Aquella taberna ‘La Cosaria’


Esta mujer debió de ser resuelta y apasionante, pues con toda seguridad nace de una familia posiblemente bien situada

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Desaparecida taberna de 'La Cosaria'. /Foto: LVC
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Lápida de la Cosaria en el cementerio de San Rafael. /Foto: LVC

Rosario Cívico Villegas, (1842-1901), es la singular y simpática tabernera de la taberna «La Cosaria» de la calle Mayor de Santa Marina, que falleció el 23 de abril de 1901 y está enterrada en el primer patio del Cementerio de San Rafael. Como documento citamos la lápida de su bovedilla en la galería techada que se encuentra detrás del panteón que el Ayuntamiento de Córdoba dedicó al torero «Calerito». 

Esta mujer que se casó a los 19 años con Francisco Muñoz Moreno el día 26 de diciembre de 1861. A los 6 años de casada se quedará viuda, por lo que no tiene más remedio que ponerse a trabajar en la taberna que había prácticamente enfrente de su casa, en la misma calle Mayor de Santa Marina y haciendo esquina con la calle Cepas. 

En 1869 la taberna era regentada por Antonio Lubían y su esposa Dolores Jiménez, ambos de 50 años. La juventud de Rosario y su posible belleza hace que la gente afluya a la citada taberna, por lo que recibe el nombre de «La Cosaria». Al poco tiempo esta taberna es adquirida por Antonio Díaz Vega, que según parece es el primero que queda prendado de su tabernera, terminando por casarse con ella a primeros de enero de 1881. Con toda seguridad a esta boda debieron asistir muchos clientes de la taberna y hasta posiblemente el torero Rafael Molina Sánchez «Lagartijo» que era un cliente asiduo a esta taberna cuando no estaba de temporada.

Rosario Cívico Villegas, «La Cosaria», debió contraer un padecimiento serio del corazón pues en el 30 de mayo de 1900, ya hace testamento ante el notario don Pedro Aguilar y Pérez, con sólo 57 años. Y es que aparte del linaje por parte de su padre, José María Cívico, su madre, María Villegas, era hija de Bartolomé Villegas que era labrador en la Huerta el Risco de la zona de «El Brillante» en donde vivían, y eso marcaba diferencias. 

Con 58 años falleció el 23 de abril de 1901 y según el parte médico de una afección al corazón. No cabe duda que el nombre de «Cosaria», se debe a que era una taberna «Muy concurrida»,  de ella hablaban los piconeros de Santa Marina y de San Lorenzo y el propio «Lagartijo» y sin duda algo debió tener la juventud y posible belleza de aquella viuda tabernera.  

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Rosario Cívico ‘La Cosaria’. /Foto: LVC

Esta mujer debió de ser resuelta y apasionante, pues con toda seguridad nace de una familia posiblemente bien situada y que toda su vida se desarrolla en la feligresía de San Miguel y San Nicolás de la Villa, además se puede comprobar de que su padre José María Cívico Díaz, o era dueño de la Huerta el Risco o la debía tener arrendada, por lo que aparece en los documentos como «hortelano» y también como «labrador». Y aquello ya en aquellos tiempos de 1860, ya era un síntoma importante de ciertas posibilidades y de bienestar. Ella, no obstante, nace en la Calle Carreteras, en el callejón que se llamó Huerto de San Pablo, hoy comunicado con el Jardín del Orive.

Llama la atención lo escueto de su lápida, que está coronada por la frase «Propiedad Perpetua», y sólo cita su nombre de forma muy solemne, además de la fecha de fallecimiento. No hay ninguna mención que haga referencia, ni a su segundo esposo, ni incluso a su hija Felisa Muñoz Cívico que cuando muere la madre ella debía de tener 37 años. Posiblemente fuera la forma de epitafios que se estilaban por aquellos tiempos. No obstante por la forma incluso de la lápida se nos antoja a Rosario Cívico, cómo una mujer algo especial, y algo enigmática.   

Después de la muerte de Rosario Cívico Villegas, su marido Antonio Díaz Vega continúa unos años con la taberna, a la que se viene a vivir con él su hermana unos años mayor. Pero definitivamente la taberna se ve que la alquila en el 1910, a un matrimonio joven formado por Baldomero Gallego Alhama y Socorro Álvarez García, de 39 y 28 años respectivamente, que habían tenido anteriormente una taberna en la calle Gutiérrez de los Ríos (Calle Almonas)

Pero con el paso de los tiempos, esta taberna terminará en las manos de los «Gallegos», que llegaron procedentes de la Parroquia de Paredes (Puenteareas), se trata de Ángel Groba, de la familia “Do Ferreiro de Paredes» que llegó a Córdoba y se colocó como farolero en la Fábrica de de electricidad Mengemor. Ahorró dinero y llegó a poseer en nuestra ciudad 17 casas repartidas por diferentes barrios. También repartió tres tabernas entre sus tres hijos. Tenía alquiladas la taberna “Casa Chaleco» enfrente del Matadero Municipal, parada obligatoria de muchos de los acompañantes en los entierros, sobre todo a la vuelta y después de enterrar al difunto, ya que por estar cerca el Cementerio de San Rafael, existía el dicho: “Si vas a un entierro y no bebes vino, a lo mejor el tuyo viene de camino». Y también otro dicho sobre las carrozas que transportaban los difuntos, que iban tiradas por dos, cuatro o seis caballos, según la categoría del muerto y el entierro, y se solía aplicar el dicho de: “Cuando más ricos, más borricos».  Luego, a su hijo Manuel que se distinguía por un pequeño defecto en un ojo le dejó la taberna de “La Cosaria», de Santa Marina, creo recordar que perduró hasta finales de los años ochenta. En la entrada a la taberna por la calle Cepas se podía ver un espléndido patio casi entoldado por una parra, y que en los veranos y al medio día eran muchos los clientes que aprovechaban las sombras de dicho patio y allí andaban bebiéndose su vino o su cerveza. Recuerdo que en el año 1966 entrábamos allí con frecuencia pues mi hermano mayor Gabriel, vivía en la calle Cepas y era cliente casi habitual de aquella taberna. 

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Fachada de la desaparecida taberna La Cosaria. /Foto: LVC

Hoy en el lugar en donde estuvo esta taberna «La Cosaria» se levanta una casa muy bonita que da realce a la calle Mayor de Santa Marina, pero es indudable que también algo se perdió con la desaparición de la citada e histórica taberna.

Ecos de la taberna «La Cosaria»

Se dice que los Molina se identificaron mucho con los piconeros, no en balde muchos de ellos fueron piconeros, pero es que Ceferino Molina, uno de sus mayores, fue un auténtico líder del gremio de estos trabajadores y solía tener sus tertulias en «La taberna la Cosaria», ubicada como hemos dicho en la calle Mayor de Santa Marina, haciendo esquina con la popular calle Cepas. 

Fueron muchos los Molina que ejercieron el oficio de piconeros, sobre todo en los siglos, XVI al XIX. Incluso hubo un alcalde don José María Molina, que en el citado siglo XIX (1886), defendió los derechos de los piconeros. 

En esta taberna había muchos cuadros colgados que recordaban escenas propias de peroles, en los que no faltaban los Bejarano, los De la Haba, los De la Coba, los Quintanas, los Fuentes, los Flores, y cómo no, los propios Molina. También había una aparatosa garrota, con un letrero que decía: «Si te niegas a pagar, me bajo y te apaño».

Y hablando del I Califa del Toreo, Rafael Molina Sánchez «Lagartijo», tenemos que decir que con cierta asiduidad y siempre que estaba en Córdoba, solía visitar el establecimiento de «La Cosaria», porque decían que le tomó mucho afecto y familiaridad con los piconeros que allí acudían. Pero tampoco están mal orientadas las opiniones de los que aseguraban, que la belleza y el atractivo de Rosario Cívico Villegas, la joven tabernera viuda, le hacía acudir casi a diario. Curiosamente esta mujer era de su misma edad.

Ortí Belmonte en su descripción de la tabernas antiguas y clásicas de Córdoba cita a esta taberna enclavada en la calle Mayor de Santa Marina y que recibe el nombre de Cosaria por ser el lugar en  «Adonde confluían mucha gente», una forma de expresar que allí acudía mucha personas, quizás un tanto atraídos por la viuda».