Miremos el lado bueno de las cosas


Un político obviado es un político anunciadamente muerto. Es la tesis que mantienen los medios de comunicación cercanos al PP.

Pablo Casado./Foto: Jesús Caparrós
Pablo Casado./Foto: Jesús Caparrós

Aunque parezca que políticos y periodistas de derechas anden ahora buscando la equidistancia, que es el acomodaticio referente con el que habitualmente procuramos ocultar nuestra mediocridad, lo cierto es que casi todos estaban ya decepcionados de Casado y hartos de García Egea, antes de que Miguel Ángel Rodríguez, otro personaje diestro y siniestro a extremos iguales, les descubriese el camino de la perdición. El seguidismo descarado de la política sanchista por parte del presidente del PP, que tiene su primera manifestación estratégica en el cese de Cayetana Álvarez de Toledo y en la inmediata componenda con el PSOE sobre los poderes judiciales, y que tiene la consiguiente demostración ideológica en la exclusión de Vox como compañero de viaje, aún sabiendo que es un partido hermano a efectos electorales, y que tiene, para más inri, su expresión surrealista pero eficaz en el voto útil y tonto del hombre de confianza de su secretario general a la nueva reforma laboral, y que tiene su apostilla definitiva en la complicidad evidente con la estrategia monclovita de acoso y derribo a la presidenta de la Comunidad de Madrid, confesada ingenuamente por el propio Casado, no deja mucho margen de maniobra a los ilustres populares que quieran salvar los muebles de Génova o parte de ellos.

De ahí la autoridad moral de Feijoo, que habla ya como si fuera el presidente en funciones. De ahí la invocación retórica a la unidad, por tres veces repetida, del presidente de la Junta de Andalucía, que tiene varias cuentas pendientes con la actual ejecutiva nacional de su formación. De ahí el quejío de Bendodo, que “desde el sur” dice no reconocer a su partido, como quien apuesta por el federalismo de Calvo, lo que lógicamente solo podemos entender en clave de ironía. De ahí, al cabo, las reacciones medidas de los políticos cordobeses más representativos. Lorite, al que llaman el último casadista vivo, es el único que se posiciona con Casado, mientras clama por la lealtad con mayúsculas, que muchos entenderán, yo me incluyo, como fidelidad obligada o empecinamiento comprensible, en todo caso valorable positivamente para su futuro. Nieto, que es perro viejo, pide la lealtad con minúsculas, desde otra perspectiva y desdoblada entre Casado y Juanma Moreno. Mezclando churras con merinas salva el trámite, pero dando a entender sin demasiado misterio dónde quiere estar en realidad. Bellido, que tiene varios frentes abiertos para su reelección, recomienda, como es natural, “cerrar heridas, tender puentes, dialogar y arrimar el hombro”.

Lo que está claro es que nadie aboga por Teodoro García Egea, ni siquiera lo nombran. Un político obviado es un político anunciadamente muerto. Es la tesis que mantienen los medios de comunicación cercanos al PP. Pero sabemos que no basta con darle a Teodoro el pasaporte a las puertas giratorias. Todo el mundo sabe que el responsable último del entuerto es Pablo Casado. Es verdad que Casado es joven y puede esperar. Este era su juego con el PSOE. Pues que siga esperando. Ahora es el momento de Ana Pastor, que tiene un rostro grave y solemne de ánima bendita, de figurante de la Santa Compaña. Con el respaldo de Feijoo y de los restantes barones y baronesas, podría llevar a buen puerto un congreso extraordinario, que hay que contemplar, no como el finiquito anticipado de una época, sino como el comienzo de una reencontrada gran oportunidad. Acaso la de las grandes mujeres de la derecha española. La vida es refundación permanente. Veámosla con optimismo. A Casado le quedan días, días Ayuso. Eso es todo