Adiós 2020, bienvenido 2021


Terminamos el año 2020 y creo que no se nos olvidará durante mucho tiempo por lo que ha traído consigo. Desde sus comienzos dejaba vislumbrar lo que con posterioridad se produjo. Un año convulso en numerosos aspectos en España, que concluyó con el anuncio de un virus altamente contagioso y peligroso en los países del este y que en poco tiempo se hizo realidad en el nuestro. Era una crónica anunciada a la que no se hizo caso, pero pasó.

Llegó el confinamiento, los miles y miles de muertos que se han ido sumando diariamente, las familias deshechas por la enfermedad, por el no poder despedirse de sus seres queridos, por la pérdida de los trabajos, por la escasez de recursos para afrontar el día a día, y un larguísimo etcétera de circunstancias que hacen que, con toda seguridad, no podamos olvidar este año en mucho tiempo.

La Covid-19 nos ha movido y removido en todos los sentidos. Ha acelerado un cambio de paradigma importante en numerosos sectores. Así, ha puesto de manifiesto un gobierno que no se amedrenta en negociar con terroristas y separatistas para seguir ocupando su poltrona sin importarle mucho el sufrimiento de numerosas víctimas que ven cómo se negocia con los asesinos de sus familiares; o como se intenta indultar a quienes cometieron delito de sedición y que sin arrepentimiento y anunciando que volverán a intentarlo, no piden perdón por sus acciones pasadas y anuncian a bombo y platillo las futuras.

Se ha aprovechado la situación caótica en la que nos encontramos para dar cabida en la legislación a leyes que regulan temas importantes y necesitados de un sopesado consenso, que se han aprobado por la vía rápida y sin contar con las opiniones de expertos y que supondrán un cambio enorme en los valores sociales hasta ahora respetados en España.

El sentido y el valor de la “verdad” ha desaparecido en nuestro país. Afirmaciones y reafirmaciones como las de Sánchez en que aseguraba que nunca, jamás, pactaría con Podemos o con Bildu, que nunca éstos serían un socio posible para formar o sostener un gobierno, han quedado totalmente olvidadas y se han sustituido por considerar a esas formaciones como fundamentales para seguir manteniendo en su puesto a Sánchez y compañía. Y lo peor es que hay quien los justifica, y hasta los defienden, y no son pocos.

La situación sanitaria, la más importante sin lugar a duda, junto a la política y social que estamos viviendo, hacen que estos días nos enfrenten a una realidad dolorosa y hasta ahora desconocida para todos nosotros.

Pero a pesar de todo ello, hemos comenzado el 2021 con una nueva esperanza, la vacuna, que no es remedio inmediato y por lo que se deduce de las opiniones de entendidos en la materia, no sabemos aún la fiabilidad e inmunidad que puede aportar. Algo es algo. Es esa luz que, aunque lejana, se vislumbra al final del túnel, que hace que encaremos la vida con otro optimismo que el que nos ha venido acompañando en los últimos meses.

Afrontamos un año en que difícilmente podremos poner en orden tanto caos, pero en el que las esperanzas comienzan a aparecer en el horizonte, eso si antes no damos lugar a la tercera, la cuarta o vete tú a saber cuántas olas más.

El sentido común, que según dicen, es el mayor de los sentidos, brilla por su ausencia cada vez más. Y no, no podemos echar toda la culpa a los gobernantes. Parece que la situación no va con nosotros, basta con poner el TV para escuchar noticias sobre las fiestas ilegales que han tenido lugar en la Bretaña francesa, en Alemania o en Sevilla.

¿Qué le está pasando al género humano, no nos damos cuenta de que nuestro futuro depende de nuestro presente?

Algo tenemos que replantearnos en este nuevo año para intentar controlar la situación en la que estamos metidos hasta las cejas y saber actuar con madurez para ver si somos capaces, como los habitantes de Wuhan, de salir del pozo en que por nuestra insensatez (y por el maldito bichito) nos encontramos.

Nunca debemos perder la esperanza a pesar de tanta traba, por eso yo sigo diciendo: “bienvenido 2021”.