

E insisto, que nadie en política se muestre tal y como es me produce sonrojo, vergüenza y una desazón peligrosa, pues me llevaría a no creer (como le sucede a la mayoría de nuestros hijos) en todos aquellos valores que forjaron mi juventud y que hicieron de mí, al margen de mis pecados, o al menos así me lo sigo exigiendo día a día,  un hombre crítico y tolerante y un demócrata convencido.

A veces pienso que aquel Jesús de Nazaret que iluminaba miles de pósters con la leyenda “Se busca” no es que haya sido detenido, que lo fue, no es que haya sido torturado y ejecutado, que lo fue, no es que haya resucitado, que también. Es que su mensaje de liberación, de sinceridad y verdad, de comprensión y amor, ha desaparecido de la política y de la vida pública bajo el disfraz de la más absoluta indiferencia e indecencia.

Sólo la verdad nos hace libres, para bien o para mal, pues no cuestiono sus resultados en el margen de independencia que cada uno tiene para aplicarlos. Pero los disfraces, como las sombras del mito de la caverna, sólo trasladan una imagen falsa o al menos distorsionada de lo real, y desde luego ajena a nuestro día a día, ese en el que, por mucha apariencia que ostentemos, seguiremos siendo lo que somos.

PDA: Bajo tus alas protégenos, San Rafael.