No hace muchos días, el Papa Francisco, en su discurso a los miembros del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede (10 de enero de 2022), advertía: “Se está elaborando un pensamiento único – peligroso – obligado a renegar la historia o, peor aún, a reescribirla en base a categorías contemporáneas, mientras que toda situación histórica debe interpretarse según la hermenéutica de la época, no según la hermenéutica de hoy”. Dicho esto, seguramente, uno podría hacerse la siguiente pregunta: ¿Qué pretende el borrador del real decreto por el que se establece la ordenación y las enseñanzas mínimas del Bachillerato? (Al borrador solo le falta la evaluación del Consejo de Estado para pasar, posteriormente, al Consejo de Ministros).
No sin una buena dosis de perplejidad surgen otros muchos interrogantes por los que se hace evidente que nuevamente nos encontraríamos ante un “enésimo” intento de reinterpretación e inculcación de una historia sesgada y más que parcial. El drama es no solo que se haría de la Historia una “María” sino una “María ideologizada”. Los interrogantes, al hilo de la lectura del borrador para el real decreto, serían:
- ¿Acaso no experimentó también la II República “procesos antidemocráticos?
- ¿Se puede clasificar como “colonialismo” al proceso de expansión española en América? ¿No es aplicar un concepto más propio del XIX y principios del XX a lo realizado especialmente durante el XVI? ¿Practicó España el colonialismo? Puede que en el XIX sí, pero no antes.
- ¿Qué propósito hay al diluir los contenidos históricos que son sustituidos por contenidos del presente actual (presentismo)? La Real Academia de la Historia ha sido bastante explicita en su crítica a la medida citada: “Puede producirse una falta de conocimientos en estos tramos esenciales de formación de los ciudadanos del mañana, que tienen entre 12 y 18 años. Si no se da buena historia, en lugar de ciudadanos con juicio político, responsables y capaces de mediar el alcance de sus decisiones y capaces de hacer frente a los misticismos y a los presentismos anacrónicos tendremos súbditos pasivos y crédulos”.
- Como reza el borrador, ¿tiene sentido y que propósito hay en “introducir la perspectiva de género en la observación y análisis de la realidad histórica y actual, identificando los mecanismos de dominación que han generado y mantenido la desigualdad entre hombres y mujeres”? ¿Es acertado juzgar el pasado con categoría del presente? En este orden de las cosas, es obvio que no nos encontramos solo en el ámbito del suelo patrio. Por ejemplo: Una universidad inglesa censura la sátira de las mujeres que hace un poeta griego clásico; otra propone enseñar sólo la obra de compositores que no sean de raza blanca.
- ¿Nos podemos permitir el lujo de borrar de un plumazo la Edad Media que configuró nuestra identidad y nos situó en el contexto geopolítico actual?
Comenzaba mi artículo citando el discurso del Papa al cuerpo diplomático. Vuelvo al mismo: […] se trata de una forma de colonización ideológica, que no deja espacio a la libertad de expresión y que hoy asume cada vez más la forma de esa cultura de la cancelación, que invade muchos ámbitos e instituciones públicas. En nombre de la protección de las diversidades, se termina por borrar el sentido de cada identidad, con el riesgo de acallar las posiciones que defienden una idea respetuosa y equilibrada de las diferentes sensibilidades”. Es triste comprobar cómo – sigue diciendo el Papa – “el centro de interés se ha trasladado a temáticas que por su naturaleza provocan divisiones […] dando como resultado agendas cada vez más dictadas por un pensamiento que reniega los fundamentos naturales de la humanidad y las raíces culturales que constituyen la identidad de los pueblos”.
-¡Creo que queda todo dicho!