Su p… madre


Hace mucho  el tío Fulgencio se acartonó y, desde entonces, no pasa el tiempo por él. Se ha quedado como un bacalao seco: magro de carnes y medio momificado, pero con el vigor de un becerrete y los ojos verdes, tan brillantes como chispas de candela. Es un hombre ya delanterillo, pero justo y bondadoso a la vez. Cabal. Lo único, que es muy mal hablado y no acaba una frase sin abrocharla con una picardía.  Venga o no venga a cuento. Y siempre la misma picardía:

-¡Su puta madre!

En el pueblo y, aun más, en la comarca, el tío Fulgencio goza de fama de hombre sabio y cuando hay cualquier disgustillo por temas de herencias o dos discuten por las lindes de los predios suelen acudir al tío Fulgencio para que eche su veredicto y ponga paz entre los contendientes. Y el tío Fulgencio, tras repensar, da su consejo para que vuelva la armonía y no haya disgusto entre los herederos o entre los colindantes. Y después de su sentencia remacha, aunque no venga a cuento:

-¡Su puta madre!

Fue sonado  cuando murió la señora Marquesa:   los hijos no se ponían de acuerdo en las particiones y eso era un venero de discusiones y de gastos. Llamaron para que mediara a un señor que era abogado y  como era muy listo estaba además  de maestro en la universidad. El interfecto lo que hizo fue liarla más todavía : que si el derecho de acrecer, que si la delación de la herencia, que si el carácter colacionable de no sé qué  donaciones..que si la jurisprudencia del Supremo, que si la doctrina de Castán Tobeñas…Hizo un informe de cien páginas que no sirvió de nada; si acaso para encocorar aun más los herederos. Cuando el tío Fulgencio se enteró de lo que había cobrado el abogado para, a la postre,  no arreglar el entuerto solo dijo, por todo decir:

-¡Su puta madre!

A lo mejor no venía a cuento, pero lo dijo.

Unos meses más tarde coincidieron los herederos en una montería. Allí estaba el tío Fulgencio que iba de secretario. Y cuando le echó la vista encima al primogénito de la señora Marquesa, que ahora era el señor Marqués, y al que conocía desde zagal,  lo llamó:

-Juanito, vente para acá.

Y lo estuvo regañando : que parece mentira que por cuatro miserias no os habléis los hermanos, que tú que eres el mayor tendrías que dar ejemplo, que si tus padres levantaran cabeza te deslomaban, que lo importante es llevarse bien, que tener razón no es razón suficiente….

Juanito, o sea, el señor Marqués, respetaba mucho al tío Fulgencio y estuvo rebinando sus palabras y  le hizo caso y, al final de la montería, allí en la misma junta de carnes, los hermanos se acompasaron y volvieron a hablarse y partieron la herencia y en paz.

Cuando Juanito, o sea, el señor Marqués, le dio las gracias, el tío Fulgencio dijo:

-No me las des. Yo estoy satisfecho con que os hayáis arreglado.

Y dio una calada honda al cigarro, le rebrillaron los ojos verdes, muy verdes, y dijo , aunque no venía cuento :

-¡ Su puta madre !

El tío Fulgencio ha sido de izquierdas toda la vida de Dios. No es que tenga un pensamiento político muy evolucionado, pero su sentido sí tiene:

-¿ A quién vamos a votar los obreros ? Pues a la psoe, que es el partido de obreros.

Aunque últimamente ha cambiado. Porque el tío Fulgencio tiene un nieto que vive en Barcelona y cuando se rebaja al pueblo apena sabe dos palabras en español. Y el tío Fulgencio se cabrea porque el gobierno, por eso de cumplir con el Rufian ese, da de lado a nuestra lengua.

-Hay que ver, dice el tío Fulgencio, qué bien tiene puesto el apellido: Rufian. Su apellido lo dice todo.

Y abrocha, aunque no venga a cuento:

-¡Su puta madre !

Y es que el tío Fulgencio es muy mal hablado. No tiene maldad, pero es muy mal hablado.

Al tío Fulgencio le mataron en Tolosa a un sobrino que era guardia civil. La ETA se lo mató. Ahora cuando ve que el gobierno pacta con Bildu para sacar los presupuestos se cabrea mucho y aunque es de izquierdas de toda la vida y siempre ha votado  a la psoe le sube una sangre muy caliente que le agita el sentimiento y dice :

-¿Sabéis quien va a votar a la psoe en las próximas elecciones?

Y cuando los amigos con los que está en el bar lo interrogan con la mirada, él da una calada honda al cigarro, le rebrillan los ojos con mucho verdor y dice:

-¡Su puta madre!

Y se asoma a la ventana del bar y ve que ya ha llegado el otoño,  que ha traído temperaturas suaves y algunas lluvias,  y columbra que la vida sigue y que los arroyos van corriendo, unos con más miseria, otros con más abundancia…

Y que las gentes, las buenas gentes de España, hayan sido de izquierdas o hayan sido de derechas, lo que quieren es ser españoles y  que se respete a sus muertos,  a su lengua y a su cultura…por eso miran con esperanza a los campos y los ven  ya vestidos de verde, de verde esperanza, por la hierba que va apuntando en las laderas y en las vaguadillas…

 Por ello el tío Fulgencio cree que si nos deja el gobierno y  no nos pisa el pescuezo demasiado,  saldremos de esta. Si tenemos suerte.

¡ Su puta madre ¡

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