Carta a García


La Carta a García nos sitúa de una forma directa y gráfica ante lo que ya ha sido denunciado por un filósofo como Josef Pieper

Carta a García de Elbert Green Hubbard.
Carta a García de Elbert Green Hubbard.

Muy recientemente ha caído en mis manos una edición del opúsculo Carta a García del escritor y filósofo norteamericano Elbert Green Hubbard (1865-1915). El opúsculo – no son más de 27 páginas pero de puro interés y la más honda filosofía de la vida – ha sido coeditato por la Parroquia de la Asunción de Córdoba (Véase a ese torbellino sacerdotal que es el Padre Ángel en su Parque Figueroa) y la Asociación de Amigos de las Ermitas. A ambos entes solo queda felicitarlos y animarlos a que esta labor editorial pueda ser continuada. Honestamente, creo que Córdoba en sí sería especialmente la beneficiaria.

Carta a García de Elbert Green Hubbard.

Pero, ¿de qué va Carta a García? Pues sencillamente va de cómo el héroe es aquel que siempre cumple su misión. Cuestión no tan evidente puesto que parece que el “descuido culpable”, “el trabajo a medio hacer”, el “desgreño”, la “indiferencia” se constituyen en “regla general” de vida y de comportamiento. Hubbard es explícito: “Qué desaliento no habrá sentido todo hombre de empresa, que necesita de la colaboración de muchos, que no se haya quedado alguna vez estupefacto ante la imbecilidad del común de los hombres, ante su abulia, ante su falta de energía para llevar a cabo la ejecución de un acto”. Carta a García insiste en cómo “no se puede tener éxito, si no se logra por uno u otro medio la colaboración completa de los subalternos, a menos que Dios en su bondad, obre un milagro y envíe un ángel iluminador como ayudante”. 

Para Hubbard, en su Carta a García, “lo que debe enseñarse a los jóvenes no es esto o lo de más allá; sino vigorizar, templar su ser íntegro para el deber, enseñarlos a obrar prontamente, a concentrar sus energías, a hacer las cosas, ‘a llevar la carta a García’”. Sin embargo, la otra cara de la moneda siempre va a estar ahí: “[…] esta incapacidad para la acción independiente, esta estupidez moral, esta atrofia de la voluntad, esta mala gana para remover por sí mismo los obstáculos, es lo que retarda el bienestar colectivo de la sociedad”. A lo que se podría sumar un nuevo plus para el drama: “[…] si los hombres no obran en su provecho personal, ¿qué harán cuando el beneficio de su esfuerzo sea para todos?”.

Hubbard describe una clara tipología que estaría muy en la base de su diagnóstico: “Conozco a un hombre de facultades verdaderamente brillantes, pero inhábil para manejar sus propios negocios y absolutamente inútil para gestionar los ajenos, porque lleva siempre consigo la insana sospecha de que sus superiores lo oprimen o tratan de oprimirlo”. Es cierto que Hubbard se pregunta: “¿Habré exagerado demasiado?”. Hubbard admite que “puede ser” lo cual no es óbice para que haga loa de la “iniciativa” a la que define como “hacer, lo que se debe de hacer, bien hecho; sin que nadie lo mande”. Así, de este modo, puede que hasta la “aptitud” tenga que suplir a la “antigüedad”.

En definitiva, la Carta a García nos sitúa de una forma directa y gráfica ante lo que ya ha sido denunciado por un filósofo como Josef Pieper: “La vida moral del hombre es falsamente cambiada en una ingenuidad sin heroísmos y sin riesgo; el camino de la perfección se nos aparece así como un ‘despliegue’ o ‘evolución’ de tipo vegetal, que alcanza su bien sin necesidad de combatir”.

Moraleja: “El General García ya no existe. Pero hay muchos Garcías en el mundo”. Y Rowan, que así es el nombre del emisario de la carta al General Calixto García, tomo la carta y no pregunto dónde podía encontrarlo. 

Lector inquirat.