Carlos III y San John Henry Newman


Con verdadero tino reconocía Carlos de Inglaterra como la fe de Newman era “verdaderamente católica, ya que abarcaba todos los aspectos de la vida”

El que suscribe no pretende otra cosa que sumarse a la multitud de referencias, anécdotas y curiosidades con las que la prensa de las últimas semanas ilustra los hechos del deceso de Isabel II de Inglaterra y de la consiguiente aclamación de su hijo como el Rey Carlos III. La curiosidad es que el por aquel entonces Príncipe de Gales llegó a publicar un artículo en el mismísimo L’Osservatore Romano con motivo de la canonización de John Henry Newman a la que el mismo Carlos de Inglaterra asistió. Ante un hecho tal cabe preguntarse por lo que hubiera podido expresar o decir el mismísimo Enrique VIII si “hubiese podido levantar la cabeza”. Pero a este extremo – gracias a Dios – nunca se llegó.

En el consabido artículo el ya Carlos III reconoce que “la sociedad británica tiene razones para estar agradecida” a la comunidad católica en Gran Bretaña y a san John Henry Newman por “los valores que inspiraron” y que ha ayudado a hacer de esta sociedad una “comunidad de comunidades”. No en vano “Newman representó la vida del espíritu contra las fuerzas que desestimaban la dignidad humana y el destino humano”. Newman fue capaz de “defender sin acusar, de disentir sin faltar al respeto”. Y añade el ya Carlos III: “En la imagen de la armonía divina […] podemos ver cómo, después de todo, cuando seguimos sincera y valientemente los diferentes caminos a los que nos llama nuestra conciencia, toda nuestras divisiones pueden conducir a una mayor comprensión y todos nuestros caminos pueden encontrar una causa común”.

Recordaba el Príncipe de Gales el modo en el que Newman, “en un tiempo en que la fe estaba siendo cuestionada como nunca antes”, supo responder a “una de las preguntas más apremiantes de nuestra era”: “¿Cuál debería ser la relación entre la fe y una era escéptica secular?”. En su respuesta brillaba un “compromiso” que impresionó “por su audaz honestidad, implacable rigor y originalidad de pensamiento”.

Carlos III evocaba en el artículo la musicalización que sir Edward Elgar hizo de El sueño de Geroncio:

“Una gran misteriosa armonía:

Me inunda, como el profundo y

solemne sonido

de muchas aguas”.

Se subraya el valor de “la armonía” que “exige diferencia” y como “este pensamiento está en el centro mismo de la teología cristiana en el concepto de la Trinidad”. Nuevamente se cita El sueño de Geroncio:

“Creo firmemente y sinceramente,

que Dios es Trino y que Dios es uno”.

De ahí su papel tan esencial al allanar – a través de un debate abierto entre católicos y otros cristianos – “el camino para posteriores diálogos ecuménicos”. De ello da fe su misma lema cardenalicio – Cor ad cor loquitur – puesto que “sus conversaciones más allá de las diferencias confesionales, culturales, sociales y económicas estaban radicadas en esta íntima amistad con Dios”.

Con verdadero tino reconocía Carlos de Inglaterra como la fe de Newman era “verdaderamente católica, ya que abarcaba todos los aspectos de la vida”. Como teólogo se reconoce la contribución de Newman, a través de su teoría del desarrollo de la doctrina, al hecho de que la “comprensión de Dios puede crecer con el tiempo”, “la importancia que atribuía a la voz de la conciencia”, a la reconciliación entre “fe y razón”. En definitiva su aportación para “aquellos que buscan lo divino en lo que podría parecer un ambiente intelectual cada vez más hostil encuentran en él un fuerte aliado que apoyó la conciencia individual contra el relativismo avasallador”.

John_Henry_Newman

Pero hay un factor para Carlos de Inglaterra por el que Newman brilla especialmente: “Él es una figura que ha defendido sus convicciones a pesar de las desventajas de pertenecer a una religión a cuyos seguidores se les negaba la plena participación en la vida pública”. En el orden de la enseñanza Carlos de Inglaterra recuerda la actualidad del tratado de Newman La idea de la Universidad. Los esfuerzos de Newman para educar a los niños “son un testimonio de su compromiso para garantizar que personas de todos los ambientes pudieran ser partícipes de las oportunidades que la educación puede ofrecer”. También se subraya su capacidad para “expresar su calidez personal y su generosa amistad”, así como su amor “por el paisaje inglés y la cultura de su país natal”.  Hecho cuya demostración es evidente en sus más de 30 volúmenes de cartas.

El hecho descrito no deja de tener su cierta ironía puesto que fue un tutor del Príncipe de Gales contemporáneo a Newman el que lanzó la más grave acusación que en vida pudo recibir Newman. Si bien gracias a este hecho todos hemos recibido una de las joyas de la literatura cristiana contemporánea – la Apologia pro vita sua – y hemos podido palpar uno de los más grandes testimonios de amor a la Verdad que pudiéramos encontrar.