Los secretos que aún encierra el retablo de la calle Lineros


La empresa Dédalo Bienes Culturales SL inicia los trabajo de restauración, que estarán finalizados en tres meses

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José León, Rosa Lara, Salvador Fuentes, María Luisa Gómez y Juan Murillo. /Foto: LVC
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José León, Rosa Lara, Salvador Fuentes, María Luisa Gómez y Juan Murillo. /Foto: LVC

El retablo situado en la esquina de las calles Lineros y Candelaria no deja de dar sorpresas. En esencia es una construcción simple, de no excesiva antigüedad y aún encierra secretos sobre su historia. Tras la eliminación del cableado y la retirada y restauración de los tres lienzos, hoy ha comenzado la tercera fase de la intervención que acomete la Delegación de Casco Histórico y la Gerencia de Urbanismo y que en tres meses, con presupuesto de 35.532 euros, recuperará el altar con un aspecto lo más parecido posible al que tuvo en 1801, cuando se construyó en sustitución de otro anterior que había sido vandalizado. El proyecto ha sido redactado por la arquitecta Rosa Lara y el arqueólogo Juan Murillo.

La empresa sevillana Dédalo Bienes Culturales SL ha sido la adjudicataria del concurso convocado por el Ayuntamiento y uno de sus restauradores, José León, ha desvelado  diversos secretos que encierra el retablo, con los que se ha encontrado en el proceso de documentación para este trabajo.

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Aspecto del retablo de la calle Lineros a principios del siglo XX. /Foto: LVC

El más importante de todos ellos es que, como ha explicado, «nos ha llegado casi de milagro». En sus dos siglos de existencia ha sufrido avatares de todo tipo, como salvarse, gracias a la intervención del historiador Modesto Lafuente, de la destrucción que se acometió en 1841 con los numerosos altares que estaban repartidos por la ciudad.

En mayo de 1931, al mes de proclamarse la segunda república, fue destruido, perdiéndose numerosos elementos, como los lienzos. José León ha añadido que en esta misma década «se plantea por la propiedad de la vivienda la apertura de una puerta» en el centro del retablo.

En esta trayectoria, las restauraciones no han sido muy benéficas tanto por los materiales utilizados como por la alteración de la fisonomía del retablo. Debido al abandono en que se encontraba, Rafael Romero de Torres Pellicer, hijo del pintor, realiza en 1925 unos nuevos lienzos debido al deterioro de los originales y que serían los destruidos en 1931. Pero fue su tío Enrique Romero de Torres el inspirador de la restauración y el que idea la marmorización del retablo, en sustitución de una policromía más sobria, más acorde con su traza neoclásica, y que es la que ahora se quiere recuperar.

Otro detalle descubierto por José León es que la parte inferior del retablo se modificó en la restauración que se hizo en 1937 y se elevaron las ménsulas inferiores y las bases de las cuatro columnas que enmarcan los lienzos San Rafael y de los Santos Acisclo y Victoria. Esta actuación se hizo con piedra artificial que se fijó a la pared con unas grapas de hierro que con el paso del tiempo se han oxidado y dilatado provocando la fractura tanto de la piedra como del revoco usado, que fue cemento.

Por último, en 1997 intervino la Escuela Taller de la Diputación Provincial, que intensificó los tonos de los falsos mármoles, alejándose aún más de la estampa que conocieron los cordobeses de este retablo en 1801.