Epistemologías coetáneas


El caso es que huele a chamusquina en una serie de asuntos, del Covid-19 a la emergencia climática.

Critical Race Theory

                Se nos antoja a veces que el mundo, esa grandilocuente abstracción ante la que nos ponemos de puntillas y engolamos la voz como para aparentar criterio y disimular insipiencia, discurre por este camino o aquel otro. Y pontificamos: “Esto antes no pasaba.” “Ahora es que vivimos lo más de lo más de lo más de todos los tiempos.” Etcétera. Y vamos inflando dictámenes como si fuesen globos. Fatuos, onfálicos, efímeros. Confundiendo el acontecer de hoy y de ayer con lo que, a lo sumo, apenas será nuestro descubrimiento tardío de lo que siempre hubo, por ser una constante, un suceso cíclico, una contingencia dada. Por ello, cuando pregonamos la decadencia del presente, con frecuencia estamos hipostasiando una anécdota y poniéndonos estupendos, mientras acariciamos, con escandalizada fruición, un apocalipsis de bolsillo.

Así y todo, cunde la sensación de que últimamente no andan los saberes jerarquizados como Dios manda. Cierto, los técnicos competentes, los que en verdad carburan, los eruditos, pueden acceder, si se empeñan, a conocimientos sobre la realidad. Pero a la vez se aprecia en no pocos que proyectan ambigüedad, ignara o interesada, sobre lo elemental, las acciones a emprender o sus métiers. Sin dejar ni un minuto la pose de “experto”. Adolecen de posicionamientos de cariz extravagante, con visos de obcecación y, a lo peor, deshonestidad intelectual.

El caso es que huele a chamusquina en una serie de asuntos, del Covid-19 a la emergencia climática, de la gestión macroeconómica a las políticas de género, de la inquina a la cultura cristiana al fervor por el islam, de la critical race theory a las ventosidades bovinas, de las elucubraciones afganas a la chinería. Lo reconozcan o no, ya no los aplaudidores, ahítos de papilla digital, sino los facundos de casino provinciano, que cual remedos de arbitristas dan lecciones sobre la plaga de langosta que nos visita. Si nuestra época no estuviera levantada, en sospechosa medida, sobre la simulación y el engaño, cabría apelar, como salvaguarda, a una pirámide del saber. Fiable, objetiva, sólida. Algo valioso que nos fue dado intuir, antes de que “la verdad” pudiera comprarse con un clic.

 

Critical Race Theory

 

Antaño, era indiscutible que las criaturas más tiernas habían de ser introducidas en destrezas básicas, como lenguaje, matemáticas, dibujo, música, psicomotricidad. Después procedía formar a los jóvenes en biología, física, química, literatura, economía política, filosofía, historia. La idea era que los más capaces desempeñaran las funciones más serias, y que los menos dotados desarrollasen tareas acordes a su perfil. Sin descuidar el respeto a la jurisprudencia, la moral o las lenguas y civilizaciones de otros períodos y latitudes. Desde un universalismo tolerante, regido por principios comunes, que amortiguara agresiones y luchas por la hegemonía. Resultaba inverosímil que pudieran darse por buenos los sesgos, los rencores y los ajustes de cuentas, retroactivos o prospectivos, entre clases, dogmas, razas o sexos. Lo genuinamente “progresista” (en sentido noble, no el de su apropiación cateta) era el paradigma ilustrado y liberal.

Por desgracia, estamos dinamitando la ruta. Las enseñanzas regladas, sobre todo en el sistema público, son crecientemente terapia, inmersión ideológica y zalamería. El éxtasis de un pedagogo posmoderno. Bailes, palmaditas y consignas. Pasar de curso con suspensos. Rousseau para victimizados. ¡Y con lo enorme que fue el de Ginebra! Un genio descollante. Que hiciera tanto mal no le resta galones. La culpa fue nuestra y no suya, vamos a no echar balones fuera. A este paso, una reunión de Alcohólicos Anónimos se asemejará a un cónclave de premios Nobel. Pues no, no engañaba el adagio: el que sabe, hace; quien no sabe hacer, enseña; y el que no sabe enseñar, enseña a enseñar. Vaya, la base de la pirámide. Por “poner en valor” las carencias más flagrantes, reivindicar cuanto sea étnico, magufo y “alternativo” e instaurar “la igualdad” de lo desigual, los políticos de izquierda han dado barra libre. Con desparpajo. Luego nos sorprenderá que se expandan el adanismo, la superstición, la patanería, el fanatismo. Siempre estuvieron ahí, claro, tan entrañables defectos. Pero hace como si dijéramos un suspiro no resultaban presentables, ni cotizaban socialmente. Lo siniestro, nunca mejor dicho, es que ello se enaltezca desde arriba, por unos dirigentes que se consideran, no sin motivo, la viva demostración de que, para gobernar, la brillantez académica y la veracidad son un engorro.

Resultaba inverosímil que pudieran darse por buenos los sesgos, los rencores y los ajustes de cuentas, retroactivos o prospectivos, entre clases, dogmas, razas o sexos. Lo genuinamente “progresista” (en sentido noble, no el de su apropiación cateta) era el paradigma ilustrado y liberal.

Tal perversión de la gramática, la lógica, la retórica y la ética agrada al personal. Albricias. Los zoquetes están felices de que les regalen títulos de pacotilla, y nuestros líderes, más vendedores de crecepelo que nunca, prometen nuevos impuestos para poder hacernos nuevos regalos, con lo que les sobre de lo que nos quitan. La pescadilla que se muerde la cola, o la pólvora del rey. La “memoria histórica” o el “feminismo”, en tanto que industrias carpetovetónicas con decenas de miles de asalariados, subvencionados y beneficiarios, brindan juego infinito. Lo mismo que mantener cuatro niveles simultáneos de gobierno. España tiene 400.000 políticos en nómina, mientras que en Alemania son sólo 100.000. Y eso que allí hay Länder, y el doble de población. Normal, que nuestras estadistas, nuestros estadistos y nuestres estadistes estén más desahogados. La vicepresidente Yolanda Díaz, por ejemplo, que invierte más en vestuario y peluquería que una diva en declive, brega intensamente estos días para quitarle a Franco la Medalla al Trabajo. Algo fechado en 1953. ¿Logrará, si implica a funcionarios, presupuesto y esfuerzos, ilegalizar la monarquía de los Reyes Católicos? Seguro que los historiadores darán brincos si reparte proyectos de investigación. Como nadie nos observa, no es menester sentir vergüenza. Queda entre pelanas.

Los Reyes Católicos

Por volver a lo educativo. Las humanidades han sido intoxicadas con un virus que sobrepasa el chusco renacer comunista. En la degradación deliberada de la enseñanza se olfatea más negocio que revolución, más apuesta extractiva que “utopía” para pardillos. El fomento de la ignorancia, las falsas impresiones y creencias, el ombliguismo identitario, los folclorismos locales y el catálogo completo de guiños populistas prueba que es mucho más rentable adoctrinar en la estulticia y en la subordinación que despertar la inteligencia, alimentar la creatividad y promover la emancipación. Se diría que hacer las cosas mal trae más cuenta que hacerlas bien, tanto en el nivel de los pobrecitos borregos como en el de los mandarines de medio pelo. Por eso se ha producido la crisis actual, que augura indigencia sin futuro en unos, decepción y cinismo en otros. Por mucho que éstos y aquéllos se crean en su salsa y se sientan flotar.

La presente insistencia en que no hay hechos, sino opiniones, viene a ser muy semejante al descubrimiento de que, según divulga el pensamiento oficial, no existen sexos biológicos, sino “opciones líquidas”. Tamaño desvarío es la aportación nuclear de la oleada postestructuralista a la malaise contemporánea. Por supuesto, ha generado un ejército de alucinados profetas, los de primera generación como Lyotard, Foucault, Derrida, Deleuze; y los herederos como Richard Rorty, Fredric Jameson, Stanley Fish, Judith Butler, et al. Ellos y sus incontables seguidores, que cimentan la ortodoxia “intelectual” del primer mundo, al constituir la élite universitaria norteamericana a la que el resto de Occidente imita, reconocieron en Nietzsche y en Heidegger, los dos filósofos predilectos del nazismo, a sus principales luminarias. Como ya es costumbre, sin dejar de ser miembros de luxe del anticapitalismo caviar. ¡Para que luego digan que Hitler y Stalin no hacían manitas!

Nietzsche

Empero, hoy en la cúspide que corta el bacalao han hallado natural ubicación algunos partenaires sorpresivos, originales multimillonarios a los que sería injusto llamar los robber barons de nuestra era. En virtud de unos recursos inmensos acumulados, partiendo de la nada, obtenidos con su ingenio, laboriosidad y astucia, y no mediante la explotación de “plusvalías” y sudores obreros (el catecismo marxista no explica las fortunas de Gates, Bezos, Zuckerberg, Larry Page y compañía), se han compinchado con otras oligarquías financieras más tradicionales, al objeto de tutelar el esqueleto palpable del planeta.

Suyos son, de facto, toda una retahíla de venerables organismos supranacionales, universidades y “fundaciones altruistas” de prestigio, los más egregios medios de comunicación, redes sociales, guapos y esbeltos mayordomos instalados en gobiernos urbi et orbi y quién sabe qué palancas, que manejan con la soltura del que entiende que “quien paga, manda”. Si los fondos para investigación se orientan ventajosamente en una dirección concreta, ¿qué van a hacer los científicos sino vestir el santo y atestiguar, con un discurso creíble, lo que el mecenas desea ver proclamado? Es comprensible y humano. Se puede subsistir con holgura dentro del sistema, pero es casi imposible hacerlo fuera, tal si uno fuera el Spinoza camuflado y rebelde, en la clandestinidad, temiendo ser asesinado por hereje, sufriendo ser coherente y esclarecido en soledad.

Spinoza

 

No deja de ser pintoresco que las nuevas modalidades de dominación epistemológica, que conllevan el desmantelamiento del orden liberal y su legalidad democrática, hayan inducido a los globalistas a devolvernos las mejores mañas del totalitarismo estaliniano. Que Koba el Temible, por supuesto, ya llevaba copiadas de monstruos precedentes. Colectivismo, control, propaganda, delación, sumisión, miedo. Lo “moderno” es esta gelidez distópica, la crueldad burocrática, kafkiana, cibernética, tecnocrática. La virtualidad informática fabrica espectros.

No deja de ser pintoresco que las nuevas modalidades de dominación epistemológica, que conllevan el desmantelamiento del orden liberal y su legalidad democrática, hayan inducido a los globalistas a devolvernos las mejores mañas del totalitarismo estaliniano.

Ya se trate del “calentamiento global” o de la panoplia de “medidas” contra la celebérrima pandemia; de la agenda de los grandes fondos de inversión, las empresas energéticas o los emporios farmacéuticos; de la prohibición de la proteína animal y las adquisiciones de tierras para cultivar sucedáneos; o de las ingenierías sociales en torno a las sexualidades minoritarias –sin excluir la potenciación del aborto, la eutanasia, el “empoderamiento” identitario y la “discriminación positiva”–, lo cierto es que cuesta separar a Davos del Foro de Sao Paulo, a los partidos comunistas de la gran banca, a los supermillonarios de los guerrilleros de ultraizquierda, todo ello adobado de yihadismo y, cómo no, judeofobia paranoica. Diríase que empujan en una dirección sincopada, o que se combinan y enfrentan según les conviene, como en esas cintas de narcos y la DEA en las que los buenos no se ven por ninguna parte.

Antonio Machado

Sostenía don Antonio Machado, nuestro santo laico y poeta irrenunciable, querible hasta la última entretela sensible, que, en España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa. Confiemos en ese diez por ciento, no para ganar las próximas elecciones, sino para acometer, con bendita paciencia, la reconquista de un entorno que parece configurado para diseminar confusión.