¿Sabemos donde está el norte?


Es increíble que estando tan preocupados por recuperar una memoria histórica se pueda permitir el intento de borrar, o más bien de legitimar, una lucha armada

Antes de que me envíen una brújula para localizarlo debo aclarar que no me refiero al norte geográfico. Me refiero a que llevo tiempo con la sensación de que hemos perdido el norte, el oremus, en la forma de comportarnos y, sobre todo, en la forma de valorar las cosas.

Creo que esta sociedad está completamente desorientada y errática, gracias a una propaganda interesada en acabar con los valores históricos de la Europa Occidental, fundados en el humanismo cristiano, y nos quieren llevar al caos, precisamente donde ellos se encuentran a las mil maravillas y consiguen manipular la opinión publica.

Estamos perdiendo el sentido de humanidad, y ya no somos capaces, siquiera, de reconocer al ser humano como lo más grande, lo más importante de la Creación, o para los no creyentes, de la Naturaleza.

No he tenido la oportunidad de leer la resolución judicial del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco que autorizaba, al considerar que no se podía recurrir, la manifestación a favor del asesino (así consta en varias Sentencias firmes) Henri Parot convocada para el pasado sábado.

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Como quiera (tal cual he indicado antes) que no conozco la fundamentación de dicha resolución y presupongo la honestidad y capacidad de los integrantes del Tribunal, no puedo poner en duda la legitimidad de la misma y que, por tanto, se encuentra ajustada a Derecho, pero, por ello, precisamente por ello, no dejo de pensar que algo raro está pasando en nuestras mentes, cuando la ley y la justicia pueden llegar a amparar estas manifestaciones.

Estamos hablando de autorizar una manifestación, directa o indirectamente, a favor de alguien que ha sido condenado por terrorismo en 26 sentencias y que ha provocado más de 80 muertes, cientos de heridos, por no hablar del daño moral en miles de personas.

Es increíble que estando tan preocupados por recuperar una memoria histórica se pueda permitir el intento de borrar, bueno, más bien de legitimar, una lucha armada. Es una absoluta incongruencia que queramos desterrar de nuestras memorias y de nuestros libros figuras que han tenido una influencia histórica, por considerarlos genocidas y criminales, cuando a la misma vez, en el tiempo real, en el hoy mismo, se está pretendiendo reconocer una dignidad a quien tiene más de 4.800 años de prisión en condenas firmes por haber asesinado.

Aún cuando debe entenderse, apoyarse y defenderse la libertad ideológica, por mucho que una inmensa mayoría esté en desacuerdo con aquella, lo que jamás puede admitirse, ni siquiera justificarse, es que esa ideología quiera defenderse e imponerse por las armas, pues los cimientos del Estado de Derecho vuelan (nunca mejor dicho) por los aires.

En definitiva, si hay una ley que autoriza estas cosas, mal vamos. Si al interpretar y aplicar esta ley en el marco del Estado de Derecho seguimos permitiéndolo, peor, porque al final resulta que estamos amparando, dando cobijo e incluso idealizando a aquellos que han sembrado el terror, la muerte y la desolación para la imposición de sus ideas.

Parémonos, reflexionemos y volvamos a poner al hombre, a su derecho a la vida, a una vida digna desde el inicio hasta el fin, en el centro de nuestros esfuerzos y pensamientos y desterremos el mal y a quienes lo causan.

Desde aquí mi total, absoluto y más cariñoso apoyo a todos aquellos que con estas afrentas de la “nueva sociedad” atacamos a su dignidad y a su memoria, a todos los inocentes que murieron por las manos de un asesino a quien se pretende legitimar.