Domingo II de Pascua


Señal de su victoria son los milagros que aún se siguen realizando a la vista de muchos

Hermanos:

Hemos vivido la Cuaresma preparándonos intensamente para este tiempo de luz y gozo que nos encontramos celebrando: la Resurrección de Cristo. Y es que, para celebrar, primero hay que preparar. Para alegrarse, trabajar en ello.

Por eso el Señor pasó a la Vida; porque antes había pasado por la muerte para derrotarla desde el mismo núcleo, sin miramientos. “Ya ves, estaba muerto y ahora vivo”, le dice a san Juan en la visión que hemos escuchado en la segunda lectura.

Señal de su victoria son los milagros que aún se siguen realizando a la vista de muchos, como aquellos que vivieron los apóstoles y que hacían que muchos empezaran a creer y a sumarse a la Iglesia naciente: conversiones, curaciones, revitalización de comunidades parroquiales, etc.

No ha llegado el fin, aunque aquello que nuestros ojos ven y las noticias del diario nos cuentan, son catastróficas. Pero la Vida sigue y Cristo entre nosotros. Hay que creer firmemente, aunque el mal nos invite a cerrar los ojos y a pensar que Dios ha muerto y punto.

Seamos creyentes y no incrédulos como Tomas en el evangelio de hoy, que tuvo que ver y tocar las llagas del Señor para creer en su Palabra. No siempre nos saldrá espontáneamente ni fácilmente, pero confiemos en el Corazón de Cristo y no en nuestros ojos de carne, que yerran más que aciertan.

Feliz Domingo. Feliz día del Señor Resucitado.