San Rafael, medicina de Córdoba


Los cordobeses siguen encomendándose a su custodio, pero su milagrosa protección pasa desapercibida para la colectividad.

San Rafael, saliendo de la Catedral./Foto: LVC
Imagen de archivo de San Rafael, saliendo de la Catedral./Foto: LVC
San Rafael de Valdés Leal.
San Rafael de Valdés Leal.

San Rafael se apareció al padre Andrés de las Roelas en la primavera de 1578. El arcángel celestial, sin manifestar su identidad, instaba al presbítero a revelar públicamente que la tumba hallada en la iglesia de San Pedro contenía los restos de los santos mártires de Córdoba. El sacerdote, dudando si estas apariciones eran propias de Dios o del demonio, se resistía a cumplir el mandato. En una de estas apariciones San Rafael le explicó la necesidad de conocer y venerar las reliquias de los santos mártires de Córdoba con estas palabras:  “vendrán a esta Ciudad muchos trabajos y enfermedades, y mediante ellos serán libres”.

Con estas manifestaciones San Rafael y los santos mártires de nuestra ciudad quedaron indisolublemente unidos entre ellos y a Córdoba. Desde que a principios del siglo XVII se hicieron públicas las revelaciones del padre Roelas, con la condición de San Rafael como “guarda de esta ciudad” puesto por Dios, los cordobeses no hemos dejado de implorar su intercesión en todos los malos momentos de la ciudad. Pero, ¿cuándo empezó todo y con qué resultado? Voy a intentar resumir en este artículo las veces en las que el arcángel Rafael acudió al socorro de nuestra ciudad. Pónganse las gafas de la fe o las de la historia, o ambas , pues solo así se podrán entender algunos de los pasajes que a continuación se relatan.

San Rafael le reveló al padre Roelas que Dios lo tenía puesto como guarda de nuestra ciudad. No dijo que a partir de ese momento asumía la custodia de Córdoba, sino que ya la ejercía desde antes. Eso nos obliga a retroceder al tiempo anterior al siglo XVI. ¿Existen referencias de la protección angélica antes de las citadas revelaciones?

Los amantes de la devoción a San Rafael en Córdoba conocerán a Simón de Sousa y al obispo Pascual. Cuenta el monje basilio Gerónimo de Vilches en su libro de 1781 sobre San Rafael, que a finales del siglo XIII  Córdoba estaba asolada por una devastadora epidemia de peste. Que el monje mercedario Simón de Sousa, tras rezar con especial devoción al arcángel pidiendo el cese de la enfermedad, tuvo una aparición del ángel, quien le indicó que Dios, por intercesión de su santa Madre, se había compadecido del pueblo. Pidió el arcángel que pusieran su imagen en lo alto de la iglesia catedral. Así se lo comunicó el mercedario al obispo Pascual, quien cumplió la encomienda, acordando celebrar la fiesta del arcángel todos los años y pidiendo a los cordobeses su sincera devoción. Cumplido lo anterior “se apagó entera la llama del contagio”.

Pero la presencia de San Rafael en Córdoba no solo es producto de la reconquista cristiana de la península. El nombrado Gerónimo de Vilches en el citado libro nos cuenta una anterior aparición olvidada.  Eran los tiempos del papa Agaton, quien dirigió la Iglesia entre el 678 y el 682. Una epidemia de peste asolaba Europa. Cuenta que en Córdoba muchos de sus moradores vieron al demonio, que con un venablo encendido, andaba esparciendo la peste por las casas, de tal forma que tantos quantos golpes daba en una casa, tantas personas amanecían muertas al día siguiente. También cuentan que a la vez que el demonio, muchos de aquellos cordobeses vieron al mismo tiempo a un ángel del Señor “que lo iba conteniendo, desarmándole muchos golpes, y haciéndole muchos quites del venablo abrasador: de forma, que en aquellas personas, o casas, que señalaba el ángel, no tenían fuerza, ni poder las armas contagiosas del demonio”. El mercedario Vilches acaba concluyendo, y yo me sumo, que aquel ángel no podía ser otro que San Rafael, el custodio de nuestra ciudad por voluntad de Dios.

El interés que mostró San Rafael en los mártires cordobeses víctimas de la persecución del imperio romano en los siglos III-IV d.C. no pudo ser casual. Dios ha existido siempre, el conocimiento de Dios por el hombre, no. A buen seguro que San Rafael ha estado en Córdoba desde comienzos de su historia, en una actuación que por desconocida resulta ignorada.

Después de las revelaciones

Pasemos ahora al período “post-revelaciones”. La primera mitad del siglo XVII resulta definitiva para asentar la protección de San Rafael en Córdoba. Corría el año 1601. Córdoba se encontraba de nuevo atrapada en una epidemia de peste que asolaba Andalucía. Rogativas, procesiones, misas y oraciones no conseguían apagar la virulencia de la enfermedad. Dice Gerónimo de Vilches que “el Arcangel S. Rafael, que mucho tiempo antes, anunciando la enfermedad, también havia recetado el remedio en las Reliquias de los Santos. Cordoba parece estaba olvidada de todo, y como no acudia al Medico, ni al remedio decretado por Dios, y recetado por él; Por mas que hacia, no conseguia la salud” (sic). Al final el cabildo catedralicio decidió traer a la iglesia catedral las reliquias de los santos mártires cordobeses. Hubo muchos recelos ante el peligro de contagio que podría suponer el contacto de la agente, agolpada ante el desfile procesional. La procesión se llevó a cabo el 7 de julio de 1602, y a pesar del gran concurso de gente, “desde aquel mismo día, y ocasión , se apagó el fuego, cesó la peste”.

Cincuenta años después la historia se volvía a repetir. Las revelaciones del padre Roelas habían sido olvidadas por la ciudad y con ellas la devoción al arcángel San Rafael. Era enero de 1651 y la peste de nuevo arrasaba Córdoba. Procesiones, rogativas y cultos no hacían decaer la enfermedad. Esta vez no fue suficiente el traslado de las reliquias de los santos mártires a la catedral. Tampoco las procesiones y rogativas del Santo Cristo de la Misericordia, Nuestra Sra. de la Salud, Nuestra Sra. de Villaviciosa o el Santísmo Cristo de la Merced. El jesuita Juan Bautista Caballero había leído las olvidadas revelaciones del padre Roelas “y viendo los favores del Cielo, que en ellas se prometen por el Sagrado Arcangel S. Rafael à esta Ciudad, de quien se declaró por Custodio, mayormente en los tiempos de epidemias, y contagios, ardió su corazón, encendido con la devoción mas fervorosa del Sagrado Principe”, como nos cuenta de Vilches. Promovió fiesta a San Rafael a celebrar en la iglesia del colegio de Santa Catalina, de la Compañía de Jesús, en el que estuvo presente el cabildo catedralicio con una diputación. Predicó de tal forma el padre Juan Bautista que de nuevo prendió la llama de San Rafael en Córdoba, iniciándose las actuaciones para constituir su hermanda, levantar su ermita y conseguir el reconocimiento de fiesta religiosa el día de San Rafael. Todas estas actuaciones hicieron reducir la epidemia, “declinando en unas tercianas curables, con que se acabó el contagio”.Todo lo anterior llevó a rendir repetidas gracias y celebrar solemnísimas misas en acción de gracias a San Rafael, ahora sí protagonista en solitario de la devoción cordobesa.

El periodo de mayor reconocimiento

Comienza con lo anteriormente contado los dos siglos y medio de mayor reconocimiento a San Rafael. Hasta mitad del siglo XVIII Gerónimo de Vilches refiere la intercesión de San Rafael en Córdoba en más de diez ocasiones, protegiendo el custodio a nuestra ciudad de epidemias, tempestades, plagas y terremotos. Son repetidas las narraciones que hablan de fuertes tormentas en las que, a pesar de los destrozos materiales provocados, el ángel celestial protegió a los ciudadanos de Córdoba, permitiendo la inexistencia de daños personales de relevancia. Destacable entre todos estos acontecimientos es el conocido terremoto de Lisboa de 1755. Era el 1 de noviembre, día de todos los santos. Las iglesias estaban llenas de personas que había acudido a misa y frente a lo ocurrido en otras ciudades cercanas, tampoco existieron daños personales en nuestra ciudad a pesar de los muchos destrozos materiales que se vieron en torres, iglesias y casas. Curiosa la historia del convento de San Francisco. Se cuenta que todo el mundo estaba preparado para celebrar la misa en la capilla mayor, pero sin saber por qué, la misa se celebró en un altar accesorio junto a la puerta, congregándose allí todos los asistentes. El inicio del terremoto hizo caer la mayor parte de la cúpula y retablo de la capilla mayor, sin provocar daño humano alguno pues todos los feligreses habían desocupado esa parte de la iglesia.

San Rafael./Foto: Jesús Caparrós
San Rafael./Foto: Jesús Caparrós

La protección de San Rafael en Córdoba durante el siglo XIX es narrada por Enrique Redel en su libro sobre nuestro custodio. En 1804 y 1805 se celebraron fiestas en honor de San Rafael por haber librado a la ciudad de las calamidades públicas y haber puesto fin a la epidemia de fiebre amarilla. En 1855 y 1865 se celebraron fiestas y funciones religiosas en honor a San Rafael (junto a los santos mártires, la Virgen de la Fuensanta y los santos patronos), por haber librado a la ciudad de las epidemias de cólera. El 25 de diciembre de 1884 Córdoba sufrió de nuevo un terremoto, y pese a lo festivo del día, y la mucha concurrencia en espacios públicos de los vecinos de la ciudad, tampoco hubo que contar desgracias personales, agradeciendo tal resultado a nuestro arcángel y los santos mártires de Córdoba mediante misa solemnísima celebrada en San Pedro.

Nos cuenta Ramírez de Arellano en su imprescindible libro Paseos por Córdoba, que era  tan grande la devoción a San Rafael que cuando azotaba el cólera a Sevilla en 1860, alguien cundió la voz de que furtivamente se iban a llevar la imagen a la capital hispalense. Para evitarlo, durante muchas noches algunos fieles armados de gruesos palos hicieron guardia en la plazuela de la iglesia de San Rafael.

El siglo XX

Con el siglo XX comienza una oscuridad protectora que llega a nuestros días. Nada nuevo se ha compilado sobre la historia de San Rafael y Córdoba en estos últimos 120 años. Quizá a ello se deba la ausencia de noticias, que no se intercesión de nuestro custodio, que sigue protegiendo a sus custodiados pese a su olvido. Ricardo de Montis lo refleja ya de alguna forma en sus Notas Cordobesas, escritas fundamentalmente en el primer cuarto del siglo XX. Así en su artículo sobre “Las prácticas religiosas” (1925), escribe con tristeza “Tales eran las principales prácticas religiosas del pueblo cordobés en aquellos tiempos felices en que la fe estaba arraigada en todos los corazones porque no la destruía, como ahora, la cizaña del indiferentismo y la incredulidad”. En otro artículo dedicado a “Las fiestas de San Rafael” (1920) incide en la misma idea para referir en pasado “¡Qué extraordinaria animación producía en Córdoba, hace ya muchos años, la fiesta de San Rafael!” En todo caso Córdoba no había olvidado aún el carácter protector de nuestro custodio, y con referencia a una epidemia de cólera, refiere el periodista cordobés un dibujo en el que se representaba al San Rafael que corona la torre de la Catedral, con faja, chaqueta al hombro y sombrero cordobés, “en actitud de acometer, navaja en mano, a un esqueleto armado de terrible guadaña, que simbolizaba el cólera. Debajo de las figuras aparecía esta inscripción: mientras yo esté aquí no entras.”

De esta historia han pasado algo más de cien años. No fue una centuria fácil la del siglo XX. Pasamos sequías, inundaciones como las de 1936, 1947 y 1963, una Guerra Civil que nos enfrentó entre hermanos, siniestros como el del autobús que cayó al río en 1964, atentados terroristas… Y San Rafael desaparece de la memoria colectiva como intercesor de la protección en los sucesos de la ciudad. Solo el nombramiento como Regidor Perpetuo de la ciudad por el Ayuntamiento de Córdoba en 1971 (un hecho político, que no religioso), salva a nuestro custodio del ostracismo de Córdoba.  La falta de documentación accesible en los últimos cien años me impide llegar a conclusiones definitivas, pero parece que nuestro custodio recorre el mismo camino que la sociedad a la que tiene encomendada su protección. La religiosidad pasa poco a poco de la vida pública a la privada. Con la excepción de la Semana Santa, (acontecimiento que hoy por hoy excede de lo religioso para convertirse  en un hecho cultural), Dios y San Rafael desaparecen de la vida diaria de la ciudad para resguardarse en el interior de casas y corazones. Los cordobeses siguen encomendándose a su custodio, pero sus milagrosa protección pasa desapercibida para la colectividad.

San Rafael./Foto: Luis A. Navarro

San Rafael en la actualidad

Y llegó el siglo XXI y cuando no nos habíamos acabado de recuperar de la crisis económica de 2008,  la pandemia de la Covid-19 nos atacó en 2020. Y el hombre afrontó la enfermedad como si fuera Dios. Creyó que todo lo podía, y que nada más que la ciencia permitiría vencer la enfermedad. Cerramos iglesias y abrimos UCIs. Pero el miedo se vivió igual que en epidemias de siglos atrás. Y los cordobeses volvimos el sentir de nuestras oraciones a San Rafael, intentando recuperar su protección eterna. Una inspirada oración de don Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, puso de nuevo a nuestro arcángel en la vanguardia del cuidado de Córdoba. Los datos del INE nos dicen que la pandemia tuvo en Córdoba números y tiempos muy parecidos a los del resto de ciudades de su igual. La plaga de salud arrasó Europa y el mundo y aunque a buen seguro sus resultados y consecuencias están atenuados por la misericordia de Dios, creo que de alguna forma, el olvido de la fe restó poder a la intercesión divina. No hay ningún castigo, es sencillamente la libertad de la que nos quiso dotar Dios.

La medicina de Córdoba no se ha ido, solo nos hemos olvidado acudir a la botica de nuestras almas para buscar en San Rafael el mejor de los cuidados. Dejemos cuerpo y mente en manos de la ciencia, pero con la misma confianza, pidamos en oración a San Rafael el cuidado de nuestras vidas. Así se recogía en unos cantares cordobeses escritos a final del siglo XIX y que me permito adaptar para finalizar este artículo.

Si sigo alegre con mi cruz

es porque soy cordobés

y de toda enfermedad

me libró San Rafael.

 

Antonio Rodríguez