La Santísima Trinidad


La Trinidad habita en el Cielo y en cada bautizado

Amigos míos:

“En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”; con esta profesión de nuestros labios, tiemblan los demonios, se alejan las tentaciones, se inflama el corazón de Dios y se alegra enormemente el creyente. Así comenzamos todo y así lo terminamos: la oración diaria, cada uno de los sacramentos que celebramos, el inicio de un viaje, el comienzo de la tarea o de la visita al Santísimo, etc.

Y es que en su nombre fuimos creados y es nuestro origen y en su nombre terminaremos nuestros días en este mundo, si vivimos y morimos con Dios y en su iglesia. La Trinidad habita en el Cielo y en cada bautizado; es la comunidad de tres Personas distintas, que son un solo Dios y que nos enseña a nosotros, siendo todos distintos,  a buscar la unidad en la Iglesia y en el Corazón de Jesucristo.

Este mundo nos invita a vivir individualmente, a ponernos locos y aislarnos con nuestro móvil y mirándonos el ombligo, olvidando que hay un “descarte” en esta sociedad de pobres, enfermos, desamparados, adictos, mendigos, desplazados, marginados y ante esto, nos toca salir de nosotros mismos para “hacer redención”, como decidió la Santísima Trinidad hacer, viendo el desastre de la humanidad hundida en el cieno del pecado: enviar a la segunda Persona (Cristo) a hacerse hombre y pagar la cuenta pendiente de todos nosotros.

El jueves tuve la suerte de conocer un grupo de estas personas descartadas de este primer mundo por sus adicciones y delitos, que han sido acogidos en un hogar ofrecido por la mala de la Iglesia, como la pintan tantas veces los que la desconocen. ¿Sabéis como se llaman estos chavales a sí mismo? Los rescatados de la Virgen. Ahí queda eso. Y es que en el centro de la Trinidad se coló una mujer, la más pequeña y la más grande de la Historia: María. Acudamos sin miedo que también seremos rescatados.

Feliz Domingo de la Santísima Trinidad.