I.- Cuando, con el fin del curso, tomó las vacaciones, sabía que no se reincorporaría en septiembre: le había llegado la jubilación. Pero esa conciencia era meramente intelectual, no sensitiva, de modo que , a pesar de las evidencias : recibir cada mes la pensión, no haber asistido al claustro de profesores para planificar exámenes de recuperación , haber retirado de su despacho en el colegio sus objetos personales….a pesar de todo ello, no se hacía a la idea de no volver a ejercer más de maestro.
Había sido tantos años que, para precisarlos, Don Manuel tenía que pararse y echar cuentas. Y cuando las echaba le salía la friolera de 44 años. ¡Una burrada ! Pero una cifra es algo simple, sin apenas alma, mientras que su vida, su vida de maestro, había sido una aventura intensa, gratificante y, muchas veces, difícil. Recordaba su primer día en el colegio cuando, algo dubitativo, impartió su primera clase. Desde el primer momento intuyó que había dos ingredientes para ser un buen maestro: dar cariño a los alumnos y respetarlos profundamente. Y esa fórmula producía un efecto boomerang porque sus alumnos le retornaban el mismo cariño y el mismo respeto.
Algunos compañeros de profesión le habían acusado de ser un poco blandengue y pasar la mano demasiado y aprobar con excesiva facilidad. Tal vez tuvieran razón pero Don Manuel pensaba que un maestro debía, antes que nada, educar en actitudes, de modo que no le preocupaba ser algo flexible en lo que hace a nivel de conocimientos si el alumno estaba en el buen camino , con hábito de estudio y afán de saber.
Don Manuel pensaba que el conocimiento es un proceso vital y, para ello, lo importante es despertar la curiosidad intelectual en el alumno:
– Prefiero un alumno que haga un examen mediocre pero que tenga ambición de saber a uno que lo borde y no vuelva a abrir un libro en la vida.
II.- Don Manuel, en su sabiduría, sabía que la pereza anula al hombre. Así que, a pesar de estar ya jubilado, resolvió continuar activo. Siempre había tenido una aversión, tal vez algo irracional, a la gente que hacia deporte correteando por la ciudad: con elchándal, las zapatillas de estridentes colores y un jaleo de aparatos que le medían la tensión, las palpitaciones y un montón de cosas más…. A lo mejor era porque él siempre había estado algo gordoncho y atacado de kilos y…. A lo mejor es que no era aversión, sino envidia. Pero Don Manuel no lo reconocía:
– En mi barrio, siempre que sales, te encuentras a un tonto, a trote cochinero…
A Don Manuel, sin embargo, le encantaba caminar. Y echara las horas que echara nunca se aburría pues la mente, a la vez que se ponían en funcionamiento los músculos, se activaba, y así le aportaba ideas, recuerdos, evocaciones…a veces esas ideas se le transformaban en pequeños poemas, tal vez modestos poemas, cortos y contundentes, cuyos versos él anotaba en el whatsapp del móvil para evitar el olvido, porque su ilusión era publicar un día un libro de poemas:
Estar vivo, los pies sobre el pasado
El agua del arroyo por el viento
Somo del cielo el sol arrebolado
La flor y el infinito por el sueño
Y se lo enviaba a su amigo Matías que, a la nada, respondía :
– Mal poema. No vale para nada. Carne de pescuezo
III.- Hizo un grupo de amigos, todos ya jubilados, todos caminantes, yjuntos cogían cada mañana y, como no tenían obligaciones, sobre la marcha decidían qué hacer y se pasaban largo tiempo zascandileando. Un día tomaban para la sierra de Córdoba, y campo a través, llegaban hasta la Ermita de la Virgen de Linares y allí, buscaban sombra, y reponían fuerzas , y Don Luis María, que era catedrático de Historia, jubilado, claro está, y autor de muchísimos libros, echaba la perorata :
– Este Santuario es un complejo, construido sobre un edificio pre existente, que era una torre vigía que….
Y conectaba rápido con Fernando el Santo, la reconquista de Córdoba y, pronto, como Don Luis María era de saberes enciclopédicos, saltaba a Gregorio IX, que era el papa que reinaba cuando el rey Fernando entró en Córdoba, y que era delanterillo cuando lo eligieron ( tenía 86 años , que se dice pronto ) pero, aun así, duró varios años en el trono de san Pedro y tuvo arrestos para liar más de una zalagarda y hasta excomulgar al emperador Federico II porque era muy traicionero y lo engañaba…..
Y , ante ese despliegue de sabidurías, Don Manuel, se sentía un simple maestro y se abucharaba y pensaba que era un don nadie entre tanto sabio.
Otras veces paseaban por la Córdoba vieja y Don Jesús, que era arquitecto, explicaba la estructura de los edificios, y las sabias razones del urbanismo antiguo para ordenar las ciudades y él, Don Manuel, descubría en esasexplicaciones detalles muy sustanciosos que, a simple vista, hubieren pasado desapercibidos. Más tarde, ya en la Córdoba nueva, se sentaban en una terraza, a tomar un café. Eso todos menos Don Jesús, el arquitecto, que tomaba un té rojo y, entre sorbo y sorbo de su infusión, explicaba el edificio de viviendas que tenían a la vista, que era obra del referido Don Jesús y cuya filosofía había sido equilibrar estética, trasparencia, salubridad y confort.
Don Jesús estaba muy satisfecho de su obra y decía que, cuando él muriese, los estudiosos del urbanismo lo recordarían por ese edificio. Lo decía de pasadas, como quien cuenta una obviedad, humildemente y, entonces, Don Manuel, se sentía un simple maestro y se abucharaba y pensaba que era un don nadie entre tanto sabio.
IV.- La cosa es que un Domingo en que los amigos fallaron Don Manuel cogió él solo la carretera de La Virgen de Linares pero, en vez de llegar a la iglesia, tomo un carril a la izquierda y tiró, por un veredón, camino de Cerro Muriano. Iba viendo los pajarillos que revoloteaban entre los arbustos y como Don Manuel siempre había sido muy aficionado a las aves los identificaba: ese un mirlo, ese un carricero, esa una collalba…
Eran saberes muy modestos y , en realidad, no tenían la hondura ni la trascendencia de los saberes de Don Luis María o de los saberes de Don Jesús. Así que Don Manuel se sintió un poco abucharado de su ignorancia y, ese apocamiento, le sacudió el alma y se le ocurrió un poemilla que anotó en el whatsapp del móvil para evitar el olvido, porque su ilusión era publicar un día un libro de poemas:
Hoy como siempre son estos instantes
Transparentes y fríos como el agua
Las que alejan el mundo de mis ojos
Y mis manos del sueño de los árboles
Y se lo envió su amigo Matías que, a la nada, respondió :
– Mal poema. No vale para nada. Carne de pescuezo
Entonces Don Manuel se dio cuenta que si, después de más de cuarenta años enseñando literatura, no era capaz de enhebrar cuatro versos con donosura, es que no valía nada como profesional.
En un llanete cercano, había una familia descansando: un matrimonio y dos hijos. Don Manuel pasó de largo y saludó:
– Buenos días.
Sintió un remormullo y la voz del hombre que lo llamaba :
– ¡¡¡ Don Manuel !!!
Se le acercó:
– ¿ No se acuerda de mí?
Don Manuel no se acordaba. Después de 44 años de maestro y más de 3.000 alumnos, ¿ cómo recordarlos a todos ?
El hombre se volvió a su mujer:
– Es Don Manuel, fue maestro mío…le debo más de lo que él pueda imaginar. Le debo, en gran parte, ser un hombre decente.
Luego se dirigió a Don Manuel :
– Don Manuel, cualquiera puede ser un sabio y un buen profesor. Ser un buen maestro solo podéis serlo unos cuantos elegidos…
Sobre el cielo de Córdoba, brillaba, cálido y hermoso, el sol de un invierno luminoso y arrollador. Don Manuel se sintió grande, porque los resultados de su vida profesional no habían sido, ciertamente, libros de historia o grandes edificios, sino personas, personas buenas que pueden transformar el mundo y permanecer más allá del infinito…Y, entonces, estuvo seguro de que podría escribir un libro de poemas.