Cervantes, una vida entre la lucha y la escritura


El oratorio de San Felipe Neri acoge una exposición sobre la vida militar y literaria del escritor más internacional de España

Miguel de Cervantes Saavedra fue un hombre de su siglo, estrechamente ligado a la época que le tocó vivir y, como todos los antepasados, pertenece a la Historia de España de la Humanidad. No nos sería posible conocer al hombre sin enmarcarlo en su contexto histórico, entender sus inquietudes y esperanzas sin al menos intuir el horizonte vital en el que transcurrió su existencia. Además de Cervantes queda su palabra escrita, una idea de ser fácilmente escudriñable a través de sus obras. Y han sido éstas las que han otorgado fama imperecedera a su autor, en especial su clásico Don Quijote de la Mancha. Precisamente, este es el objetivo de la exposición del oratorio de San Felipe Neri, Soldado de la infantería española, descubrir la vida del escritor más internacional de nuestro país a través de su contexto histórico, su vida, sus luchas y su escritura. Qué mejor forma que conocer esta historia a través de la narración de su protagonista, Miguel de Cervantes Saavedra.

‘Cervantes, soldado de la Infantería Española’. /Foto: LVC

Los primeros años de Cervantes. Que trata de la condición y tempranas andanzas del protagonista por esos mundos. 
«Yo, según la buena suerte quiso, nací en España, en una de las mejores provincias de ella. Corría el otoño de 1547 cuando fui bautizado, el 9 de octubre para ser exactos, en la iglesia de SantaMaría la Mayor de Alcalá de Henares. Seis meses antes, el rayo y la guerra, nuestro emperador Carlos V, de felice memoria, había batido a los rebeldes protestantes en Mühlberg, en el corazón de Alemania. Encháronme al mundo padres medianamente pobres, aunque, como todos los padres, trataron de criarme como ricos. Mi padre Rodrigo era cirujano, pero no como los que hoy conocéis. Hacía poco más que practicar las sangrías a los enfermos y extraer alguna muela de tarde en tarde. En cuanto a mi madre, Leonor era hija de una familia más acomodada y heredó algunas tierras en Arganda…»
Cervantes Soldado. De cómo acabó el protagonista sirviendo bajo las banderas de su monarca en tierras italianas. 
‘Cervantes, soldado de la Infantería Española’. /Foto: LVC

«La persecución de la justicia me arrancó de mi patria; que, cuando sale por fuerza della, antes se puede llamar arrancada que salida. Fuíme a Italia, al servicio de un príncipe de la Iglesia. Pero yo más quería tener por amo y por señor al rey, y servirle en la guerra, que no a cualquier pelón en la corte. Quizá te preguntes la razón. Pues bien: es de mi opinión que no hay otra cosa en la tierra más honrada ni de más provecho que servir a Dios, primeramente, y luego a su rey y señor natural, especialmente en el ejercito de las armas; que, puesto que han fundado más mayorazgos las letras que las armas, todavía llena un no sé qué los de las armas a los de las letras, con un sí sé qué de esplendor que se haya en ellos, que los aventaja a todos (…) En verano de 1571 me reuní con mi hermano Rodrigo en Nápoles, dentro de la compañía de un famoso capitán de Guadalajara llamado Diego de Urbina. Milité bajo su bandera, alcancé nombre de buen soldado, honorándome mis jefes, tuve amigos, y sobre todo, aprendí a ser liberal y bien criado, que esas virtudes se aprenden en la escuela del Marte cristiano».
Lepanto: La más alta ocasión. Donde el protagonista cuenta cómo se ponían a brazos sobre una galera y las heridas que recibió en dicha jornada.  
‘Cervantes, soldado de la Infantería Española’. /Foto: LVC

«Imaginad por un momento el embestirse dos galeras por las proas en mitad del mar espacioso, las cuales enclavijadas y trabadas no le queda al soldado más espacio del que concede dos pies de tabla del espolón; y con todo esto, viendo que tiene delante de sí tantos ministros de la muerte que le amenazan cuantos cañones de artillería se asestan de la parte contraria, que no distan de su cuerpo una lanza, y viendo que al primer descuido de los pies iría a visitar los profundos senos de Neptuno, y con todo esto, con intrépido corazón, llevado de la honra que le incita, se pone a ser blanco de tanta encabucería y procura pasar por tan estrecho paso al bajel contrario. Y lo que más es de admirar; que apenas uno ha caído donde ser podrá levantar hasta el fin del mundo, cuando otro ocupa su mismo lugar; y si este también cae al mar, que como enemigo lo aguarda, otro y otro le sucede, sin dar tiempo al tiempo de sus muertes, valentía y atrevimiento el mayor que se puede hallar en todos los trances de la guerra.  Sí, tuve una humilde parte en la victoria de Lepanto, si bien perdí el uso de la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque fue fea, la tengo por hermosa, pues la que el soldado muestra en el rostro y en los pechos, estrellas que son que guían a los demás al cielo de la honra, y al de desear la justa alabanza…»
Cervantes cautivo. Donde el protagonista nos habla de los sucesos de su cautiverio. 
‘Cervantes, soldado de la Infantería Española’. /Foto: LVC

«Imaginad ahora que, tras varios años sirviendo de soldado, cuando regresaba a España, para recibir, quizá, un cargo de mayor responsabilidad, a bordo de la galera Sol, que más bien podría haberse llamado Tinieblas, cuando como digo ya veíamos mi hermano y yo tierra catalana, las levantadas ondas hicieron de nuestra nave fácil presa del codicioso argelino, que con furor bélico armado nos acometieron (…) Vedme ahora llegar a Argel, tierra tan nombrada en el mundo, que en su seno tantos piratas cubría,acogía y cerraba. No pude al llanto detener el freno, aunque en tales tiempos es perdido, pues si llorando el cielo se ablandara, le hubieran mis lágrimas conmovido. Estuve más de cinco años cautivo, donde aprendí a tener paciencia en las adversidades (…) Cuatro intentos de fuga protagonicé, la fortuna me fue esquiva, hasta que andando los tiempos, Fray Juan Gil, padre trinitario, me rescató en septiembre de 1580. Al fin me vi de nuevo libre, de camino para España (…) ¡Oh España, patria querida!».
Cervantes escritor Que trata de la faceta más conocida del protagonista y la que le otorgó fama imperecedera.
‘Cervantes, soldado de la Infantería Española’. /Foto: LVC

«Yo, que siempre me afané y me desvelé por parecer que tengo de poeta la gracia que no quiso el cielo, y puedo alegar la inclinación de la poesía he siempre tenido, no creo que se me recuerde por mis versos, a pesar de escribir en tercetos el Viaje al Parnaso. Compuse muchas comedias, como fueron Los tratos de Argel, La Numancia o La Batalla Naval, pero la que yo más estimo es una llamada La Confusa, la cual bien puede tener lugar señalado por buena entre las mejores de capa y espada (…) Mejor suerte me depararon mis novelas, que fui el primero que novelé en lengua castellana; que las muchas que en ellas andaban impresas, todas eran traducciones de lenguas extranjeras: las mías eran propias, no imitadas y hurtadas; mi ingenio las engendró y las parió mi pluma, y fueron creciendo en los brazos de la estampa. Yo fui el autor de La Galeta y de Don Quijote de la Mancha…»
El adiós del soldado-escritor. De cómo llegó al fin de sus días, habló de la vida y se despidió de todo y de todos.
«Oh memoria, enemiga mortal de mi descanso! La vida se me pasó en un instante, ya sólo me queda el recuerdo del pasado, fantasmas que perturban mi sueño. Porque en la vida todos deseamos, pero a ninguno se nos cumplen los deseos: condición de la naturaleza, a la que siempre hallamos falta, y siempre la veremos así mientras no dejamos de desear. Por eso, confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades. Y encomiéndate a Dios de todo corazón, que muchas veces suele llover sus misericordias en el tiempo que están más secas las esperanzas (…) ¡Adiós, gracias, adiós, donaires, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida!»