Cuando la izquierda hacía turismo


El Ayuntamiento de Córdoba planteará la institución de un impuesto para los turistas que visiten la ciudad. Tanto Izquierda Unida como Ganemos lo tienen claro. El PSOE quizás no tanto, pero deja hacer, sobre todo porque lo sostienen en el poder esas dos organizaciones.
Que con un gobierno de izquierda los impuestos suben no es novedoso. Sí lo es, en cambio, la excusa tras la que se parapeta la propuesta: Cambiar el modelo turístico de masas por otro de calidad. Es decir. Que los humildes no hagan turismo. Resulta especialmente paradójico que, en el mismo encuentro con la prensa, el concejal encargado del sector afirme que el ayuntamiento está democratizando la gestión turística de Córdoba.
Es una legítima aspiración, -y en eso estamos todos-, que una ciudad quiera para sí el turismo más selecto. Es el objetivo al que tender. Pero eso se obtiene con gran esfuerzo de las instituciones, no ahuyentando al visitante de clase media. Toda vez que el palacio de congresos no existe en la práctica, el aeropuerto es poco menos que de juguete, la mentalidad funcionarial se ha adueñado de los museos y monumentos de titularidad pública, no hay una programación cultural y de ocio realmente importante en Córdoba, el campo de golf es despreciado por las instituciones y ha pasado momentos de dificultad, y resulta difícil instalar en el Guadalquivir un puerto deportivo al estilo de Banús o Sotogrande, parece complicado que el turista con cierto poder adquisitivo elija Córdoba, a no ser, -también es casualidad-, gracias a aquello que no está en manos del ayuntamiento y que, -acaso precisamente por eso-, funciona perfectamente: El conjunto Monumental Mezquita-Catedral y la Semana Santa.
No es por azar. En un proceso que se ha dado en llamar «turismofobia», son varias las ciudades, todas ellas gobernadas desde la izquierda, y en algún caso la más radical, que acosan al turista. El ejemplo más conocido es Barcelona, donde incluso se han dado casos de violencia. Pero no por eso deja de parecer una incongruencia que quien se dice defensor del humilde persiga, precisamente, al turista modesto, como si el derecho a conocer la cultura de una ciudad estuviera reservado a las élites.
Convendría quizás, que nuestros próceres echaran la vista atrás. Que recordaran los tiempos anteriores a su ascenso. Antes de que ellos mismos practicaran ese turismo de calidad, ya por iniciativa privada, como en Cuba, ya pública, como en Bombay. Que no olvidaran que ellos practicaban turismo de mochila. Como ese viaje de fin de estudios a Roma. ¡Qué tiempos! Esos alegres estudiantes, cantando canciones en un autobús y enarbolando la bandera rojigualda, camino de la Ciudad Eterna…

1 Comentario

  1. PERO ESO HA SIDO SIEMPRE, LOS POBRES NO SE PUEDEN CASAR POR LA IGLESIA PORQUE TIENE QUE PAGAR, LA PRIMERA COMUNION IDEM DE IDEM COMO LA CONFIRMACION Y LOS BAUTIZOS. POR ESO ES MEJOR EN EL JUZGADO QUE HACER TURISMO POR LAS IGLESIAS

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