La Mezquita-Catedral está en buenas manos


La Mezquita y la Catedral son las dos caras de una misma moneda. Ponerla de canto es nuestra fortuna.

Mezquita Catedral
Mezquita Catedral. /Foto: JC
Labores sobre el empedrado del Patio de los Naranjos de la Mezquita-Catedral de Córdoba./Foto: Cabildo
Labores sobre el empedrado del Patio de los Naranjos de la Mezquita-Catedral de Córdoba./Foto: Cabildo

El Cabildo hace bien las cosas. Lleva casi ochocientos años haciéndolas bien. Ahora parece que quiera demostrarlo, además, como una especie de contribución a la educación de adultos. Comprendo que esté harto de la crítica inane que tanto menudea. Hay tontos de todas clases en este mundo de oportunidades. Pero en Córdoba abunda un espécimen propio: el tonto mezquitero. Es ese cultureta de ocasión que pretende defender a la Mezquita solo a efectos de enfrentarla a la Catedral. Lo cual es simplemente contradictorio. La Mezquita y la Catedral son las dos caras de una misma moneda. Ponerla de canto es nuestra fortuna. El que no lo vea nunca será capaz de descubrir el valor extraordinario de esta ciudad. Valor que reside fundamentalmente en el hecho casi milagroso de haber mantenido intacto y pujante un monumento magnífico y singular, que lo es sobre todo por haberse permitido el lujo de contener en su interior otro igualmente excepcional en una simbiosis perfecta. La Mezquita es única por ser la Mezquita-Catedral. Y así lo han entendido siempre los cordobeses, que han ido a misa a la Mezquita o a la Catedral, indistintamente.

Aprovechando que el Guadalquivir pasa por Córdoba y el Gobierno dice andar preocupado por las catedrales, el Cabildo, que en la actualidad goza de un inusual entendimiento con el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía, ha elaborado un documento muy serio que debiera ser asumido por las administraciones, en general, para garantizar la preservación de ese monumento para la posteridad y ante la demanda insoslayable de un turismo emergente. Córdoba es, o debe ser, una ciudad abierta, capaz de recibir sedes logísticas del Ejército, hoteles de cinco estrellas y multitudinarias visitas por carretera, por ferrocarril y, si Dios y alguien más lo quiere, por avión. Córdoba es la gran puerta de Andalucía, representada en la Puerta del Puente, nexo entre el río y la ciudad, entre lo que viene y lo que se va, entre lo que nos queda y lo que dejamos, que da entrada ceremonial y festiva, popular y artística, a su Mezquita-Catedral, señal de destino, objetivo de peregrinación al cabo. Acaso podamos recuperar el crisol que otrora fue famoso. No porque seamos lugar de tres culturas, que viene a ser poco, sino porque somos morada y foco universal de la cultura.

Para ello, el Cabildo nos ha dado un plan de futuro sin carcasa ideológica, estrictamente técnico: “medidas urgentes, prioritarias y necesarias” para mantener el edificio con la dignidad y brillantez que requiere. La dignidad puede ser exigible a cualquier vestigio arqueológico. La brillantez es imprescindible en un faro religioso, cultural y turístico de primera magnitud. El documento es exhaustivo e irreprochable en el fondo y en la forma, doscientas ochenta y una páginas de precisión histórica, arqueológica, jurídica, arquitectónica, bibliográfica, cultural, patrimonial y económica. Es decir, toda una tesis doctoral sin paja ni repeticiones. O sea, nada que ver con la que atribuyen a Pedro Sánchez. La Universidad tendría que estar orgullosa por que se hagan estos trabajos en Córdoba. A la postre, proceden de Nieto Cumplido, nuestro sabio maestro, que tan recientemente se nos fue. Lo mejor es que otros han seguido su labor y su ejemplo.

En la presentación del Plan Director de la Mezquita-Catedral, la consejera del ramo fue elogiosa en extremo. Patricia del Pozo se mostró encantada hasta la delicuescencia ante Sebastián Herrero, que se lo merecía sin duda, y ante el señor Obispo, que no se si llegó a sonrojarse en algún momento. Pero no está de más que nuestras rubias eminentes sean zalameras con quienes trabajan denodadamente por el patrimonio andaluz.