Aquellos ladrillos…


Con el documento en la mano, enseguida nos planteamos ¿Dónde se encontraba tal cantidad de ladrillos?

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Pórtico norte del Patio de los Naranjos. /Foto: LVC
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Pórtico norte del Patio de los Naranjos. /Foto: LVC

Manuel Estévez.- En el año 2012 buscando unos documentos llegó a mis manos un documento del Archivo de la Catedral que encontramos en el Cajón I, documento nº 457, cuadernillo 2º, del importante Catálogo de Diego Ramírez de Jerez. En realidad eran dos pergaminos, referentes a la factura de adquisición por parte del Cabildo de una cantidad de unos 30.000 ladrillos grandes, El término de «ladrillos grandes» era una expresión muy normal en la Edad Media, que hablaba, de que existían distintos tamaños de este elemento de construcción, según las zonas o lugares que se solían emplear para la construcción. Como los dos documentos vienen a expresar prácticamente lo mismo, transcribo uno de ellos fechado el 17 de diciembre de 1497.

DOCUMENTO QUE SE CITA:

«1497, diciembre, 17. Córdoba.

El dicho Fernando López, obrero en la iglesia de Córdoba, conoció haber recibido de Cristóbal y de Diego de Jarava, tejeros, vecinos de Santiago, treinta y dos mil y seiscientos y cincuenta ladrillos grandes según eran obligados al dicho obrero a precio de novecientos y sesenta y seis maravedíes el millar, y ellos reconocieron haber recibido del dicho señor obrero todos los maravedíes que montaron los dichos ladrillos al dicho precio y dieron por ninguna la obligación cuanto a esto recibidos los ladrillos y dineros y quedaron libres cada una parte y lo cual se entiende cuanto a los ladrillos recibidos y dineros pagados al dicho precio hasta ahora, y si más ladrillo hubiere menester el dicho obrero serían al dicho precio, que ellos quedan obligados a se lo dar y la obligación en su vigor y fuerza si más hubieren menester.

Testigos, Alonso Jiménez, vecino en Santa María en el corral de Cárdenas y Juan de González y Bartolomé González, carpinteros, vecinos de San Pedro.

Archivo Catedral de Córdoba Cajón I, nº 457, 2 fol. 15 r.»

Así que este documento hablaba de la entrega y factura de nada menos que 32.650 ladrillos, de tamaño «grande» como se expresaba en la Edad Media. y con el documento en la mano, enseguida nos planteamos ¿Dónde se encontraba tal cantidad de ladrillos? Dada su magnitud no era cosa fácil de pasar desapercibida en cualquier obra de la Catedral.

Después de buscar infructuosamente su acomodo por las estructuras interiores de la Catedral, el propio Palacio Episcopal, sólo nos quedaba por investigar el Patio de los Naranjos.

Guiados quizás por una intuición, le dijimos al encargado de mantenimiento, Miguel, que nos descubriera el enlucido de varias zonas de los pórticos que rodean el Patio, y cual fue nuestra satisfacción al poder comprobar que dichos arcos estaban macizados en doble citara con ladrillos grandes de 320 x 160 x 40 milímetros. Pedimos ayuda al arquitecto don Carlos Lucas de Tena, que después de comprobar los ladrillos, nos envío a su delineante para que nos pintara los arcos en modo «transparente», para plasmar sobre plano la disposición de unos ladrillos con esas mismas dimensiones a lo largo de todo el Patio.

Haciendo los cálculos volumétricos de todos los arcos y paramentos, se pudo obtener el número de ladrillos necesario para el «macizado» de todos los arcos: que fue aproximadamente un número 28.972 ladrillos. Dado que los ladrillos estaban dispuestos en «citara doble», es comprensible que a la hora de «cortar» para acoplar los ladrillos que fueran de «remate» se debiera de gastar también un buen número por rotura. Aparte de las lógicas mermas que hay en cualquier obra. Todo coincidía en orden de magnitud con las cifras de la traspapelada factura. Allí estaban los ladrillos y también estaba allí la obra a la que se refería.

Además, y como curiosidad, en la zona porticada que hay junto al «postigo de la leche» (primera puerta de acceso al Patio de los Naranjos, entrando por la zona norte calle Torrijos), figuraba el escudo del Obispo Martín Fernández de Angulo. Lo que nos indica, con casi total seguridad, que la obra de los pórticos terminó durante su mandato (1510-1516), ya que el escudo de los prelados solía utilizarse a modo de firma.

El postigo de la Leche

Por cierto que el nombre de «Postigo de la Leche» que tiene la citada puerta que hemos citado, viene de un hecho que ocurrió durante la famosa batalla del «Campo de la Verdad», (1367), en que el caballero adelantado de la frontera don Alonso Fernández de Córdoba señor de Montemayor, fue encomendado por el pueblo de Córdoba para dirigir la batalla contra don Pedro I el «Cruel» y sus aliados árabes que venían a sembrar venganza en Córdoba. Pero como pasa con todos los líderes, este don Alonso, tenía sus adversarios y enemigos, los cuales hicieron propagar por Córdoba que este hombre iba a traicionar a los cordobeses entregando la ciudad al rey don Pedro I «El Cruel», y enterada de todo ello su madre doña Aldonza López de Haro, salió al encuentro de su propio hijo junto a la citada puerta del Patio de los Naranjos, y dirigiéndose a él le dijo: «Por la leche que mamaste de mis pechos, no sea traidor y entregues la ciudad», a lo que el hijo le contestó a la madre: «Señora, al Campo vamos y allí se verá la Verdad». Don Alonso, incluso destruyó dos ojos del Puente Romano, para evitar que nadie se pudiera echar para atrás en aquella tremenda y sangrienta refriega.

No obstante existen otras versiones de que el nombre de «Postigo de la Leche» viene porque allí las madres que eran lactantes solían refugiarse cuando el mal tiempo, a la espera de ser contratadas para poder dar el pecho a los niños acogidos en la incipiente casa cuna que fundara el Cabido de la Catedral.

Aquella batalla se ganó para los cordobeses que lucharon a favor del rey don Enrique II, y don Alonso tuvo un comportamiento muy digno, y supo comandar con eficacia y valor a los cordobeses, y especialmente a los piconeros de San Lorenzo que lucharon con gran entrega en aquella batalla.

El rey moro de Granada que mandó sus tropas en ayuda de don Pedro I, al enterarse de aquella terrible derrota, cosa que ocurrió cuando estaba en su campamento ubicado al final del «Polígono de la Torrecilla», la cena que estaba comiendo se le atragantó como una «amarga cena». y de ahí es de donde viene posiblemente el nombre de «Polígono Amargacena».