Antífonas de la O: “O Clavis David”


En este cuarto día contemplamos a María y José que caminan hacia Belén portando la llave de nuestra salvación, por ello, hoy cantamos “O Clavis David"

Esta antífona esta tomada del profeta Isaías y dice así “Pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; abrirá, y nadie cerrará, cerrará, y nadie abrirá (Is 22, 22).

David fue el segundo rey de Israel y depositario de la promesa mesiánica. En la vida de David hubo oscuridad y muerte, fue perseguido y también él sucumbió ante el pecado. No obstante, en las tinieblas de su existencia siempre buscó a Dios, sabía que el Señor era la llave para su salvación.

Más tarde, en el siglo VIII a.C., un descendiente del rey David, Ezequías, se afanó en desterrar todo signo de idolatría y politeísmo que se había instalado en el pueblo de Israel. Él limpió y purificó el templo. Entregó la autoridad a Eliakim con estas palabras: “Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; él abrirá, y nadie cerrará; él cerrará, y nadie abrirá”.

En el Nuevo Testamento encontramos otras dos referencias a la “Llave de David”, en primer lugar a Jesús que le dice a Pedro “A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16,19) y en el libro del Apocalipsis podemos ver “Al ángel de la iglesia de Filadelfia escribe: Esto dice el Santo, el Veraz, el que tiene la llave de David: si él abre, nadie puede cerrar; si él cierra, nadie puede abrir.  Conozco tu conducta: mira que he abierto ante ti una puerta que nadie puede cerrar, porque, aunque tienes poco poder, has guardado mi palabra y no has renegado de mi nombre” (Ap 3, 7-8).

 Como el Rey David, también nosotros libramos un continuo combate interior para evitar quedar atrapados en el error y las tinieblas que ensombrecen el alma y nos esclavizan; nuestro mundo también se ha alejado de Dios construyéndose dioses a la medida que extirpan a la humanidad su dignidad y su belleza primigenia. Por ello, necesitamos al Salvador que viene con las llaves que nos abre la puerta a una vida nueva, a una vida de esperanza y alegría sin fin, a una vida de plenitud con aroma a eternidad.

Por ello, acompañemos a María y José camino de Belén cantando y orando:

¡Oh, Llave de David

y Cetro de la casa de Israel,

que abres y nadie puede cerrar,

cierras y nadie puede abrir,

ven y libra a los cautivos

que viven en tinieblas

y en sombras de muerte!