Hablando con mi tío Luis, me contaba que, en Valladolid, la autoridad competente ha establecido en veinticinco el tope de asistentes a las misas. Número escaso teniendo en cuenta que algunos templos son bastantes grandes, pero bueno, todo sea por guardar el protocolo. Hasta ahí bien. Sin embargo, lo sangrante es que hay correveidiles que van iglesia por iglesia contando el número de fieles presentes para denunciar, y lo hacen. Ya se ha dado el caso de parar más de una celebración por exceder la cifra impuesta por las autoridades. Incluso se suspendió una por haber un feligrés más de lo estipulado. Demencial.
Sin embargo, a estos perseguidores de creyentes, contadores de parroquianos, les han salido unos rivales muy duros para competir por el primer puesto del ranking de ridículos patanes.
La semana pasada leí, con un sentimiento mezcla de rabia y estupor, que el hospital Zendal había sufrido sabotajes y robos, no sabe por ahora de quién. Sin embargo, es curiosa la campaña de desprestigio que están llevando algunos medios de comunicación, y varios partidos políticos contra el hospital que ha construido en tiempo récord la Comunidad de Madrid. Un sectario grupo de sanitarios se paseaba de plató en plató rechazando trabajar en este centro sanitario, argumentando con vanas premisas su indefinible decisión. Llegaron, incluso, a manifestarse en las puertas del hospital auspiciados por ese partido pseudocomunista que se hace llamar Más Madrid, partido de Errejón, el podemita carmenalizado.
Robos de material, alarmas de madrugada, desconexiones de enchufes, taponado de aseos con empapadores y un largo etcétera de estragos provocados que podrían haber tenido unas trágicas consecuencias. Demasiadas casualidades, que algunos se niegan a ver e incluso, públicamente, las tachan de falsas. Espero que la justicia caiga sobre el autor o autores de este daño y tengan una condena ejemplarizante e inclemente.
“La idiotez es una enfermedad extraordinaria, no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás.”
Voltaire.