Domingo XXXII del Tiempo Ordinario


El cielo no es un cuento de niños, ni el infierno una historia asusta-viejas.

Queridos hermanos:

Acercándonos al final del tiempo ordinario, se nos presentan hoy unas lecturas de Macabeos, la primera y el evangelio de Lucas, en los cuales se nos habla claramente de las realidades de la “otra vida”, o sea de lo que nos espera cuando termine esta vida caduca y con fecha establecida: el cielo, el juicio y el infierno, lo que en teología viene a llamarse los “novissimos”. Lo cito para que si, algún día nos hablan de este tema, sepamos qué significa.

Este mes de noviembre que la iglesia dedica a rezar por todos los fieles difuntos, aquellos bautizados que creyeron en Cristo durante su vida e intentaron ser fieles, nos encontramos hoy con estas lecturas en las que se cita expresamente el cielo, la Resurrección y la condenación, con claridad rayana.

Aquellos hijos junto a su madre, fueron martirizados por no renegar de sus raíces de judíos creyentes. Se burlaron de ellos, les cortaron manos y lengua, para acabar ejecutándolos uno a uno, delante de su propia madre. El dolor y la muerte no consiguieron acobardar ni a madre ni a hijos, puesto que creían firmemente en la Resurrección y la vida eterna del paraíso. Y esa es también nuestra esperanza en este mundo: alcanzar la vida plena del cielo, después de esta vida que, algún día terminará para descanso de fatigas y sufrimientos.

El cielo no es un cuento de niños, ni el infierno una historia asusta-viejas, la Resurrección no es ninguna utopía, porque Cristo ha resucitado ya. Y con Él resucitaremos todos los que nos pongamos de su lado y nos esforcemos por vivir lo que nos enseñó, que no es un imposible, sino algo totalmente novedoso en este mundo que se pudre con sus “modas anticuadas”.

Como los Macabeos, hablemos sin miedo del cielo, obremos sabiendo que nos espera, confiemos en las palabras de Cristo en el evangelio de hoy, que nos habla de cómo seremos en la otra vida: seremos como ángeles, ya no sentiremos las angustias de la carne y el vínculo será con Dios tan pleno que la felicidad que experimentaremos será total.

¿Quien no desea ser feliz eternamente? Pues eso.

Feliz Domingo. Feliz día del Señor.