Las calles de Barcelona


Esto no es una huelga de facultad, esto es la calle, es el día a día de comerciantes y trabajadores, es el discurrir de una vida que se escapa de entre las manos. Ellos sabrán.

Las calles de Barcelona llevan varios días ardiendo. Son vías de burguesía convertidas en cementerios de adoquines, que ahora se ven asaltadas por una turba de gentuza violenta, que con la excusa de la libertad de expresión enarbola la violencia como bandera libertaria quemando contenedores como señal de identidad. La mitad no saben ni por qué están allí. La otra mitad sí. Delincuentes se han apoderado de las insignias, ladrones y facinerosos aprovechan cualquier slogan para asaltar comercios, de por sí ya castigados por la pandemia, y bajo gritos de liberación, se dedican a rapiñar cualquier local que se les cruce en su camino.

Hasél, que no sé por qué lleva acento si es aguda terminada en “l”, es un monigote, una excusa de la izquierda, al que usa para avivar los ánimos, como si de un Gandhi, venido a menos, se tratara. La democracia no está enferma, los que necesitan un tratamiento son todos esos políticos de manual, que se creen que la vida es una algarada universitaria, y que no dudan en alentar los disturbios, aun ocupando cargos de responsabilidad. Esto no es una huelga de facultad, esto es la calle, es el día a día de comerciantes y trabajadores, es el discurrir de una vida que se escapa de entre las manos. Ellos sabrán.

La imagen de la ciudad condal está por los suelos. Si a estos últimos actos vandálicos unimos la alta tasa de delincuencia, la ocupación promocionada y los sectarios políticos separatistas, tenemos el cóctel perfecto. Además, la economía en Cataluña, va cada vez peor, el turismo descendiendo, incluso los cruceros buscan puertos alternativos, las empresas buscando cobijo allende las fronteras catalanas, el PIB caído, la alta fiscalidad y las pocas inversiones realizadas en sectores como educación y sanidad hacen que ya no sea una comunidad atractiva para invertir y ni atrayente para vivir. Y no pasa nada.

Aunque claro, serviles hay en todos lados, gente fácilmente manipulable con más interés en las asonadas que en la ideología. No son niños rebeldes, son cuatreros de protocolo y capucha, ignorantes llenos de odio que persiguen una idea base de imponer sus reglas. Y aún les dan la razón.

Cuando la libertad llega con las manos llenas de sangre, es difícil darle la mano”. Oscar Wilde