La presencia del mal


También callaron la inmensa mayoría de los periódicos y los periodistas de los programas de televisión

Que el mal existe no hay duda. Que en estos días está muy presente, quizás más que en otro momento, tampoco es duda. No hay sino poner la radio o la televisión para que en pocos minutos se nos ponga la piel de gallina y pensemos que algo muy serio está ocurriendo a nuestro alrededor, nos encontramos con la maldad en estado puro.

Me resistía a escribir sobre la noticia que hoy ocupa las páginas de los periódicos y los telediarios, la terrible noticia de la presencia del mal en su grado más extremo, la muerte de las dos niñas de Tenerife a manos de su padre.

Si ya me cuesta trabajo entender cómo un ser humano es capaz de matar a otro, sea cual sea el motivo, el que un padre/madre sea capaz de hacerlo con sus hijos, es para mí de todo punto inconcebible. Y casi menos pensable es todavía que políticos aprovechen esta situación para hacer defensa de sus dogmas ideológicos.

Es mucho lo que se está hablando y opinando acerca de este suceso, y no discuto que la noticia levante ampollas en todas las personas de bien, aquellas para las que la vida es el valor más importante que tenemos, es decir, en la mayoría de estas.

Sin embargo, no se ha dicho prácticamente nada de otro caso muy similar que ocurrió en Barcelona el día 21 de mayo y que reúne unas características prácticamente iguales. La única diferencia es que era la madre la que dio muerte a su hija para así dañar al padre de la criatura.

No, ante este hecho algunos políticos no podían izar la bandera del delito de violencia de género, no podían coger los micrófonos y hacer esa política parcial a la que nos tienen acostumbrados, no podían arremeter contra ese régimen patriarcal, según ellos, que domina a toda la sociedad española.

La ministra de Igualdad no entendió que este caso también merecía la repulsa de la sociedad y ni siquiera tuvo una mera alusión a lo ocurrido, sintiéndose responsable por no haberlo podido evitar y prometiendo tratar de que esto no vuelva a suceder, como si alguien pudiera erradicar el mal.

También callaron la inmensa mayoría de los periódicos y los periodistas de los programas de televisión que diez días después estrujaron, escudriñaron y analizaron todos los pormenores de lo ocurrido en el caso del asesinato de Tenerife.

Y es que los asesinatos de niños por sus madres son silenciados en España en aras del mal llamado “feminismo”. Se dejan de contabilizar muertes de niños por ser sus madres y no sus padres los que los mataron, no cuentan en las estadísticas, ni se cuentan que el porcentaje de estas muertes es mucho mayor en mujeres que en hombres.

Otra manifestación del mal que ocupa nuestra sociedad: intentar buscar culpables dónde y cuándo interesa, no por el hecho en sí, sino porque su autor sea hombre o mujer.

El asesinato, provenga de quien provenga es una lacra social enorme, pero querer hacer de la muerte de estas niñas un dogma feminista sobre la violencia de género, es querer esconder la realidad que se está produciendo.

Lo cierto es que estamos pasando un mal momento en lo que a los valores se refiere. No es ya la escasez de ellos en la educación, es que los que están intentando inculcar son erróneos, parciales y dirigidos en una dirección que ciertos personajes manipulan a su antojo.

El delito de asesinato, lo cometa quien lo cometa convierte a su autor en asesino, y todo aquel que lo cometa debe ser juzgado por ello. Y el tratamiento social y periodístico debe ser el mismo para unos casos y otros.

Hay que denunciar el mal, y hay que hacerlo con energía y coherencia, desde todas las instituciones y sectores de la sociedad. Hay que procurar que estos sucesos no se produzcan, aunque ya sabemos que donde esté el ser humano, está el bien y el mal.

La educación para ello es fundamental, una educación que se base en unos valores lejos de la posesión del otro, del dominio sobre una persona, ya sea hombre o mujer.

Una educación basada en el verdadero amor, en procurar lo mejor para la persona que se quiso o que se quiere. Hay que intentar evitar esta maldad en estado puro que está afectando a los cimientos de la sociedad.