Se llamaba Antonio Jiménez, pero le decían “ El Nene “ .
Muy encanijado. Las carnes escurridas. Los perfiles afilados, como un silbido. Y los pelos hirsutos, amarillosos, como si tuviera un rastrojo en la cabeza. Y un puñadito de pecas mal repartidas, esturreadas por la cara, como puestas al azar. Y los ojos vivaces, inteligentes, con más chispas que una candela. Así era “ El Nene “.
Y listo como el hambre. Ya lo decían los aficionados :
- ¿ Este ?…este es más listo que una rata.
Si el novillo era abanto y los peones no se daban maña para pararlo, salía él, un niño todavía, y lo recogía, y andando para atrás lo embebía en el capote, y lo fijaba…Y luego le pegaba tres lances y una media enroscándoselo. Y la gente loca, loca, loca “ perdía “….
- ¿ Este ?… este es más sabio que Joselito.
E igual si el bicho era gazapón, de esos que arrean al arrancarse. Y pegan gañafones. Y se frenan. Y resoplan. Pues lo mismo: lo sobaba por bajo, con suavidad , pero con mando, y el animal se entregaba y si de salida tiraba viajes y punteaba los trastos, ahora metía la carita con profundidad y alargaba el embestir hasta donde la muleta lo llevaba. Y la gente loca, loca, loca “ perdía“…
- ¿ Este ?…este es más poderoso que Domingo Ortega.
Por si fuera poco “ El Nene “ tenía arte, componía la figura con mucha naturalidad, con mucho sabor, y, llegado el caso, hasta se arrebataba e improvisaba un adorno, un desplante jacarandoso, un detalle torero….Y la gente loca, loca, loca “ perdía “….
- ¿ Este ?…este tiene más arte que El Paula.
Pero la vida fue pasando porque, como dijo no sé quien, todo pasa y todo llega, porque lo nuestro es pasar… y no sé cuantas zarandajas más. Y “ El Nene “ creció y el cuerpo le fue cambiando y cogió tipo de hombre. No es que engordara, pero tomó ya otra cochura, más madura, con más trapío.
Don Liborio, que era muy seguidor suyo y pedante hasta el extremo, se lamentaba:
- Ya no tiene la languidez de efebo que lo adornaba antaño, cuando su toreo era puro, como el beso de una rosa…
Y a la par de la madurez le vino la consciencia y, por ende, el miedo. Y el miedo se le agarró a la garganta y lo desarboló. Y ya no recogía los novillos abantos; y a los gazapones les pegaba cuatro trapazos y los estoqueaba como mejor podía, de un golletazo a paso de banderillas, y fuera líos; y así tarde tras tarde, fracaso tras fracaso: una tarde estaba desinhibido, otra birlongo, otro tiraba por la calle de en medio y le pitaban fuerte… y , poco a poco, terminó de malbaratarse como torero.
Hasta que cansado de pasar miedo y de escuchar broncas y sentir el miedo agarrado en la garganta se dijo : ya no puedo más. Y lo dejó todo. Todo menos la afición. Sabía que podía haber sido el mejor. Pero que se había quedado en el camino: por el miedo. Maldito miedo. Siempre el miedo.
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Pero hay vida después del toreo y era preciso ganar de comer. Montó sus negociejos. La cosa la orientó bien porque “ El Nene “ era listo, más listo que una rata, y a la nada estaba ganando cuartos. Así que se casó. Aquello era una felicidad distinta, más pausada. Sin miedos. Al poco, como suele pasar en estos casos debido a las vehemencias de la juventud, la señora quedó embarazada. Y el gusano del toreo empezó a remorder de nuevo:
- ¿ Y si fuera varón ? A lo mejor podría llegar dónde yo no pude…
Y los pensamientos se desembridaban e iban solos, como si tuvieran vida propia, imaginando tersas verónicas , chicuelinas ajustadas que barrían la arena, tandas de naturales arrastrando la muleta, remates, adornos, estoconazos…. Y él desde la barrera, aconsejando al hijo :
- Niño, déjasela puesta…no le pierdas pasos…ahí…ahí..bien…bien… ¡¡ bieeeen¡¡…
Pero las cosas : Dios quiso que el hijo fuera una hembrita: preciosa, recortadita, de carilla redondita y ojos dulces. Pero hembrita al fin y al cabo, y esto se compadecía mal con sus esperanzas taurinas.
Su compadre Manolín, que tampoco llegó a nada y ahora andaba suelto de banderillero, era muy bruto. Pero bruto de verdad :
- ¿ Una niña ? Vaya…te acompaño en el sentimiento…una desgracia como otra cualquiera…
Es una gran verdad eso de que Dios tiene una caligrafía confusa, y escribe torcido en líneas rectas. O al revés, que escribe recto en líneas torcidas, que lo mismo da. Y por eso la niña sacó casta. Y afición. Y desde muy pequeñuela hacía ascos a las muñecas y, en cuanto podía, echaba mano de un trapo y dibujaba lances en el aire.
A “ El Nene “ hubo que animarlo poco para que la llevara a las novilladas sin caballos; para que le enseñara el correcto manejo de los trastos; y luego, conforme crecía, para irla iniciando en saberes más ocultos, como las distancias, los terrenos, las querencias…
Que la mujer de “ El Nene “, que era muy maliciosa, estaba escarapelada :
- A ver si me la vas a convertir en un marimacho con tanto toreo.
Y “ El Nene “:
- Que es un juego, mujer, un juego…
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Con que un juego, sí, sí: el Domingo de Resurrección debutó con picadores. En Córdoba. Con mucho ambiente. Y “ El Nene “ volvió a sentir el miedo agarrado a la garganta. Hacía 20 años que no sabía lo que era el miedo al toro. Ahora lo sentía con más fuerza. Porque “ El Nene “ antes que torero, era padre.
El miedo. Maldito miedo. Siempre el miedo.
Sentado en su barrera, el frío de la piedra le gateaba por las acequias del cuerpo y se le remansaba en el corazón. Y se lo arrecía.
¡¡Se arrepentía de tantas cosas !! : de haberla llevado a las novilladas sin caballos; de haberle enseñado el correcto manejo de los trastos; de haberla iniciado en saberes más ocultos, como las distancias, los terrenos, las querencias.
Ahora, al verla sonriente y bellísima, al frente de su cuadrilla, se lo censuraba con todo rigor :
- ¡¡ Fuiste un inconsciente…un loco…un irresponsable ¡¡¡
Cuando sonaron los clarines y salió el novillo, antes incluso de que la niña se abriera de capote, “ El Nene “ se levantó enajenado y se ocultó en el vomitorio, tapándose el rostro, llorando de miedo.
El miedo. Maldito miedo. Siempre el miedo.
Entonces, con toda la crueldad de que era capaz, se dijo :
- ¡¡ Eres un inconsciente…un loco…un irresponsable ¡¡¡ ¡¡¡ Pero sobre todo eres un cobarde ¡¡¡
Mientras, en la plaza, la niña mecía al novillo en verónicas transparentes y las ovaciones volaban como pájaros desbandados, atronándolo todo.
Y “ El Nene “ no habia visto nada : por el miedo. Maldito miedo. Siempre el miedo