Hay dos días en la cárcel, el que entras y el que sales. Eso decía Avon Barksdale en The Wire, una serie de culto en la que hay momentos sublimes (prácticamente toda entera lo es), si por eso entendemos la realidad tal cual es, sin maquillaje.
Avon no era un tipo simpático, amigable y poco recomendable para hacer negocios, pero esa frase cuando entra en prisión define bien lo que es la libertad interior de la persona, que logra abstraerse de cuanto le rodea. Esto es, la libertad autoconseguida, cuando te la quitan.
A Avon se la privan por hacer el mal, pero a nosotros nos la van cercenando con una lluvia fina de prohibiciones en la que el individuo, paulatinamente, se va subordinando sin remisión al colectivo. Es un concepto confuciano que el comunismo chino ha aprovechado con la maestría propia de los que ejercen el mal, entendido por la pérdida absoluta de libertades y de identidad del sujeto (aquí el concepto ‘persona’ de Boecio pinta poco).
Al comunismo, en general y en particular, no le gusta la libertad y lo demostró a base de bien durante el siglo XX y, en el XXI, Latinoamérica es el mejor exponente. Pero en el caso de los miembros del linaje de Mao la cosa cambia. Ellos no guerrean -bajo el prisma tradicional- para dominar el mundo. Negocian ese dominio, te compran, te copian tu tecnología, la mejoran y te atacan con ella. Juegan con virus en laboratorios y luego se escapan sospechosamente. La economía mundial se tambalea y solo se benefician ellos y las farmacéuticas (eso es lo que se debería preguntar el investigador, ¿quién se beneficia del virus?).
Y, regresando a esa subordinación –subyugación– del individuo al colectivo, en Occidente se abraza cada vez con más fuerza. La vacunación obligatoria con la excusa de no contagiar cuando el estar vacunado no exime de coger el virus y propagarlo a los cuatro vientos que te deja la mascarilla; y el pasaporte covid para detener la transmisión, eso solo sirve para lo primero, obligarte a que te vacunes.
Los axiomas se retuercen y, entre tanto, los que se autodenominan liberales ven con buenos ojos una o las dos cosas, mientras sellan ese pasaporte que no es para el covid, sino para abrazar el comunismo. Lo mismo, en algún momento, alguien se lo recuerda a los pages, lambanes, puigs, miras y morenos de la vida.