Hasta siempre


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I.- Era como estar tumbada en la playa: de pronto las olas la mojaban y la marea la mecía mar adentro. Todo era entonces sosiego, una quietud plácida, lindera entre la paz más absoluta y el silencio más musical. Al rato tornaba a la conciencia, pero ya venía invadida de paz y nada podía inquietarla.

En esos momentos de retorno, le sorprendía que podía verse a sí misma, yacente en su cama de hospital, inerte, con los ojos cerrados: su marido y su hermana la velaban. A ratos rezaban, a ratos las  lágrimas les rodaban mejillas abajo, como un arroyuelo famélico y discreto… Hubiera querido gritarles que estuvieran felices, que ella lo estaba, pero desde esa dimensión confusa donde flotaba le era imposible comunicarse.

Aunque tiempo atrás le había angustiado el paso de la vida a la muerte, ahora sabía que ese tránsito era algo natural, como abrir la puerta de la habitación y entrar en otra estancia, donde seguir viviendo.

Hizo un nuevo esfuerzo por gritar que estaba feliz, que no sufrieran por ella, que el dolor era un engaño…Pero entonces, de nuevo, sintió esa fuerza que, suavemente, la llevaba hacia el infinito, en un vaivén sosegado. Y quedó otra vez depositada en la paz.

 

II.- No supo medir cuanto tiempo había estado ausente, flotando en esa paz aun no definitiva. El tiempo era ahora una realidad impostada, no existía. Pero su sabiduría crecía : por eso,  al volver de nuevo,  no le sorprendía verse a sí misma sobre la cama de hospital, con los ojos cerrados, pero percibiendo todo lo que le rodeaba con una nueva clarividencia. Trató de gritar a su marido, a su hermana :

  • ¡ No sufráis por mí, estoy feliz !

Pero el intento era estéril porque, desde esa línea que divide esta vida y la otra, el lenguaje es distinto y ella no sabía aun comunicarse con esas nuevas reglas.

La noche estaba cayendo suavemente. Una oscuridad blanda, otoñal y amable, entraba por la ventana como si fuera un denso río de sombras. Para ella todo era hermoso. Pero entonces precisamente entonces,  una inquietud lacerante le hirió súbitamente el corazón:

 

  • ¡ Mis hijos ! ¡ Qué será de ellos!

Desde su cercana lejanía trató de comunicar su angustia, su miedo, su dolor:

 

  • ¡ Mis hijos !¡ Qué será de ellos!

Fue entonces cuando su hermana, sin saber por qué,  se acercó a su cama. La tomó de la mano ingrávida y, mientras se la acariciaba, susurró a su oído :

 

  • Los niños están bien: ahora están en casa, estudiando y serenos. Y estarán bien siempre. Nunca serán huérfanos de madre :  yo consolaré sus tristezas y los llevaré de la mano siempre. Tendrán mi consejo y mi amor de madre.  Te tendrán a ti en el Cielo y a mí en la tierra, cuidándolos como tú lo hubieras hecho… Yo seré tú. No temas y vete tranquila…Y desde el Cielo no nos dejes, jamás.

La certeza de saber cuidados a sus hijos la zambulló en una alegría luminosa, ya alejada de toda angustia.

 

III.- Al poco rato sintió que la marea amorosa venía de nuevo a recogerla. Pero ya podía partir en paz, con toda la paz. Su hermana sería madre de sus hijos, como había sido su propia madre durante los últimos años de enfermedad y de lucha. Quiso decirle a su hermana :

  • Yo también estaré siempre con ellos, contigo, con vosotros…

Pero ya no podía comunicar con su hermana, que estaba conmovida, muy conmovida, aislada en su tristeza.

Entonces se fijó en otro familiar. Estaba sentado en un sillón, casi ausente…El familiar trataba de zafarse de la emotividad que lo atenazaba : los ojos cerrados, la mano en la barbilla en actitud pensativa, evitando el momento. De vez en cuando se mordía la lengua con ira, para controlar las impresiones que se desataban …Otras veces pensaba en frivolidades, en estupideces, en circunstancias absurdas, ridículas, peregrinas… Era una táctica que usaba desde antiguo, y que era muy eficaz  para controlar a los sentimientos en momentos álgidos.

Ella quiso aprovechar esa circunstancia. El familiar era el único que estaba aceptablemente sereno así que, desde la linde del misterio, le interpeló:

 

  • Diles que estaré siempre con vosotros…Esto es un mero hasta luego. Sed felices. Yo lo soy.

El familiar volvió de su aislamiento y mirando al infinito, con los ojos del alma,  asintió.

  • Lo sé. Se lo diré a todos. Vete tranquila. Y desde el Cielo no nos dejes, jamás

Entonces ella sintió que la marea volvía a mojar su cuerpo y a retornarla a la Luz.  Sintió la felicidad de quien todo lo entiende. Tenía a la vista el Misterio de la vida y el Misterio del Amor.  Y volvió a decir, ahora gritando gozosamente:

 

  • ¡ Estaré siempre con vosotros…Esto es un mero hasta luego. Sed felices. Yo lo soy.!

Y llena de alegría  cruzó la linde del misterio.

Hasta siempre…

2 Comentarios

  1. Gracias por hacernos llegar los últimos momentos de paz y amor eterno de nuestra amiga. En la distancia todo es más difícil, y ahora la hemos sentido más cerca que nunca. Hasta luego amiga, nos vemos pronto.

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