Creo que NO, que no es verdad


Pilar Fonseca.

Hay un anuncio en la televisión que se repite de manera recurrente y a veces hasta la saciedad, que viene a concluir que de lo que estamos viviendo, salimos más fuertes. 

Y yo digo que no, que no estoy para nada de acuerdo con esta afirmación.

¿Fuertes en qué? que les pregunten a los miles de familias que aún no han podido enterrar a sus muertos, ni siquiera han podido vivir el duelo que se entiende que en toda familia provoca la muerte de un ser querido. Desde luego creo que la respuesta es obvia, no creo que estén más fuertes.

Por supuesto plantear el tema en torno a las residencias de mayores no cambiaría para nada la respuesta. Un porcentaje altísimo de los residentes infectados por el maldito Covid-19 y por desgracia, de ellos, una cantidad enorme, rozando los 20.000 muertos, con la consiguiente situación para los familiares que no les han podido ni acompañar ni tan siquiera despedir. En la actualidad sigue habiendo muchas familias sin localizar a sus difuntos y en espera que les den al menos las cenizas (a ver si tienen suerte y les dan las que corresponden, cosa que no siempre ha ocurrido). Creo que no, que estos tampoco han salido más fuertes.

Que hagan una encuesta entre los autónomos y la cantidad de trabajadores que se han visto sorprendidos por un ERTE y de los cuales hay muchísimos aún que no han cobrado ni un euro. O los que han perdido el puesto de trabajo y que no saben qué camino tomar en la actualidad ante la situación que atravesamos y en la que cada día se pierden puestos por miles, por muchos miles. Familias enteras que están viviendo gracias a la solidaridad del resto de sus miembros o de instituciones como Cáritas y otras muchas que están haciendo lo indecible para que al menos tengan para comer. Seguramente estos tampoco dirán que están saliendo más fuertes de la situación.

¿Y si preguntáramos a los niños, jóvenes y adolescentes que han visto su rutina, su cotidianidad truncada por el virus, pensaríamos que alguno va a salir fortalecido?

Tengo que afirmar con conocimiento de causa que sé que la respuesta es negativa en un porcentaje tan elevado que no me atrevería a decir siquiera de mayoría, sino por unanimidad. Las videoconferencias, que les están permitiendo seguir con la formación, aunque de una manera totalmente distinta y vacía de lo que en realidad significa la docencia, les hace estar horas delante de una pantalla, sin ni siquiera visualizar a sus compañeros, ya que la situación les permite no conectar las cámaras y como mucho, de vez en cuando, oyen la voz de alguno de sus compis que intervienen en alguna cuestión.

Ya es dificultoso para nosotros imaginar día tras día el aprendizaje a través del ordenador, qué supondrá para los alumnos de infantil de 3, 4 y 5 añitos el intentar entender que aquello que ha sustituido su cole, su clase, sus compis, su seño es la pantalla delante de la cual tienen que estar para no perder todo el curso.

Los más mayorcitos en un principio, quizás por la novedad, estaban contentos de usar la tecnología, el disponer del ordenador, la Tablet, el móvil, etc…, algo nuevo para ellos y que hasta le hizo ilusión en los primeros días, para pasar después a hacérsele monótono y rutinario y no entender que esto iba a ser así hasta final de curso.

En Secundaria, ya con otras edades, al principio estaban encantados, las clases por Zoom, por Classroom, el verse, el poderse hablar les permitió mantener un contacto por el que estaban agradecidos, pero llegó un momento en que la situación comenzó a hacérseles dura de llevar y en aquellos primeros días en que se unían prácticamente la totalidad de los alumnos, pasamos a los actuales en que difícilmente están en clase la mitad.

En fin, que no, que estos tampoco van a salir más fuertes.

Yo también lo digo por mí. La cantidad de días que hemos estado totalmente confinados, el temor al contagio, las noticias contradictorias del gobierno, mañana sí pero pasado no, y lo que es más importante, la ausencia de contacto con las personas a las que queremos, más que hacernos fuertes, nos pasará factura. Psicológica y mentalmente no estamos preparados para vivir de esta manera. Y mucho menos para desempeñar un trabajo como la docencia en la distancia. Horas y horas de preparación, de hablar a una pantalla llena de circulitos en los que está la inicial del alumno, con cámaras y micrófonos silenciados e intentado motivarlos para que trabajen y no se dejen vencer por la monotonía. No, tampoco yo voy a salir más fuerte.

Que es cierto que esto hay que pasarlo y de la mejor manera posible, es verdad. Pero que no nos traten de vender que con esto vamos a adquirir ninguna fuerza ni fortaleza en ningún aspecto, al menos yo, no se la encuentro.

¿Alguien podría aclarármelo?