Domingo XV del Tiempo Ordinario


Hoy, cada vez son más los prójimos incluidos en la cultura del “descarte”, porque nos resultan incómodos a la vida

Queridos amigos y hermanos:

Aunque aparentemente este mundo de hoy pasa de todo lo que se refiera a Dios, aún desea ser feliz, lo cual es la señal más palpable que aspira al cielo, aunque no sepa ponerle nombre o expresarlo como tal, porque se ha perdido el conocimiento de Dios a través de la catequesis, la asistencia a misa o la formación más básica en la familia.

El letrado del Evangelio de hoy, el culto, el instruido aquel, se acercó a Jesús para preguntarle qué tenía que hacer para ganar el cielo; al menos se aventuró y quiso saber, cosa que hoy parecemos haber perdido esa búsqueda de lo divino. A lo que el Señor le responde con otra pregunta, probando su sabiduría y hallando en la respuesta de aquel, la verdad: que amar a Dios sobre todo y al prójimo como a uno mismo es el camino único y certero para alcanzar el cielo.

Y eso, ¿cómo se consigue?. Amar a Dios al que no veo y amar al prójimo que muchas veces no me ama, no parece lo más lógico de nuestra vida, salvo cuando se pone en práctica, que cobra toda su verdad y demuestra que es posible y que realiza la vida del ser humano. Como el samaritano del evangelio que recogió al apaleado y lo curó y lo llevó a la posada, sin esperar que otro lo hiciera. Ese es el que ama a Dios y al prójimo.

Hoy, cada vez son más los prójimos incluidos en la cultura del “descarte”, porque nos resultan incómodos a la vida, a la vista y a nuestra comodidad: los niños no nacidos, los ancianos, los enfermos, los adictos, los pobres, los que tienen problemas por doquier,…. ¿De verdad que queremos ganar el cielo y llevar el nombre de cristianos-seguidores de Cristo? Pues estos son nuestra prioridad sin más excusas ni reclamaciones, ¡manos a la obra!

Y ejemplos no nos faltan en 2000 años de historia que, aunque ataquen a la iglesia, nuestra Madre e intenten derribarla desde muchos flancos, no podrán nunca rebatir la obra de Caridad que lleva a cabo, continua e incansablemente. Ahí entramos nosotros, como lo estuvieron y están millones de almas creyentes que se han dedicado al servicio de Dios primero y al del prójimo a renglón seguido; porque si solo queremos a Dios y olvidamos al necesitado, seremos unos “falsos creyentes” y si sólo decimos querer al prójimo, dejando a Dios el último, seríamos una ONG sin alma ninguna.

Somos el Pueblo de la Pascua que camina sin hacer ruido, pero haciendo mucho bien, cargados de pecados también y luchando contra ellos, para acabar nuestra breve existencia en el Abrazo de Dios Eterno y no en la oscuridad sin fin, en la que caerán muchos, quizá por nuestro silencio, cobardía o incoherencia.

“El mandamiento lo tienes en los labios y en el corazón. Cúmplelo”. Ánimo; Feliz Domingo, Feliz día del Señor.