Año 1.977
El Chito se gastó los dineros y puso un Telefunken Palcolor en el Bar, así que la gente, a la golosina de ver el futbol, los toros o lo que fuera, arrimaba y:
– Chito, un carajillo.
– Chito, un par de cervezas.
– Chito, rellena la copa.
Y a la noche, cuando cerraban, la Encarna, la mujer del Chito, que llevaba las cuentas en la cabeza y era muy, pero que muy codiciosa, decía:
– Chito, hoy le hemos cortado a la venta no menos de 1.000 pesetas.
Y rara era la vez que no acertaba.
Aquella tarde el Bar estaba lleno de gente y en la barra el personal se rozaba codo con codo.
Don Elías vio un huequecillo y allí se acopló.
– Chito, un cortado.
– Marchando, Don Elías.
A Don Elías todos lo respetaban porque era ya viejo y porque había sido alcalde muchos años. Un alcalde honrado y cabal. Cuando dejó el cargo, después de 30 años ininterrumpidos, Franco le dio una medalla y lo recibió en el Pardo.
Los amigos, los conocidos, los curiosos, le tiraban de la lengua :
– Don Elías, dicen que Franco está muy viejo y que se mea en los pantalones.
Y Don Elías, que era franquista acérrimo, se encocoraba:
– ¿Que se mea? El que se meó fui yo cuando lo vi… Está para ganar otra guerra.
El Meli se llamaba Melitón, pero todos le decían Meli el de la Sierra, porque anduvo en el maquis muchos años. Cuando lo cogieron estuvo en la cárcel, en trabajos forzados, y no lo fusilaron porque…bueno, no se sabe por qué. Sería por su buena suerte, tampoco hay que pedirle explicaciones a la fortuna.
El Meli vio un huequecillo en la barra y allí se acopló. Codo con codo con Don Elías. Ni se miraron, siquiera.
– Buenas.
– Buenas.
Al Meli todos lo respetaban porque era ya viejo y porque era un hombre honrado y cabal. Lo que hubiera hecho, si era malo, ya lo había penado ante la justicia de los hombres.
– Chito, un cortado
– Marchando, Meli.
En esto se interrumpió la emisión y en el Telefunken Palcolor salieron unas letras : Mensaje del Presidente del Gobierno, Don Adolfo Suárez González.
Mientras hablaba Suárez, Don Elías pensaba :
– Hay que cambiar. Todos hicimos cosas malas. Yo el primero. En mis tiempos de alcalde, denuncié a vecinos por rojos sabiendo que podrían serían fusilados. Esto no puede volver a pasar. Mientras hablaba Suárez, el Meli pensaba :
– Hay que cambiar. Todos hicimos cosas malas. Yo el primero. En mis tiempos en la sierra, robé y maté. Hasta tenía una bala preparada para Don Elías…Y él lo sabe.
Los hombres de entonces, Suarez, Don Elías, el Meli, eran más de hechos que de palabras. Al fin y al cabo, los grandes discursos son para aquellos que no actúan y hacen lo contrario de lo que dicen, y se tapan con las palabras y grandilocuencias. Por eso Don Elías dijo:
– Chito, cóbrame el café de Meli.
Era un gesto muy pequeño, pero suficiente. Y valió para que se agostaran los odios que habían reverdecido durante tantos años.
Meli dijo:
– Gracias, Don Elías.
Y sacó del bolsillo una bala oxidada, resudada, vieja. Se la entregó:
– La tenía preparada para usted. Me alegro de no haberla usado nunca. Aquellos hombres eran más de hechos que de palabras. Al fin y al cabo, los grandes discursos son para los que no actúan y hacen lo contrario de lo que dicen y se tapan con las palabras y grandilocuencias.
Se dieron un abrazo.
Desde el Telefunken Palcolor, Suarez, gesto serio, perfecta dicción, sinceraba sus deseos :
“ Se puede prescindir de una persona en concreto. Pero no podemos prescindir del esfuerzo que todos juntos hemos de hacer para construir una España de todos y para todos.“
Año 2.020.
El día que Chito, el hijo de Chito, iba a reinaugurar el Bar tras la reforma se decretó el estado de alarma y lo jodieron. Lo jodieron bien jodido. Así que pasó más de dos meses de penitencia y, por fin, pasado el purgatorio, pudo abrir. Había hecho muchas mejoras y había instalado una pantalla plana, alta definición, para ver el futbol, los toros, o lo que fuera. Tenía la esperanza de que, al reclamo del artilugio, el bar se llenara de clientes:
– Chito, un carajillo.
– Chito, un par de cervezas.
– Chito, rellena la copa.
Y engordara la bolsa, que buena falta hacía, que estaba muy alcanzado de dineros.
Pero aquel día, con el miedo que tenía la gente, la distancia de seguridad y las prohibiciones, sólo había dos clientes. Y, aunque se conocían bien y eran amigos, como lo habían sido en tiempos sus padres, estaban muy separados: eran Elías, el hijo de Don Elías y Melitón, el hijo de Meli el de la sierra.
Se hablaban casi a voces:
– ¿ Todo bien ?
– Dentro de un orden.
– ¿ Y vosotros ?
– Bien…
Chito, como no tenía faena, empezó a trastear con el mando a distancia. Para matar el tiempo, mayormente. Y la gran pantalla plana, alta definición, pasaba súbita de una película de piratas a unos dibujos animados; de un documental de focas a la Misa de la 13…
En esto apareció Pablo Iglesias.
Elías dijo:
– Deja eso, Chito.
Era un resumen de algunas de sus intervenciones. Parecía que reñía, con su tono de predicador pedante y airado:
“ La crisis terminará cuando el miedo cambie de Bando “
– “ Yo no puedo decir España, yo no puedo usar la bandera roja y gualda “
– “ Vosotros sabréis hacer cócteles molotov, porque ante la crisis del capitalismo, nos tocará coger las armas”
Pero era un pobre hombre, un hombre más de palabras que de hechos, que hacía lo contrario de lo que decía y se tapaba con palabras y grandilocuencias.
– Este era el que no iba a salir nunca de Vallecas, dijo Meli. El que se iba a recatar el sueldo. El que decía que el político no debía pedir perdón. Que si se equivocaba lo que tenía es que dimitir…Ja, ja, ja…
Y se lamentó :
– Por gente tan falsa como esta no se jugó mi padre la vida, ni se chupó seis años de cárcel con Franco.
Elías:
– Ni a ti ni a mí nos va a envenenar ya…¿ Pero a nuestros hijos ? Hemos luchado tanto para llegar aquí…
Melitón ya estaba harto de tanta frase enfática y de tanta mentira.
– Chito, quita al tío este.
Y Chito cambió de sintonía. Puso un documental: una hiena reidora devoraba a una cría de antílope.
Miró incrédulo al mando a distancia… Por un momento pensó que había fallado y no había cambiado el canal…que seguía Pablo Iglesias perorando. Luego entrecerró los ojos, se fijó con muchísimo detalle en la pantalla, y se dio cuenta de que sí, de que el mando a distancia, a pesar de sus sospechas, había cambiado de canal.
¡Qué cosas!
Constructivo y encantador como siempre.
Describe lo que las personas vividas o informadas, por la razón y la convivencia deseamos para esta sociedad y país, ¿pero qué pasará?