La economía española y el ‘día de la marmota’


La economía española sigue presentando síntomas de agotamiento como consecuencia de arrastrar los mismos problemas desde hace décadas

En el año 1993 se estrenó en la gran pantalla una película cómica de fantasía llamada El día de la marmota dirigida por Harold Ramis y Danny Rubin, la película y más el mensaje intrínseco en la misma cautivó a muchísimas personas, y, ¿Qué mensaje intenta transmitir el director de la película? El mensaje que la película quería transmitir era el de ser buen vecino, buen amigo, buen compañero, buen profesional, en definitiva, buena persona, ya que, esas actitudes llevan a cualquiera a experimentar sensaciones de felicidad y satisfacción enormes. El protagonista no actuaba como tal, era arrogante, mezquino y desconsiderado y hasta que no actuó de buena manera no pudo amanecer en un día distinto. Y se preguntarán, ¿Qué tendrá que ver esto con España y su economía? Pues bastante, mucho más de lo que piensan, es más, España vive su particular día de la marmota desde hace más de 14 años y en algunas materias incluso 30 años

España y su economía adolecen de muchas ineficiencias que le impiden avanzar en la dirección adecuada, que le impiden avanzar hacia una senda de crecimiento económico sano y sostenido en un largo período de tiempo, y esos problemas son los mal llamados “problemas estructurales”. Esos problemas estructurales de los que se le llena la boca a nuestros gobernantes de hablar salen a flote del discurso público cuando el gobierno de turno ha agotado la credibilidad existente o simplemente ya no le quedan cabezas de turco a las que culpar.

Como decía, España está inmersa en un asfixiante día de la marmota, una pesadilla económica y política que muchos medios de comunicación, instituciones públicas o el propio gobierno quieren hacernos creer que son problemas de la propia estructura del país que tenemos o simplemente como dijo Ronald Koeman hace unos meses; “Es lo que hay, es lo que tenemos”. Y no señores, no, para nada es así, España tiene un gran margen de mejora en su economía. España sigue atrapada en el día de la marmota económico porque tenemos el mercado laboral más rígido de la OCDE cosa que hace muy rígidas las salidas y entradas del mismo mercado, es decir, es muy difícil salir cuando ya estás asentado y es verdaderamente complejo entrar al principio de la vida laboral y los datos así lo reflejan con una tasa de paro juvenil (menores de 25 años) de un 30,6%.

 Otra de las razones por las que sigue nuestra economía atrapada en este dichoso día es porque se niega a afrontar el desafío que tiene nuestra economía con el sistema de pensiones y dicho problema cada día se hace más y más grande hasta el punto de representar más del 40% del presupuesto general de nuestro país y creciendo. Sólo en un día España destina a la partida de pensiones más de 500 millones de euros. Hay muchas salidas mas o menos dolorosas para resolver el problema de las pensiones y transitar hacia otro sistema sostenible y más eficiente, lo que si tenemos que tener claro es que los políticos nos intentan hacer ver que 2+2 son 22 y no, caballeros, sistema de reparto + menor numero de cotizantes + mayor numero de pensionistas es igual a ruina, si a ruina total.

 Podría seguir escribiendo acerca de porque nos encontramos atrapados en el día de la marmota económica en España, pero, ¿Saben que? Daría para un libro más que para un artículo.

Quien lea mis artículos con frecuencia sabrá que tengo una máxima con el poder político, con el Estado y es la siguiente; “Los gobiernos y los políticos no generan riqueza, eliminan regulaciones que impiden generarla”. Investiguen y cuestionen esta frase, les invito y animo a hacerlo, podrán comprobar que los famosos problemas estructurales no son tan estructurales como parecen, sino que son regulaciones y rigideces que impiden al autónomo, empresario y a las familias generar más bienestar y riqueza en favor de mantener un inmenso aparato estatal enmarañado de regulaciones y rigideces que impiden avanzar hacia la prosperidad económica y social, que impiden que vivamos otro día que no sea el de la marmota.