Los gorriones


Rafael del Campo
Rafael del Campo Blog

Como cada mañana abrió el ventanal y, frontero a su mirar, descubrió un puñado de gorriones, arrebujados, hinchado el plumerío, arrecidos… Esperaban a que el sol traspusiera por encima de las torres y, entonces, los rayos templaran el tejar y sus cuerpecillos se calentaran para poder arrancar su vuelo de cada día, hacia la vida, hacia la libertad…

Estaba el hombre contemplándolos, deshilachando pensamientos y rememorando sucedidos. Y así podría haber permanecido largo tiempo abstraído pero, de pronto, silbó la cafetera, y el hombre hociqueó el aroma de la infusión y volvió al presente.

Sentado en la mesa examinaba los documentos, los folletos y la relación de nombres por los que, según unos señores muy amables y untuosos, debía optar. Para ello le señalaban en una carta muy sesudas razones.

De vez en cuando se echaba al cuerpo un sorbito de café y cabeceaba de un lado a otro mostrando su recelo.

El hombre hacía tiempo que confiaba poco en algunos prójimos.

–     Yo ya estoy muy toreado, solía decir.

En ese que le sonreía desde una perfecta dentadura blanca no confiaba. Era de los que decían una cosa y, al día siguiente, sin el menor arrobo, hacían lo contrario. En muchas ocasiones había dado muestras de su doblez y a él, a él por lo menos, no lo iba a engañar de nuevo.

Había otros que le reclamaban el voto ofreciendo lo que no habían hecho cuando pudieron hacer lo que ahora prometían. Descartados.

Nuevo sorbito de café.

Y a esos de más allá los tenía bien calados: eran de esa ralea de los que se ponen maravillosos en la prédica, pero trigo, lo que se dice trigo , dan poco. Y es que, como decía su abuelo, quien a sí mismo se capa, buenos cojones se deja y estos, lo tenían bien demostrado: habían venido a la darse el festín y no iban a dejar su ración tan fácilmente.

Antes de que se enfriara definitivamente el café se echó el último sorbo que, como llevaba el azúcar precipitado en el fondo, resultó muy dulce.

Luego dijo mirando a un folleto :

–     Te voy a votar a ti, porque, aunque pueda variar de algunos de tus pensamientos, creo en los que no me engañan, en los que dicen lo que piensan, lo hacen y luchan por ello…En los que iluminan la ilusión de cambiar y mejorar. Creo, sobre todo, en el sentido común y en las verdades de siempre, esas verdades que esta gente nos quiere robar.

Y salió de su casa con la papeleta elegida.

Dio un portazo algo ruidoso y los gorriones , que ya habían templado sus cuerpecillos, levantaron el vuelo, una mañana más.

Hacia la libertad, hacía la vida…

Ese bando de pájaros humildes representaba, pensaba el hombre, la ilusión de los sencillos. Así que él, también, cogió su caminillo, pim, pam, pim, pam, con su papeleta redoblada en la mano y un sombrero verde cubriendo los desmontes de su calavera.

Lo tenía muy claro: como los gorriones, iniciaba su camino hacia la libertad, hacia la vida, hacia el sentido común.

Y, sin saber por qué, recordó que el color de la esperanza es el verde.

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