La Paradoja de Robin Hood


La redistribución de la renta es menor cuanto más se necesita. El gasto social en los países de la OCDE es mayor al de los países pobres.

 Hoy en día se da por hecho la necesidad y deseabilidad de la redistribución de las rentas, de las personas más adineradas y con más renta hacia las que carecen de recursos “suficientes” (cualquiera sea su significado). Dado que no partimos de situaciones de igualdad de condiciones por diversas razones, es necesario que la acción estatal intervenga para facilitar las cosas a aquellos que parten de las condiciones menos favorables. Muy simplificadamente, esta es una de las razones por las que se justifica un papel importante del estado en la educación, la sanidad, o en la misma distribución de la renta, entre otras parcelas.

“Que contribuyan más los que más tengan para ayudar a los que menos tienen”. ¿Qué tipo de persona puede estar en contra de esa afirmación? ¿Quién no puede querer apoyar con sus impuestos a lo más débiles de la sociedad? Tras estas preguntas a modo de reflexión me gustaría mandar una última al lector antes de entrar en materia ¿Qué datos demuestran y corroboran que el grueso del gasto estatal va a los que más lo necesitan, va dirigido hacia los que menos tienen?

De media en España una persona dedica el 53,15% (194 días) de su año a pagar impuestos, a contribuir con el Estado para “sostener a los que más lo necesitan”. En España el 3,80% de la población se encuentra en una situación de pobreza, alrededor de 3,9 millones de españoles. Esa cifra es inaceptable y es miserable teniendo en cuenta que el resto de españoles decidamos gran parte de nuestro año a contribuir, forzosamente, pero a contribuir bajo el lema de que los más necesitados puedan vivir en condiciones adecuadas. Tras la recaudación de impuestos el Estado en base a su gran capacidad de acumular información valiosa para la toma de decisiones (nótese mi punto de ironía) decide redistribuir dicha riqueza de una parte de la sociedad a otra, y… ¿Qué nos encontramos? Nos encontramos con la famosa Paradoja de Robin Hood.

Todos conocen la historia del famoso de Robin de Locksley más conocido como Robin Hood, fue un personaje del folclore medieval inglés perteneciente al siglo XVII. Hood significa “fuera de la ley” y lo apodaron así porque pasó su vida al margen de la coacción estatal de aquella época, es más, según cuentan, dedicó su vida a robar a los más poderosos y repartirlo entre los más desfavorecidos. Es decir, realizaba todo lo contrario a lo que nuestro Estado actual ejecuta, de ahí que hablemos de Paradoja de Robin Hood.

Cuando el Estado tiene en su poder el total de la recaudación se dispone a transferir, según sus criterios, los ingresos estatales hacia las diversas necesidades de la población. Si profundizamos, podemos observar que la mayor parte de dichas transferencias salen de la clase media con destino a la misma clase media y, si, están leyendo correctamente, el grueso de las transferencias de rentas va de clase media a clase media, para que lo entiendan de la mayoría de la población a la mayoría de la población, aunque siempre con privilegios para determinados grupos organizados y premiados por el poder político.

Por lo tanto, bajo ningún concepto el Estado se parece a lo que pudiera ser el personaje histórico ingles Robin Hood. Lo que ocurre que dicha etiqueta que el propio se arroga le ha servido para saciar su hambre voraz de poder, para hacerse cada vez más y más grande, para hacerse cada vez más poderoso y autoritario sobre la vida de todos los individuos que componen la sociedad. “Justicia social”, “Que paguen los ricos” y un largo etcétera de palabras y frases se han usado como argumento ante el pueblo para usar el poder en beneficio propio y de amiguetes, sectores privilegiados y allegados al poder político. Nadie tiene que pasar necesidad, pero no creo que necesitemos que nuestro Estado tenga un peso del 52% en nuestra economía para satisfacer las urgentes necesidades de los más desfavorecidos, no creo que necesitemos trabajar 194 días para dar cobertura a aquellos que no pueden valerse por sí mismos. Eso sí, pero creo rotundamente que sí necesitamos todo lo citado anteriormente para satisfacer las necesidades del Estado… Y si por ellos fuera les gustaría que el peso de su intervención en nuestras vidas no fuese del 52% sino del máximo posible, y que jamás dejara de crecer.