Rebeldía a la medidas anticovid


Creo que como ciudadanos debemos aceptar aquello que los expertos (los de verdad, no los del Sr. Sánchez) decidan en sus reuniones

Ómicron.
Ómicron.

Llevo unos días leyendo y escuchando en diferentes medios de comunicación, incluido éste en el que expreso mis reflexiones, que las medidas que se adoptan para evitar los contagios son inútiles y que no se hace, por parte de los gobernantes, lo que realmente debería hacerse y que sólo se adoptan medidas para que parezca que se hacen cosas, pero, en verdad, de nada sirven las medidas que se toman, sólo para someternos a cumplir con su voluntad.

En esto es como en el fútbol, en el que todos llevamos un seleccionador dentro, aquí cada uno de nosotros somos nuestro propio virólogo y economista y sabemos lo que se debería hacer, no como quien nos gobierna, lo malo es que, a pesar de saberlo, tampoco lo hacemos, aunque lo que nos dicen que hagamos también nos parece absurdo.

Somos rebeldes por naturaleza y no nos gusta que nos fastidien nuestros planes con medidas que impidan que hagamos lo que teníamos pensado, así que lo mejor es oponerse a ellas y criticarlas, pero no veo a nadie que después de la crítica diga qué es lo que tenemos que hacer y que además de servir para parar los contagios no perjudique al personal.

Ahora nos oponemos a que se exija el llamado “pasaporte covid”, ya que el estar vacunado no garantiza que nos podamos o podamos contagiar. Pero tampoco queremos que nos encierren en casa y se cierren servicios no esenciales, porque nuestra economía no lo soportaría. Queremos una normalidad que no es posible porque no es normal lo que estamos viviendo.

Creo que como ciudadanos debemos aceptar aquello que los expertos (los de verdad, no los del Sr. Sánchez) decidan en sus reuniones, ya que se supone que al ser expertos en diversas materias son los que saben cuáles son las mejores medidas para intentar atajar una y otra ola, sin que, a la vez, volvamos a parar la economía y colapsar los hospitales y las UCIs.

No cabe criticar una medida por sí sola. Es muy posible que si no se conjuga con otras y con unos resultados pretendidos sea cierto que no sirven para nada. Hay que ver el conjunto de las medidas y cumplirlas todas. Seguramente, con ello, no conseguiremos acabar con “el bicho”, pero sí que será más probable que acabe siendo algo normal en nuestras vidas, como los resfriados y las gripes.

Lo que sí debemos exigirles los ciudadanos a nuestros gobernantes es que asuman su responsabilidad y que hagan lo deben hacer. Es decir, tomar las medidas que sean necesarias y no ampararse en resoluciones judiciales que protejan derechos fundamentales. Es la Ley la que debe regular esas limitaciones de nuestros derechos a fin de conseguir el bien general y para ello es necesario una ley orgánica, que por las mayorías que precisa para salir adelante, obligaría a lo que no están dispuestos: a trabajar por el bien de todos y no por su lucha política.

Cierto es que el gobierno, después de casi dos años y dos declaraciones de inconstitucionalidad del estado de alarma no ha querido regular sobre la materia (es incómodo e impopular), pero no lo es menos, que ningún partido de la oposición, ninguno, ha promovido una proposición de ley para ser discutida en el Congreso. Lo dicho, es más fácil criticar que actuar.

Es verdad, al menos así lo parece, que la vacuna no evita el contagio, pero yo que acabo de pasarlo, gracias a esa vacuna sólo me he enterado porque he estado confinado en mi domicilio, así que si todos estamos vacunados y nos garantizamos que así se cumple, es muy posible que los contagios sigan ocurriendo, pero también que las consecuencias sean más leves y, con ello los expertos, quizás, hayan pretendido que los hospitales puedan responder mejor a las “olas” y que la economía se resienta menos. Y, ya, si usamos la mascarilla cuanto más mejor, sería la leche.

Propongo, que en vez de tanto protestar, cumplamos, de verdad, las medidas de seguridad que se nos dan y que no seamos más listos que los expertos y, quizás, hasta nos va mejor.