Me duele España


Hace dos años visité por última vez San Sebastián. A pesar de compartir mesa y mantel con vascos españolistas la sensación siempre fue de estar en tierra hostil. 

En junio coincidí la jornada electoral de las autonómicas gallegas en Monforte de Lemos. Tampoco allí encontré mucho apego a la palabra España. El propio candidato del PP, que sacó mayoría absoluta, se refugiaba en una campaña donde solo había un lema: Galicia, en un fondo blanco. Ninguna referencia al partido que lo sustenta y mucho menos a los colores rojo y gualda. 

Ayer, el día en que los catalanes votaban a pesar de la pandemia, cuando en mi paseo matinal bajaba desde las ruinas del Circo Romano al Anfiteatro para enfilar hacia el puerto de la antigua Tarraco, de los balcones colgaban esteladas, pancartas defendiendo “libertad presos politics” y a los únicos que escuchaba en castellano eran inmigrantes sudamericanos o norteafricanos que son los que curran  hoy en Cataluña cómo lo hicieron hace 60 años extremeños y andaluces. Y esto era Tarragona; imaginemos las calles de Gerona.

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Cómo hemos llegado hasta aquí da para eternos debates. Pero lo cierto es que vistos  los resultados electorales del domingo  los españoles hemos perdido, otra vez,  por goleada

Ideológicamente porque la izquierda más dogmática y sectaria, la catalana que va desde los actuales líderes del PSC a la CUP, ha triunfado. No le ha pasado factura ni la huida de empresas ni la gestión de la pandemia, con hoteleros y comerciantes echados a la calle demandando ayudas por los cierres.

Y también sacó buen resultado la derecha más xenófoba, insolidaria y excluyente del norte del mediterráneo. Los de Junts.  La que ha representado hasta hace unos meses el inefable Torra. Último lugarteniente de esa burguesía payesa que detesta a los charnegos. Porque Puigdemont y los suyos añoran las veladas en Perelada en tiempos del “Rey Puyol “ rodeados de la “creme” industrial, comercial y bancaria del oasis del “tres per cent” que diría Maragall. Incluso prefieren antes a un separatista de la CUP con rastas que a un votante de PSOE, PP, Cs o de VOX. Algo así como “estos son unos antisistema pero son mis antisistema”, siempre tan egoístas los del seny. 

Y todo esto con la mitad de los catalanes en su casa ya sea por el miedo al virus o por el desencanto con toda la  clase política: los unos y los otros. 

Acertó Abascal, en una noche donde alguno de los suyos podría dejarse llevar por la euforia mal medida, al lamentar que  “aquí hay poco que celebrar “. 

En fin , como a Unamuno, a mí también “me duele España”. Y se me antoja que vivimos tiempos comunes a los del desastre del 98 que inspiraron la obra del escritor vasco. Esto pinta que algunos somos parte de las generaciones llamadas a despedir una historia común de nuestra patria que difícilmente volverá. 

Vivimos una espiral diabólica. Porque mientras la derecha nacionalista vasca y catalana unen fuerzas con la ultraizquierda de Bildu, ERC, Comunes y la CUP en pos de su proyecto separatista, en Madrid a quien defiende la unidad de España y la Constitución del 78 lo llaman fascista o populista de derechas y le ponen cordones sanitarios.

Lapidario el error de  Casado desmarcándose de la acción policial el 1 de octubre de 2017. ¿ Esperaba que Cospedal hubiese enviado militares con claveles rojos para firmar la rendición?. ¿ Y al Estado de Derecho quien puñeta lo defiende? 

Los resultados del centro derecha constitucional  han vuelto a ser tan pobres como siempre, aunque con un nuevo reparto. Tuvo su mejor resultado con los 18 diputados del PP de  Alicia Sánchez Camacho en 2010 . Aquel modesto legado se lo han repartido ahora los 11 de VOX y los 3 del PP con lo que ha quedado del naufragio de Cs. 

Precisamente, más de la mitad de los apoyos de Ciutadans que Rivera y Arrimadas “hurtaron” al  PSC en 2017 han vuelto a casa ante la caída libre de la formación naranja desde el error de no responder a su condición de bisagra correctora tras las generales de marzo del 19.

A partir de ahora, además de las consecuencias del resultado electoral catalán en la vida política nacional, que serán duras,  habrá que ver qué pasa con Ciudadanos en ayuntamientos y CC AA donde, junto a VOX, ayudó a conseguir alcaldías y gobiernos para el PP. 

Volviendo a Don Miguel de Unamuno, como si fuese de ayer:

          “Ay, triste España de Caín, la roja
          de sangre hermana y por la bilis gualda,
          muerdes porque no comes, y en la espalda
          llevas carga de siglos de congoja!”