Fermín Labarga dice que "las cofradías son la sangre que llega al corazón, que es la Catedral"


El conocimiento de las hermandades de este sacerdote riojano es muy amplio y, en las ocasiones que ha venido a Córdoba, ha mostrado un gran conocimiento sobre las cofradías de la Vera Cruz y Nazareno

Fermín Labarga es uno de los sacerdotes, a nivel nacional, con un conocimiento más profundo sobre los orígenes de las hermandades y cofradías. Licenciado en Historia, Periodismo y Teología, su tesis doctoral se titulaba Las Cofradías de la Vera Cruz en La Rioja. Historia y Espiritualidad. Profesor en la Universidad de Navarra en el departamento de Teología Histórica y delegado diocesano de Hermandades y Cofradías en la diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño, su vinculación tanto con Córdoba como con su provincia ha sido una constante durante las últimas décadas. Su análisis parte de la estudio histórico para ahondar en la situación actual de las corporaciones y su reflejo de la religiosidad popular.

Fermín Labarga
Fermín Labarga. /Foto: LVC

-Nos encontramos inmersos en el Año de la Misericordia ¿Cree que las hermandades son portadoras de la misericordia para llegar a esas periferias de los más sencillos, los más pobres, a otro tipo de periferias?
-No me cabe la menor duda. La labor social que realizan las hermandades aquí en Córdoba, en Andalucía y en el resto de España es impresionante. A veces, en la Iglesia seguimos al pie de la letra lo que dice el Señor, “que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu mano derecha. Y sucede con las cofradías que solo se refleja lo más vistoso, que es su estación de penitencia, pero a lo largo del año hay todo un desarrollo de actos que tienen que ver con el ejercicio de las obras de misericordia, que son un tesoro para la vida de las hermandades y de la Iglesia en su conjunto.
-Su tesis doctoral versa sobre las cofradías de la Vera Cruz en La Rioja ¿Cuál es la importancia de estas hermandades en el movimiento cofrade y para la religiosidad popular?
-Tremenda. En realidad, son las primeras hermandades de penitencia que aparecen en el siglo XVI, como las primeras para tributar culto a la cruz en Semana Santa y que los cofrades mediten en la pasión de Cristo y se unan a los dolores de la misma, normalmente, mediante el ejercicio de la disciplina. Las cofradías de la Vera Cruz han impulsado, desde el principio, las procesiones y son muy importantes porque la cruz es el símbolo fundamental del cristianismo ya que, durante los primeros siglos, no se utilizaba la cruz porque era un signo de ignominia. Poco a poco, se va transformando en un símbolo de la realeza de Cristo. Podemos recordar la pregunta del catecismo, cuál es la señal del cristiano. Es la Santa Cruz. Sin ella no hay vida cristiana, ni hay redención y, por tanto, el cofrade al darse cuenta de la centralidad de ésta tiene que percatarse de que él tiene que llevar la cruz cada día, como dice el Señor. El cofrade tiene que tomar esas palabras al pie de la letra y en la procesión se ve de una manera evidente porque son los que forman el cortejo de Cristo. Y hay que ayudar a los demás a llevarla puesto que los que son hermanos, son a la vez cirineos, los unos de los otros.
-Dentro de esa perspectiva, en ocasiones, se otorga más importancia en las cofradías a los costaleros, por ejemplo, y queda en segundo plano el hermano de luz ¿Hay una carencia en las hermandades a la hora de saber cuál es el papel del nazareno?
-La procesión es un símbolo de la vida cristiana. Vamos siguiendo a Cristo y acompañando a María. Bajo el antifaz se tienen pensar y clarificar muchos aspectos y preguntarse, por ejemplo, ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué significa esta estación de penitencia? ¿Esto me sirve para estar más cerca de Cristo y para mi propia conversión? Todas esas preguntas tienen que ser importantes. Ciertamente es muy vistoso lo de los costaleros, pero, en sus orígenes, los pasos eran muy pequeñitos y no requerían de mucha gente para llevarlos porque, en realidad, lo importante es lo que va encima, la imagen de Cristo. Los que van debajo a lo que contribuyen es que a la gente que está en la calle se dé cuenta de que el centro está ahí, en Cristo. Y es una gran catequesis, en ese sentido.
-Junto a las hermandades de la Vera Cruz, poco después, nacen las de Jesús Nazareno que, en Córdoba y su provincia, es tan importante. Recientemente dirigió un congreso en Puente Genil y ya se han presentado las actas.
-Puente Genil es una villa eminentemente nazarena y este congreso se refirió a la relación existente entre las representaciones bíblicas y la Semana Santa, sirviéndonos también para estudiar cómo nuestras procesiones tienen mucha relación con el primitivo teatro religioso. Y es que si tenemos que hablar de una provincia nazarena en España, ésa es la de Córdoba.
-Decía, el por entonces obispo de Córdoba, Juan José Asenjo, que la religiosidad popular es el humus que ha impedido la secularización en Andalucía ¿Cómo valora la importancia de la misma en este sentido?
-Todas las personas que conozco de otros ámbitos, incluso obispos, de Francia o Alemania, por ejemplo, me dicen siempre, “ahí tenéis un tesoro, que nosotros no tenemos, que es la piedad popular”. No hablo solo de la Semana Santa, sino la Navidad cuando ponemos el nacimiento en casa, la devoción a la Virgen, las romerías. Todo eso ha mantenido en el pueblo español ese humus, efectivamente está muy bien expresado, en el que se conserva la fe católica. Quiere decir que tenemos un tesoro que hay que cuidar y no podemos malvender, aunque a veces se ha hecho. La piedad popular, además de conservar, tiene también una función evangelizadora. Cuántas personas han aprendido desde pequeños qué significa el misterio de la encarnación porque en sus casas se montaba nacimientos, aunque en principio pueda parecer un acto trivial. Ese primer acercamiento la piedad popular lo puede ofrecer, pero no nos podemos quedar ahí. En un mundo tan especializado tenemos que conocer más y mejor, por lo que las hermandades pueden ser un buen cauce para la formación.
-En su competencia como delegado diocesano de hermandades y cofradías ¿Cuáles son las carencias que detecta?
-Hace poco publiqué un artículo en Vía Nueva, que se titulaba Luces y sombras de las cofradías. Si tuviera que hablar de esos aspectos más oscuros, hay un déficit que percibo de falta de identificación eclesial. En ocasiones, falla el sabernos Iglesia. Si las cofradías no son ni se sienten Iglesia van a acabar no siendo nada. Es el mejor camino para desaparecer.
-¿Cuáles serían los retos, las oportunidades que, en este siglo, tienen ante sí las hermandades?
-Los de la Iglesia en general. Hablo por mi diócesis, que serían la identificación eclesial y la evangelización, que se puede realizar tanto en la estación de penitencia como en actividades formativas, caritativas y asistenciales. Seguir en esa línea es el reto que tenemos por delante, aunque muchas hermandades ya lo tienen muy desarrollado. Todo lo que tiene ver con lo externo sale muy bien, el esplendor del culto es bueno en sí mismo, pero tiene que ir acompañado de formación, compromiso evangélico, dimensión caritativa, que también realizan las hermandades.
-Hay una percepción de orfandad por parte de algunos cofrades, tanto en Córdoba como en otros lugares, con respecto a algunos estamentos eclesiales.
-Eso me lo han dicho en muchos sitios. No les falta razón, en algunos casos. Puedo entonar el mea culpa y poner el ejemplo de algún cura que me dice que le hace falta la cofradía para tener catequistas, por ejemplo. Y le digo, tú cuánto tiempo les dedicas, crees que un huerto sin cultivar te da frutos. Hay que ser serios en todos los aspectos. Las hermandades son un campo pastoral, como otros tantos que hay en la Iglesia, y requieren de un tiempo de acompañamiento y dedicación. La Iglesia, como no puede ser de otra manera, acoge a las cofradías porque nacieron de su seno y son parte de ella. Las acompaña, las anima y les da las gracias por su labor, pero hay casos en que hay que reconducirlas porque en las juntas de gobierno aparecen personajes que no tienen muy claro de lo que forman parte. San Juan Pablo II lo dijo de una manera preciosa en el Rocío, a veces se nos pega el polvo del camino.
-Imagino que, tanto en ésta como en otras ocasiones, habrá visitado la Catedral de Córdoba y sabrá del interés de las hermandades en venir al templo ¿Cómo lo valora?
-En el fondo, que las hermandades vengan a la Catedral de Córdoba, esta maravilla que se ha conservado gracias a la Iglesia, las convierte en su estación de penitencia yendo hacia el templo en la sangre que llega al corazón. Para purificarse, la sangre necesita ir al corazón y, quizá, ir a la Catedral a las hermandades les sirva para ser más conscientes de su pertenencia eclesial.