Calamarismo de modo correcto


El argentino Andrés Calamaro ofrece un concierto en Córdoba dentro del 41º Festival de la Guitarra con varios rescates emocionales y éxitos indiscutibles

Andrés Calamaro / Foto: Samira Ouf
Andrés Calamaro / Foto: Samira Ouf

Llegaba el mito Calamaro al escenario del Teatro de la Axerquía como uno de los platos fuertes del Festival de la Guitarra y podríamos decir que no defraudó, pero la verdad es que un poquito sí que lo hizo. Quizá -para los que nos somos particularmente fans del argentino- porque una cosa es un concierto y otra cosa interpretar, en ocasiones con cierto desdén, una colección de canciones que la mayoría de las veces son éxitos inapelables y seguros ejecutados a tiro fijo.

Es difícil montar un set list para los artistas de larga trayectoria: buscar un equilibrio entre lo nuevo – si lo hay, que no es el caso- lo relativamente añejo y los éxitos rotundos que todo fan canta a voces en la ducha. Temas  que no de forma necesaria deben coincidir con el gusto del artista, que en muchas ocasiones siente hartazgo por canciones repetidas concierto a concierto durante años y que ya no considera suyas.

Unos minutos pasados sobre las 22:30 subía al escenario Andrés Calamaro con la banda que le acompaña en esta gira (Julian Kanesvky, guitarra; Mariano Hernán, bajo; German Weidemer, teclados, y Martin Bruhn, batería) y Calamaro, el mito, inició el espectáculo con ‘Bohemio’, declaración de principios y de intenciones, y la canción que Julio Iglesias interpreta con el autor en “Dios los cría”, el álbum de duetos que Calamaro se marcó el pasado año como manera de sacar un ‘Grandes éxitos’ pero tuneado. Le seguiría ‘Cuando no estás’ y ya se empezaba a sospechar cierto acomodo a un mismo larga duración (‘Bohemia,’ de 2014, en este caso) y la apuesta segura a las canciones que todo el mundo celebra y corea. ‘Verdades afiladas’ supuso otro guiño a esa apuesta y la única presencia de ‘Cargar la suerte’, el trabajo de 2018 que nos trajo de nuevo a un Calamaro más eléctrico. Pero solo fue un aperitivo, porque el plato fuerte a lo largo de todo el concierto sería ‘Alta suciedad’(1997), que apareció por primera vez con ‘Crímenes perfectos’, una de esas baladas intensitas que suelen celebrar los calamaristas.

Maradona, en el recuerdo calamarista / Foto: LVC

Quedaba inaugurado el tramo de los medios tiempos con ‘Me arde’,  ‘All you need’ y la ‘Media Verónica’, para levantarse un poco con los ‘Rehenes’  y  aterrizar con una versión muy jazzística de esa preciosa bossa nova que es ‘Los aviones’. Si esa es una de las piezas más celebradas de ‘Honestidad brutal’ (1999)no lo es menos ‘Maradona’, que sonó como el timbre de un despertador para los que ya comenzaran a bostezar. Había que mantenerlos despiertos para ‘Espérame en el cielo’– siempre hablamos de los calamaristas consortes- y la gran ‘Estadio Azteca’. En ese momento el concierto se había convertido en una extraña sucesión de canciones que sí, que cantamos todos y que incluso bailamos agarrados, pero sin dar la impresión compacta de estar dentro de un mismo espectáculo. A Andrés Calamaro se le habían escapado algunos gallos y algún verso desafinado que sin duda, a Calamaro, el mito, no le hubiera ocurrido. La humanidad terrena tiene estas cosas. “Porque a mí como a todos se me olvida”, aclaró el vocalista con ‘Tuyo siempre’. Irrumpió a continuación una de las mejores canciones del argentino que en realidad es una composición de varios autores, entre ellos Jorge Drexler, y que interpreta C. Tangana en su álbum ‘El madrileño’: ‘Hong Kong’ se convirtió en una versión más rockera y canalla que la original, cosa que el respetable celebró. Como ya se les había enseñado la muleta, fue el momento de abrir la caja de Los Rodriguez y atacar con ‘Mi enfermedad’, que hizo botar de alegría a la peña. Se iniciaba de este modo una trilogía encadenada con ‘A los ojos’ y ‘Canal 69’, sin duda una de las mejores piezas de la historia del rock’n’roll argentino.

Ya puestos y acelerados, Calamaro nos regaló ‘El salmón’, y como un veterano prestidigitador nos remató con ‘Flaca’. En ese momento ya se perdona todo, claro, hasta en el fondo del placard, que fue donde la clavó el maestro con ‘Alta suciedad’. Quedaba un final calamarista por excelencia, con ‘Paloma’, que los de la pista de abajo celebraron con los brazos en alto mecidos por los acordes. “Quiero vivir dos veces/Para poder olvidarte/ Quiero llevarte conmigo/ Y no voy a ninguna parte”. Esa es la historia de muchos de nosotros y Calamaro, el mito y viejo zorro, lo sabe. Y se despidió hasta el bis.

Andrés Calamaro / Foto: Samira Ouf

En el remate, ‘Sin documentos’ y sin afinar. Risto Mejide no hubiera dado su aprobado. ‘Los chicos’, pieza inevitable para recordar a los que se fueron y como última canción de un concierto poco memorable, “De música ligera”, versión muy calamara del éxito de Soda Stereo, del inolvidable Gustavo Cerati.

No será este uno de los conciertos que pasen a la historia del Festival de la Guitarra, con unas 1.200 personas que dejaron muchos huecos en el recinto y un Calamaro, mito, que hizo lo justo para sus mitómanos. Todo muy correcto pero poco más. Hasta el pasodoble ‘Nerva’ se agradeció cuando Andrés Calamaro, el matador, dio unos capotazos sobre el escenario para su despedida del público cordobés.

Andrés Calamaro / Foto: Samira Ouf

Lo mejor, sin duda, es que un concierto de Calamaro es como volver al pueblo por Navidad: te acabas encontrando a todos los calamaristas transversales de la infancia y la adolescencia que hacía años que no veías. Solo por eso ya hay que estarle agradecidos.