Patios que conducen al cielo


Decía Jorge Valdano que no era posible imaginar la dimensión universal del Real Madrid si no se había aterrizado con el equipo blanco en otro continente. Aseguraba que era ahí, en la distancia, donde se tomaba auténtica consciencia de ella al presenciar el revuelo que suponía la llegada merengue.
En cierto modo, yo la comprobé sin salir de Europa cuando asistí a un Roma-Real Madrid en la capital italiana. Los aficionados romanistas, con la típica grandilocuencia trasalpina, me decían emocionados: «¡Jugamos contra la Historia del fútbol!» Por cierto, aquel partido lo presencié desde la grada porque conseguí, milagrosamente, la última entrada de las casi ochenta mil plazas del Estadio Olímpico. Pero eso os lo cuento otro día (ya le buscaré algún nexo con Córdoba…).
Lo que hoy quería escribir es que con nuestra Fiesta de los Patios ocurre algo parecido. Ni las fotos de las colas kilométricas en las portadas de la prensa local ni la ciudad desbordada en general sirven para hacerse una idea de la repercusión que ha tenido la declaración como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Al ser directivo de la Asociación de Amigos de los Patios Cordobeses, «abro» el de San Basilio 44 varios días de concurso. Y lo he puesto entre comillas porque, como sabréis, este patio tiene dentro talleres de artesanía gracias a los cuales suele estar abierto de forma gratuita. Pero, durante el horario de apertura obligatorio del Festival de los Patios, los miembros de la Junta Directiva nos turnamos para estar allí representando a la Asociación. Entidad, recuerdo, privada y sin ánimo de lucro que también es propietaria de la Casa de las Campanas.
En ese contexto, he escuchado decenas de veces al día expresiones de admiración y sorpresa por lo hermoso del patio en concreto, así como diversas reflexiones y alabanzas sobre lo maravilloso y único de esta tradición local. También mis turnos han coincidido con ilustres visitantes, como el presentador Martín Barreiro y su familia (en 2016) o José Manuel Durao Barroso (en 2017). Curiosamente, ambos casos en lluviosas jornadas.
Una de las recepciones más peculiares fue inesperada y tuvo lugar también en mayo de este año. Un grupo de cuatro simpáticas monjitas me preguntó si podían echarse una foto en la famosa escalera central del patio. La escalera tiene una cadena que impide el acceso del público por motivos obvios de logística y seguridad. Les respondí que no me importaría hacer con ellas una excepción en otro momento, pero con el patio abarrotado de gente no era posible, pues todo el mundo pediría lo mismo. Ellas entendieron mi negativa. Sin embargo, en unos segundos repensé la propuesta y les dije que sí… a cambio de permitirme posar a su lado.

Foto con las hermanitas de los Pobres en San Basilio 44. patios
Foto con las hermanitas de los Pobres en San Basilio 44. /Foto: LVC

La sorpresa fue que no solamente ningún otro visitante rechistó, sino que todos empezaron a hacer fotos de tan singular estampa y el póker de hermanas alineadas en la escalera quedó inmortalizado en decenas de dispositivos de medio mundo. Yo les tomé la instantánea con la cámara de una de ellas y presté mi teléfono móvil para que nos hicieran otra conmigo incluido en la escena, como habíamos acordado. La imagen resultó tan llamativa que ha sido, con mucha diferencia, la publicación más exitosa en la historia de mis redes sociales. Pero la cosa no quedó ahí.
Al día siguiente, entre la multitud, volví a distinguir los cuatro hábitos. Pensé: «Se les habrá borrado la foto y querrán hacerse otra». O mejor: «¡Me traen dulces conventuales para darme las gracias!». Pero la situación fue todavía más curiosa. Cuando se acercaron me di cuenta de que no eran las mismas, y una de ellas me preguntó: «¿Usted es Teo?» Ante mi respuesta afirmativa, continuó: «Nos gustaría tomarnos una foto como la que se hicieron nuestras cuatro hermanas ayer».
Y, cuando uno crea tendencia, ya no le queda otra opción. Repetí, encantado, la secuencia completa…
Confirmando, amigos, que nuestros patios tradicionales no sólo son lo más cercano al Edén que tenemos en el mundo físico cordobés, sino que en algunos de ellos hay escaleras tan mágicas y espirituales que conducen directa e irremediablemente al cielo.