Momo


Es curioso como muchas veces los detalles más insignificantes nos hacen evocar a personas o hechos del pasado que significaron algo para nosotros. Basta una palabra o una imagen para que ante nosotros se muestre un remoto recuerdo que se llena de realidad.

Quiso la fortuna que pudiera asistir el pasado domingo al Nuevo Arcángel para ver al equipo de mis amores. En el silencio del partido, de sesgada asistencia, oí como llamaban Momo al central del Córdoba CF, estaban llamando a Djetei.

Me vino al instante la figura de mi padre al que algunos también llamaban así. Fue jugador del Córdoba CF también allá por el comienzo de los años sesenta, gracias a ello nací en Córdoba. Sin embargo, mi padre nunca alentó en mí la afición por el fútbol, ya que incluso en mi juventud y siendo él partícipe de la fundación del Club Alcázar, no se empeñó en que yo fuera futbolista, a lo que doy gracias, bueno…  también he de reconocer que yo no era ninguna promesa.

Jugaba bien, e incluso marcó tres goles a una defensa, la del Real Zaragoza, que decían inexpugnable, y aunque era profesional no era hombre de fútbol, lo que le gustaba realmente era divertirse en el campo, y cuando terminó su carrera apenas se dedicó a nada que tuviera que ver con el balompié. Acabó saturado de desatinos y destinos, emigrante del balón, jugando en varios equipos de diferentes categorías antes de colgar las botas. Lo de después es otra historia.

Pocos partidos vimos juntos, se pueden contar con los dedos de una mano, que se vieron plenamente compensados con la cantidad de combates de boxeo, su gran pasión, que sí compartimos frente a la televisión.

Al final acabé jugando al rugby, sólo fue a verme jugar un partido, y a pesar de no enterarse por qué su hijo estaba tanto rato en el suelo, se marchó con una sonrisa porque era un deporte universitario. Falleció y no me vio ganar ningún torneo… eso fue después.

Y el tiempo le dio la razón.

«Pero el tiempo es vida, y la vida reside en el corazón» Momo, de Michael Ende