A pesar de los avisos rojos o los naranjas o el susto que puede meter en el cuerpo ver el termómetro del coche colocado en los 53º centígrados, Córdoba luce igualmente hermosa en la canícula y más acompañada, por supuesto, que durante el confinamiento.
Ayer salimos a la calle para ser testigos de que a pesar de la ola de calor, el viajero busca el frescor cercano de una fuente y el refugio de un modesto sombrero. Y que la fe a San Rafael se hace líquida pero permanece. Córdoba, también en este extremo estival, es tan ella como siempre.
Las imágenes son de Jesús Caparrós.