Meros instrumentos


Sólo somos instrumentos para conseguir poder y mantenerse en él sin importar lo ofrecido en un programa

Mucho se ha venido diciendo, y escribiendo, sobre la votación de la ratificación del Decreto Ley (otro más, y creo que han sido 32 los del año 2021) que regula la reforma laboral.

No tengo intención de entrar a valorar lo aprobado, pues no es el foro, sólo me quiero detener un momento en dos aspectos formales relacionados con el momento de la aprobación: el error del diputado Casero y los votos en contra de los diputados de UPN.

Son absolutamente inadmisibles los insultos y vejaciones que se han llevado a cabo frente a la persona de Alberto Casero (a quien no tenía el gusto de conocer ni siquiera por su nombre), pero por muy burdo que hubiese sido el error, una cosa es la crítica, incluso la irónica, y otra muy distinta la degradación de la persona. Hay límites que no se pueden sobrepasar por respeto al ser humano.

No obstante, eso no quita para que al Sr. Casero se le pidan explicaciones y, en su caso, responsabilidades. Por lo que tampoco cabe esa defensa a ultranza de quien ha cometido el error. Todos, repito, todos, podemos cometer errores (seguramente yo cometeré más que nadie), pero de ellos hay que aprender y se tiene que ser responsable de lo que se ocasiona con ellos.

Dice el Sr. Casero que se ha tratado de un error informático. Si eso es así, entiendo que los expertos podrán determinar si es posible o no que se produzca dicho error. Si fuese posible, tardando están en suspender y dejar sin efecto el voto telemático y buscando soluciones que confirmen la veracidad de lo votado. La Soberanía Nacional no se puede permitir tal chapuza. La voluntad de los representantes del pueblo no puede, en forma alguna, quedar condicionada por tal motivo.

Si el error no es informático, sino un error humano, vale lo que he dicho anteriormente, nadie está exento de meter la pata, pero parece que para tratarse de un error humano, poca atención se ha tenido que prestar a la hora de pulsar el botón. Pues según he oído en diversos medios de comunicación, el procedimiento es bastante sencillo, con colores que identifican el sentido del voto y con necesidad de ratificar la elección. Por lo que se trataría de un error grave, o de no saber qué se está votando, lo que aún puede ser peor, o haber querido votar eso pensando en que no tendría consecuencias el voto y luego no poder dar explicaciones de salirse del redil.

Si se demuestra el error humano no queda otra que apechugar con las consecuencias y la reforma laboral quedará en vigor, pero por muy buena persona que sea y por mucho que haya trabajado en el pasado el Sr. Casero, no puede seguir un minuto más con su acta de diputado, pues ha demostrado una grave falta de, al menos, concentración en lo que debía hacer.

Pero aún más grave, si cabe, me parece lo de UPN, porque nos coloca a los ciudadanos (léase como votantes) como meros instrumentos de sus intereses.

Podría llegar a entender que se considere que es buena la reforma laboral (a lo mejor lo es), incluso que se estime que es mejor aceptar esta reforma laboral que otra de más calado  (que quizás se haya evitado) y por ello votar a favor de la misma. Esto es muy sencillo de explicar y, compartiéndolo o no, sería fácil de entender y, en su momento, de aprobar, o no, con nuestro voto (si fuésemos capaces de votar atendiendo al resultado de la confianza depositada en su día y no en base a los colores de nuestro equipo).

Lo que resulta inadmisible es que los derechos de los ciudadanos se vendan por un puesto de poder. Y eso es lo que a mí me parece que ha pasado en UPN.

No, no se trataba de si la reforma era buena, mala o mediopensionista, sino de asegurar la poltrona de la Alcaldía de Pamplona a su militante Enrique Maya, quien ese mismo día se enfrentaba a una reprobación de EH Bildu, que los socialistas iban a apoyar en principio, que tras el acuerdo de votar “sí” a la reforma laboral no iban a apoyar, y que acabaron apoyando porque dos diputados rectos, con sus ideas y compromisos claros, decidieron cumplir con sus conciencias y sus programas, por encima de someterse a los chantajes del poder.

De todo ello, lo único que saco es desmoralización y frustración en el sistema político. Al final resulta que no se trata de un trabajo tan importante como para estar presente en el Congreso en todo momento, incluso si la salud es frágil, o concentrado en el botón a apretar, o que, lo que es aún peor, sólo somos instrumentos para conseguir poder y mantenerse en él sin importar lo ofrecido en un programa y en una ideología.