¡ Qué contradicción…!


Él sabía que el mundo lo mueven los poetas y los soñadores: bastaba con echarle un vistazo a la historia.

El señor Manzano   tenía luces largas y por eso pensaba con claridad y lo que es más difícil aun: sabía expresar con precisión  lo que pensaba. El señor Manzano se había leído el Quijote varias veces y  recordaba al pie de la letra algunos pasajes y cuando andaba de parranda con sus  amigos      ( Don Juan, Don Alejandro, Don Gonzalo y Don Jesús Rafael )  viniera o no a cuento, soltaba una cita de Cervantes para que se supiera que él era más instruido que los demás .

– Vosotros, amigos míos, decía muy condescendiente, no sois malos, pero tampoco especialmente esclarecidos….

Así, cuando Don Jesús Rafael ( que sólo bebía agua con gas )  le afeaba la desmesura con que trasegaba el tinto, el señor Manzano  decía:

– Digo lo que decía Cervantes en estos casos: “ Bebo cuando tengo gana, y cuando no la tengo, bebo por no parecer  melindroso o malcriado…. “

Y Don Jesús Rafael, acharado, se callaba, y no sabía qué hacer ni qué decir, y se echaba un buchito de agua con gas gaznate abajo,  para  entretener el paso del tiempo y evitar que el señor Manzano le lanzara otra invectiva…

El señor Manzano era sabio de muy hondas sabidurías : dominaba las instituciones de Derecho Civil y podía citar, de inmediato, jurisprudencia concordada y la doctrina científica que viniera al caso. Y todo en un pis pas, sin pararse mucho, como si las vomitara. Conocía a fondo la historia de España, y tenía también apreciables rudimentos de filosofía. Aquí, eso sí,  andaba  algo más corto porque sus saberes arrancaban en Platón  y Aristóteles y luego  avanzaba por  Santo Tomas, los racionalistas, los empiristas… pero ya no pasaba de  Ortega y Gasset ( Don José, como él decía ). Ahí se quedaba parado. Él lo justificaba :

– Lo que se ha escrito después de Don José es pura fanfarria, fuego de artificios …una yincana de ideas. Lo explico con estas metáforas para que lo comprendáis. Vosotros, amigos míos, decía muy condescendiente, no sois malos, pero tampoco especialmente esclarecidos.

Y Don Juan, Don Alejandro y Don Gonzalo, callaban. Y Don  Jesús Rafael, el pobre, asentía. Asentía, pero no entendía nada, claro.

El señor Manzano y Don Jesús Rafael pensaban , en cuestiones políticas, lo mismo: eran los dos de derechas, creían en la justicia social, en la familia y en los valores del cristianismo; en la unidad de la patria, en la propiedad privada y en un capitalismo humano y moderado…. Pero Manzano, a pesar de inteligente e ingenioso,   era un  tibio y, por tal motivo, miraba  el corto plazo y lo que le interesaba no era luchar por lo óptimo, sino elegir, entre lo previsible, lo menos malo. Le faltaba romanticismo. Le faltaba optimismo. Manzano  quería cambiar algo las cosas, pero tampoco demasiado: si acaso  mejorarlas un poco. Y sin molestar a nadie. Con algo de miedo. Como pidiendo perdón…. Eso, como pidiendo perdón.

Su amigo, Don Jesús Rafael, era lo contrario: no tenía las sabidurías del señor Manzano ; leer sí había leído mucho, pero más poesía que historia, más versos que filosofía,  más obras  creativas que  científicas. Por eso  él creía que las cosas podían cambiar y  no se resignaba a que el mundo fuera por las trochas que iba. No es que fuera valiente, es que, el pobrecillo, era medio poeta y, por  tanto, soñador.

– ¿ Y tonto ?

– Hombre, tonto, tonto …yo no diría tanto; si acaso un hombre de fe que, a lo mejor, es lo mismo…no sé.

Don Jesús Rafael  , las raras veces que no bebía agua con gas y se metía un medio de fino se venía arriba, se conoce que el alcohol lo envalentonaba y se atrevía a encararse con su amigo, el señor Manzano:

– El mundo es de los poetas y de los soñadores. Los tibios, Manzano, hacéis más daño que los comunistas.

Manzano, al oírlo, lo miraba por encima del hombro y musitaba :

– Mentecato….

Y sonreía.

El día de las elecciones el Señor Manzano  se puso una camisa azul y fue a votar.

Don Jesús Rafael vistió una bonita camisa verde.

Pensaban lo mismo; debían, en buena lógica, haber votado lo mismo. Pero uno era un pragmático; otro un soñador; uno era azul; otro verde. Y votaron distinto.

¡ Qué contradicción…!

El señor Manzano  se alegró de que ganaran los suyos pero, por momentos, se sintió ridículo y simplón, porque habían ganado, con su voto, los que, solo muy aproximadamente, pensaban como él. Su voto, tal vez, había sido el voto del miedo, de la tibieza…pero sobre todo, y eso sí encocoraba a Manzano,  el voto de la mediocridad, el voto de no cambiar nada y dejarlo todo igual. Poco más o menos igual.

¡ Qué contradicción…!

Don Jesús Rafael, por el contrario, no se sintió desencantado. Él sabía que el mundo lo mueven los poetas y los soñadores: bastaba con echarle un vistazo a la historia. Y que si había que volver al cajón de la fruta, se volvería; y si había que elegir entre la espada y la pared, siempre era mejor elegir la espada; porque, al fin y al cabo, su optimismo arrancaba de su pesimismo. O sea: columbraba que perderían muchas batallas y que , derrota tras derrota, llegarían a la victoria final. Lo que no se sabía era cuándo….

¡ Qué contradicción…!