Campos de concentración


A los niños hay que tenerlos en algún lado o, mejor, concentrarlos. Los colegios son la coartada perfecta.

Salida de los niños a la calle en Villanueva de Córdoba./Foto: Antonio Jesús Dueñas

Sólo nos ponemos de acuerdo para quitarnos a los niños de en medio. En esto no hay ideologías ni opiniones encontradas. Mañana todos al colegio, desfilando, que es gerundio. Padres y madres, que no estén de baja, volverán a sus menesteres cotidianos. Los que estén de baja se quedarán en sus hogares tan ricamente preparando la comida, la comida de verdad, la de olla, no la que tragamos con denuedo en estas fiestas felizmente concluidas, donde siempre acabamos odiando los mariscos y el cava. No obstante, la vida de los abuelos no cambiará en la misma medida, ya que tendrán que llevar a los infantes a los centros asignados y volver para traerlos de los mismos, aunque al menos no estarán obligados a pasearlos por el parque o a entretenerlos en la casa, junto a las mascotas indeseables. Puede que con este ómicron que salta de flor en flor se contagien a millares entre ellos y nos contagien después con saña a los mayores, pero no se preocupen, que aquí no pasa nada que no esté previsto y asumido, puesto que hay que acostumbrarse a convivir con el virus, como recomienda al cabo Pedro Sánchez, tras haber anunciado su exterminio como poco en un par de ocasiones.

Los niños son un incordio, los chicos y los grandes, cada uno en su formato. Cada vez hay menos porque nadie quiere aguantarlos y menos mantenerlos. No queremos niños ya ni para pagar las pensiones. Pero como haberlos, haylos, habrá que tenerlos en algún lado o, mejor, concentrarlos. Los colegios son la coartada perfecta. Nadie espera hacer genios en ellos, ni siquiera sacarlos medianamente educados. No vaya a ser que recalen en la universidad y ya no haya manera de que se conviertan en hombres y mujeres de provecho. Cierto es que se está poniendo de moda la formación profesional, que fundamentalmente es útil para los parcelistas que compran en Leroy Merlin, pero no porque se crea en ella a efectos de futuro, sino porque se cree aún menos en los grados y posgrados. Los políticos de saldo han finiquitado la fe universitaria del pueblo. Como bien saben ustedes, las leyes que se pergeñan a efectos educativos no buscan la excelencia, ni tan solo la justificación de la suficiencia o el aprobado por los pelos. Buscan el adoctrinamiento imprescindible para adquirir la auténtica inmunidad de rebaño que interesa a los políticos. Esa que termina por hacer a los estudiantes inasequibles a la libertad y al pensamiento individual.

Los colegios son en realidad campos de concentración, donde mantenerlos ocupados y asfixiados física y espiritualmente, con mascarillas hasta para jugar en el recreo. ¿Pero no quedamos en que hay que convivir con el virus y en que los niños lo padecen de un modo asintomático en la inmensa mayoría de los casos? ¿O no está tan clara la cosa y existe un peligro cierto de que algunos, tal vez demasiados, sean infectados con riesgo de gravedad? ¿Si es así, a qué la prisa? ¿No hubiera merecido la pena aplazar la apertura de los centros hasta comprobar siquiera si declina la curva de contagios? ¿Acaso no llegará a ministro alguno de ellos si pierde quince días de clases presenciales? ¿Puede colegirse esta circunstancia de la contemplación serena de nuestro Gobierno?…