¿Y ahora cómo vamos a mirar a Inés? No tiene edad ni porte para ser Maléfica, ni Cruella de Vil, ni siquiera la madrastra de Blancanieves, ya que le resulta improbable representar a estas alturas a la hijastra. Podría haber sido, años atrás, la muñeca diabólica, pero en la actualidad solo alcanza a ser una muñeca de cine negro, con poquita voz y mucha perdición, que se contonea como nadie cuando sube al estrado y lo baja cual pantera saciada. Y nos gusta su fatalidad, qué duda cabe. ¿A quién no le gusta Inés, cuánto más Arrimadas?…
Inés nos gusta a todos y todos vamos o hemos ido detrás de ella con platonismo o deseo inocente. El problema es distinguir quienes son los que la persiguen con aviesas intenciones. Por eso me da pena o desilusión que termine de mala manera tan pronto, vendida a un postor de la izquierda, basto, informe, comisariado, incapaz de discernir el espíritu de la materia, que en ningún caso la respetará. Al cabo será como una monja en manos de un miliciano del 36. Preferiría imaginarla triunfante por el amor en el martirio de la política. Así la entendería entregada a los brazos de Pedro Sánchez, que es el chulo que Corín Tellado ofrecía a las mujeres españolas aún no liberadas o aún no liberales. En cierto modo, hacen una pareja perfecta, infinitamente superior a la de Iglesias y Montero, que es muy chabacana, pese a la extrema pijada de tener una niñera-asesora costeada por el ministerio. La entiendo, pues, en ese sentido en el que ella, seducida por la brutalidad del socialismo, piensa que puede redimirlo con la ternura de la socialdemocracia. Como también entiendo que Pablo Casado le parezca bajito y que a Abascal lo imagine a caballo. Su problema es que Alberto, el príncipe encantador, voló, ni está, ni se le espera, y en ningún caso volvería con ella, o ella así lo cree. Solo puede entregarse, por tanto, a Pedro. ¡Pedro!, cual Penélope que recibe a su Ulises o a su Almodóvar.
Y es verdad que tuvo ocasión de ser grande, y no solo hermosa, por sí misma. Cuando ganó en Cataluña, Inés se asemejó a una bocanada de aire fresco que redimiera desde la periferia a las Españas y aventara constitucionalmente el Estado de las Autonomías. Pero aquello fue en realidad el comienzo de su pesadilla, la misma que está siendo, aún más inevitable, definitiva, merecida y rimando en consonante, la de Illa. Desgraciadamente, nadie gana en Cataluña mas que para justificar que los separatistas formen gobierno.
Que Inés pueda estar equivocada es lo de menos. Ella ha dejado de ser un referente político para convertirse en un símbolo poético. Las curvas de Arrimadas, sus piernas, su rostro asombrado de plenitud, llenarán las páginas mediáticas del futuro y constatarán que este principio de siglo fue también una bella época.
Menos mal que en el presente tenemos a una nueva Isabel de Castilla asentada en el corazón de España. No tiene el talento de Cayetana ni la carita de Inés, pero tiene otra cosa que en este país se valora más. Y en cualquier caso, Cayetana, como producto de Oxford, me parece mucho más solvente que sus vacunas, del mismo modo que Inés me parece más interesante que sus errores. Ayuso, Toledo y Arrimadas redimida. ¡Qué enorme triunvirato de mujeres para salvar a España si los hombres lo permitiesen!…