El ínclito ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, es un especialista en pisar charcos, pero debe tener unas magnificas botas katiuskas, porque, al final, siempre sale ileso, a pesar de llegarle el agua por encima de la rodilla.
No sé cuantas van (he perdido la cuenta y la memoria de ellas) las veces en que Grande Marlaska debería haber dimitido, pero, mira, ha sido de los pocos que se han salvado de la crisis de gobierno llevada a cabo por el no menos ínclito presidente del gobierno.
Una de dos: o hace un servicio tan impagable al partido que no hay quien lo haga mejor, o nadie es capaz de lidiar en ese puesto con Pedro Sánchez al mando. Lo cierto es que cada vez que deja su toga de magistrado más embarrada (como recomendaba el otrora Superjuez y cabreado no Ministro, Baltasar Garzón) casi que más me alegro de que no dimita o lo cesen, vaya a ser que en una de esas puertas giratorias de nuestra política vuelva a la judicatura y siga haciendo servicios desde allí.
La última, que parece que queda de nuevo en aguas de borraja, ha sido con su intervención en el inexistente caso de agresión homófoba de Malasaña. No sólo de nuevo se anticipa a que un Juez se pronuncie sobre los hechos, sino que ni siquiera se informa de la policía que dirige (o no les hace caso, que es aún peor) y a continuación les echa la culpa.
Lo de no anticiparnos a las resoluciones judiciales deberíamos hacerlo todos, porque lo mismo que cada español llevamos un seleccionador nacional dentro, llevamos también un implacable juez que dicta sentencia irrecurrible, sin dar la más mínima oportunidad a la investigación y defensa, creando una opinión publica que casi convierte a la Justicia española en una justicia popular de la Edad Media. Nueva inquisición de los que quieren imponer su verdad.
Pero volviendo a Grande Marlaska, lo que más me ha llamado la atención es que al desvanecerse la oportunidad de una nueva lanza contra la oposición aprovechando la falsa denuncia de ataque homófobo, se escuda en que la policía no le había informado de las sospechas de que ello fuera así y por eso se lanzó como un kamikaze a aprovechar la oportunidad política de conseguir más votos, atacando a quienes, en todo caso, también están en contra de ese tipo de actuaciones. Mas ya se sabe: calumnia que algo queda y bajo el arma de la verdad absoluta de la izquierda demagoga y su poder mediático ya se convencerán sus votantes y adláteres de su falsa defensa de la libertad.
Lo malo de todo esto es que mientras que estos políticos de izquierdas no cesan en seguir buscando la división con una memoria histórica superada (que es diferente al reconocimiento de igualdad de derechos de todos los españoles), no se acuerdan de sus propias palabras recientes, aunque ahí está la hemeroteca para recordárselo.
Horas después de los atentados del 11-M en Madrid, el por entonces dirigente del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, en nombre del que era su secretario general, José Luis Rodríguez Zapatero, le espetó al gobierno del PP, y en especial al que era ministro del Interior Ángel Acebes, que los españoles se merecen “un gobierno que no les mienta” y que “nunca utilizaremos el terrorismo con fines políticos”.
Los que peinamos canas (incluso ya pocas) recordaremos que en esas horas todo era confusión y que incluso el lehendakari Juan José Ibarretxe se apresuró a hablar y culpó a ETA de la masacre calificando a sus militantes de alimañas.
Sin embargo, el PSOE, ese que en la oposición es inmisericorde con los errores o faltas de diligencias, sí que aprovechó la ocasión para criticar las declaraciones del ministro que seguía insistiendo en la autoría de ETA, cuando, al parecer, ellos mejor informados por la policía que el propio gobierno de la nación, ya indicaba hacia la autoría yihadista de los atentados.
Ahora, el ministro del Interior, como es del PSOE, no miente a los españoles ni se empecina en su cruzada iniciada por la denuncia falsa. Ahora no hay que dimitir, hay que seguir con la lucha. No se puede desaprovechar la ocasión para crear más división y crispación entre los españoles que genere más votos.
Quizás ya piensen que como nos mienten tanto, los españoles somos inmunes a las mentiras de su gobierno.
A estas alturas del partido ya no pido dimisiones. Da igual, el que lo sustituya seguirá con la misma política. Ya lo único que pido (sé que soy un optimista indomable) es que haya coherencia, humildad ante el error, y verdadera voluntad de servicio en los que nos gobiernan, y no sólo que tengan en la cabeza el puesto y el resultado electoral. Vamos que se preocupen del paro, de la pandemia, del precio de la luz, de esos problemas que de verdad, día a día, agobian a los ciudadanos, aunque como no se produzca un milagro me parece que seguiremos viviendo en una campaña electoral permanente.