«El Procés» y la cofradía de la Santa Paciencia.


Cuando se cumplen dos años del pacto de la taberna de Plateros, que entregó el gobierno municipal a la segunda lista más votada, con el apoyo de la tercera y la cuarta, Córdoba se encuentra sumida en la apatía. La suciedad se adueña de calles y jardines ante la impotencia o incapacidad de Sadeco. Los problemas laborales desbordan el Ayuntamiento. La empresa municipal de autobuses, que ya mostró las vergüenzas de su gestión en la feria pasada, hace aguas ahora, con vehículos atestados y sin correcta climatización. El tejido industrial de la ciudad se da definitivamente por perdido, si es que un día existió. Comerciantes, hosteleros y vecinos se enzarzan en disputas por unos veladores cuya legalidad compete a Urbanismo. Los museos siguen cerrados los lunes, y el desarrollo turístico se lleva a cabo, no gracias a sus responsables municipales, sino a pesar de ellos. Y por lo general por obra de la iniciativa privada, como se aprecia en el Conjunto Monumental Mezquita Catedral, que es ahora mejor valorado que nunca, quizás porque no depende de los políticos municipales ni autonómicos. El primer Teniente de Alcalde de la ciudad tiene que dar en breve explicaciones del dinero desperdiciado en un viaje a Bombay, para formalizar unos contratos de patrocinio deportivo que no se consumaron.

Ante esta situación, siempre ha sido providencial la existencia de un chivo expiatorio sobre el que desviar la atención por las faltas propias. Y en Córdoba, el más habitual es la Iglesia. Por eso la absurda formación de una comisión internacional de sabios,-que finalmente no va a ser  tan internacional ni sus componentes tan sabios- creada por la alcaldesa para contradecir a su propia asesoría jurídica en su intento por expropiar la Mezquita Catedral. A cargo de los cordobeses, por supuesto. Isabel Ambrosio es lo suficientemente inteligente como para conocer su incapacidad para ello, pero le resulta útil para eludir otras cuestiones más comprometidas, y de paso acalla la crítica de quienes la sostienen en el poder.

En la misma línea de actuación, la otra gran fuerza de la Iglesia en Córdoba son las cofradías. El mayor colectivo asociativo de la ciudad es un movimiento de fe, para pesar de algunos, lo que lo sitúa como objetivo de la izquierda más radical,  y de los que  dependen de ella para gobernar o quieren pescar en su mismo caladero de votos. Por eso, tanto Izquierda Unida como la franquicia de Podemos han intentado continuamente torpedear sus propuestas. Y especialmente el traslado de la carrera oficial, que incidía en la catolicidad del templo. A eso en el fondo se debe que hayan saltado como un solo hombre (o mujer, hay que ser paritario) todos los mecanismos de esa izquierda, como los exalcaldes (alguno condenado por prevaricación y posteriormente indultado por el gobierno) y cierta asociación de vecinos. Especialmente enternecedor, este último caso, Ya que alega como argumento que las cofradías reciben  subvenciones,, y olvida las que tanto su asociación como la federación que las agrupa han recibido.

Sinceramente, Emilio Aumente no parece un radical, ni se opone al traslado. Pero el populismo que invade toda la política, desde la nacional a la municipal, deja su señal. A estas alturas ya debería saber que quedar bien con todos los sectores es imposible. Probablemente el concejal  sólo siga a su nuevo líder, Pedro Sánchez, en su acercamiento al radicalismo. O quizás, simplemente, el debate le enardeció. Se le calentó la boca y lanzó un órdago: «Cuando quieras hacemos una consulta. Perdéis seguro», pareció decir. Sin pararse a pensar que el problema de una consulta así no es ganar o perder, -aspecto sobre el que es difícil albergar dudas-, sino legitimar este particular «Procés», que tanto recuerda al catalán en crear problemas donde no hay para ocultar los reales.  Obviar que la Catedral es la meta que las cofradías han elegido, y, con o sin palcos y sillas, piensan seguir cumpliéndolo. Y si bien la instalación de una carrera oficial es una importante fuente de financiación para estas instituciones, la Semana Santa no se extinguiría sin ella, aunque sería más modesta y atraería menos beneficio para la ciudad.

Inglaterra ha votado recientemente su salida de la Unión Europea. Ahora una gran mayoría lamenta haber decidido con las vísceras lo que la razón desaconsejaba. Por supuesto le ha costado el puesto al Primer Ministro, amén de una sangría de votos para su partido. Cuarenta años antes, esa nación ya había votado, en sentido contrario. En aquella ocasión el Brexit perdió, pero se había abierto el camino. Y como nadie escarmienta en cabeza ajena, el actual gobierno municipal se plantea seguir sus pasos.

Es difícil a estar alturas recular. Hacerlo con una consulta «de juguete», sin valor, raya en lo ridículo. A ver cómo se las apaña el Teniente de Alcalde Aumente. En cualquier caso, la cofradía de la Santa Paciencia, ya ha convocado cabildo.