Andrés de las Roelas, luz de san Rafael


A continuación les reproducimos el artículo realizado por Antonio Jesús Rodríguez Castilla

Antonio Jesús Rodríguez Castilla./Foto: LVC
Antonio Jesús Rodríguez Castilla./Foto: LVC

El 7 de mayo de 1578 el arcángel san Rafael se manifestó ante el sacerdote Andrés de las Roelas, diciéndole: “Yo te juro, por Jesucristo crucificado, que soy Rafael, ángel a quien Dios tiene puesto por guarda de ésta ciudad”. Esta aparición y las palabras dichas en ese día por san Rafael provocaron dos de los hechos más trascendentales para la Iglesia de Córdoba. De un lado, la identificación de los huesos hallados unos años antes en la iglesia de San Pedro, como los restos de los mártires de Córdoba. Por otro, el reconocimiento del santo arcángel celestial como custodio y eterno protector de nuestra ciudad.

Córdoba ha olvidado esta fecha de siete de mayo en su frenético mayo festivo. Antaño, día de fiesta y celebraciones solemnes y taurinas, hoy este acontecimiento tan solo es recordado por una calle del barrio de Ciudad Jardín, sin que muchos de sus vecinos conozcan la razón por la que este día merece un espacio en el callejero y en el recuerdo de nuestra ciudad.

Si olvidada está la fecha de la aparición y revelación de san Rafael como custodio de Córdoba,  más relegada está la figura del presbítero que sirvió de instrumento del Señor. Poco se sabe del venerable padre Andrés de las Roelas, sacerdote que fue elegido para uno de los hechos religiosos más importantes de nuestra ciudad. La intención de este artículo es ayudar a rescatar de la memoria al padre Roelas, recopilando algunos datos de su vida y confiando que el tiempo permita devolverle algo de lo mucho que nos regaló.

Antonio Jesús Rodríguez Castilla.

Dos son los documentos fundamentales para conocer al presbítero Andrés de las Roelas. Por un lado Las apariciones que tuvo el venerable presbítero Andrés de las Roelas, escritas por Juan del Pino para  el proceso que tuvo lugar en el Concilio de Toledo y por el que fueron reconocidas como tales, las reliquias de los santos mártires de Córdoba. En este primer escrito se relatan las revelaciones del arcángel san Rafael a este sacerdote entre 1577 y 1578. Por otro lado disponemos el último de los dos testamentos otorgados por el padre Roelas. 

Todos los autores consultados coinciden que el año de nacimiento de Andrés de las Roelas fue el de 1525. A partir de aquí se crea una primera duda sobre su lugar de nacimiento. Muchos autores indican que nuestro protagonista nació en Córdoba, en la calle Lisones (ahora Roelas) de la collación de San Lorenzo. Este opinión se basa en el propio documento de Las apariciones, donde se indica que Andrés de las Roelas era natural de Córdoba. Sin embargo, en el testamento otorgado en 1587 dice que es vecino de la villa de Las Posadas, estando al momento del otorgamiento en la ciudad de Córdoba.

Sea como fuere, el origen familiar en este pueblo cordobés es claro si se lee el testamento que está trascrito en el libro San Rafael en Córdoba (1899) escrito por Enrique Redel. Allí se puede observar como el padre Roelas es propietario a la fecha de testar de una serie de tierras y bienes en el término de Posadas y en sierra de Hornachuelos. Junto a ello, manda misas rezadas en el monasterio de Nuestra Señora de Gracia, de la Orden de San Basilio, en Posadas, del que sus padres son patrones y allí se encuentran sepultados.

Procede ahora hacer alguna indicación sobre la familia de las Roelas. En el libro de Pedro Díaz de Rivas, El arcángel san Rafael, particular custodio de la ciudad de Córdoba (1681), se indica que Andrés era hijo de Gerónimo de las Roelas y nieto de García de las Roelas, apellido de linaje noble, que lo fue siempre de Córdoba y con origen en la ciudad de Toledo. Enrique Redel en el libro antes referido y Gerónimo Vilches, en su libro sobre san Rafael (Triunfo angélico del celeste príncipe poderoso protector y glorioso de la ciudad de Córdoba, 1781), también resaltan la pertenencia a un noble linaje de la familia de las Roelas, refiriendo Sánchez de Feria en su libro Palestra Sagrada (1772) ser un apellido claro en nobleza y virtud.

Por otro lado, el último de los testamentos del presbítero cordobés nos refiere los nombres de  hermanos y sobrinos, beneficiando con sus disposiciones por muerte a su hermana Francisca y a sus sobrinos María, Luis y Andrea,  hijos de su hermano García de las Roelas, casado con María de Armenta. Nada he podido encontrar hasta ahora sobre la madre del sacerdote cordobés. Además de estos familiares, también se menciona a un tío fraile Benito.

Poco he podido encontrar sobre los primeros años de la vida del venerable sacerdote cordobés. El relato escrito de Las apariciones del arcángel san Rafael se inicia indicando que dos ayos, que sucesivamente tuvo Andrés de las Roelas en su niñez, le “acostumbraban a llevar por la iglesia de San Pedro de Córdoba, mandándole que hiciesen oración hacia su torre, pues allí estaban enterrados ciertos mártires”. De este dato se deduce que Córdoba capital estuvo presente en su infancia. 

Adentrándonos en su vida, se conoce su lugar de residencia en nuestra ciudad. La actual iglesia del Juramento de San Rafael está construida sobre las casas del sacerdote cordobés, manteniéndose en la actualidad el nombre de calle Roelas en la parte trasera del mencionado templo. Cuenta Enrique Redel en el ya citado libro sobre san Rafael, que la sacristía de la iglesia estaba situada en la anterior cocina de la casa del presbítero, existiendo allí un pozo en cuyo fondo se halló en 1685 una Virgen. Esta tradición considera que la imagen hallada había pertenecido al sacerdote cordobés, siendo venerada desde entonces con la advocación de la Virgen del Pozo.

Andrés de las Roelas no sólo vivió en la ciudad de Córdoba. Cuando Juan del Pino escribió Las apariciones de boca del venerable padre, se describen las dudas que en un principio tuvo éste sobre el origen y fin de las mismas. Es en ese momento cuando le recomiendan consultar con teólogos de la ciudad, a lo que el padre Roelas responde que no conoce a quien dirigirse pues “no ha estado en Córdoba”. 

¿Dónde había estado el padre Roelas? De nuevo la información se difumina.  Sin haber podido confirmar la información, se puede leer en distintas páginas del Ayuntamiento y turismo de Posadas, una leyenda que cuenta cómo un leñador encontró en el pago de Torilejo de Posadas, perteneciente a la familia de las Roelas,  la imagen de una Virgen de mediana estatura y hecha de alabastro, oculta en una encina. Iniciándose el culto bajo la advocación de Santa María de Gracia, este hecho provocó que el sacerdote Andrés de las Roelas le dedicase vida eremítica en el pago propiedad de sus padres.

Es necesario seguir investigando sobre la anterior información, pero lo que sí está documentado son los datos sobre la constitución de un monasterio en el citado pago de Torilejo. José María García Benavides en su libro Las pequeñas historias de Posadas, año 1983, refiere cómo los padres de Andrés de las Roelas facilitan la fundación de un cenobio de frailes basilios, cediendo el cortijo del Blanquillo en el pago serrano de Torilejo de Posadas. Todo se data con posterioridad a 1561 (año de la constitución de la provincia basiliana en Andalucía). Tras pasar varios años en este cenobio, el monasterio se traslada a la localidad de Posadas, convirtiéndose en el convento de San Basilio el Magno bajo la advocación de santa María de Gracia, siendo la familia de las Roelas la que facilitó este monasterio, donando distintas propiedades. La relación de estos monjes con la familia Roelas se confirma con los datos  hallados en el testamento del sacerdote cordobés.

Con posterioridad a las revelaciones (años 1577 y 1578), de nuevo el presbítero cordobés aparece fuera de Córdoba, otorgando un primer testamento en la Corte y Villa de Madrid en el año 1582. Interesante relato aparece en su segundo testamento (1586), donde se refiere la merced que le hizo su majestad Felipe II, otorgándole en una cédula de 1583 un uno por ciento de un negocio por cierto aviso que le dio. Junto a ello se hace referencia a los gastos que le produjeron su estancia en Madrid, elementos que confirman este hecho y su relación, al menos epistolar, con la Corte Real.

Nos adentramos ahora en la persona de Andrés de las Roelas. ¿Qué virtudes atesoraba para ser elegido como heraldo de san Rafael? Libros ya mencionados como los de Díaz de Rivas o el de Gerónimo Vilches hacen un relato destacado de los méritos personales de nuestro sacerdote, indicando el segundo de ellos que Andrés de las Roelas era “muy recogido, virtuoso, modelo en todas sus palabras y concentración de muchas virtudes  y prudencia, muy devoto de las cosas sagradas”.  Hay que entender que estos autores no son coetáneos al presbítero cordobés, por lo que las afirmaciones sobre sus virtudes pueden ser discutidas. Sin embargo, sí hay datos que permiten reconocer de su pobreza de espíritu. Al mandar sobre su enterramiento en su testamento, dispone que sea enterrado de noche por cuatro hombres, “sin clérigos, ni sin hacer gasto ni pompa ninguna, sino con la moderación que tengo declarado porque esta es mi voluntad”. 

Entre los amigos del padre de las Roelas destaca el también sacerdote Juan del Pino. Definido por Enrique Redel como “amigo íntimo” de nuestro protagonista, afirma Redel que el sacerdote Juan del Pino “nunca permitió que le diesen estipendio por la misa que diariamente celebraba en la capilla de los Mártires de San Pedro”.  En el mismo libro se trascribe un texto del Flos sanctorum (1615) de Martín de Roa en el que califica al sacerdote del Pino como sacerdote apostólico de puras costumbres y vida ejemplar. “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Sánchez de Feria en su Palestra Sagrada (1772)  también identifica como amigo del padre de las Roelas a Pedro Fernández Valenzuela, fundador del hospital de San Bartolomé de Puerta Nueva. Con quien no parece que acabó muy bien en vida fue con un tal Fernando Alid Esquibel, del que se sintió engañado según su testamento.

Otros datos destacables de este sacerdote son su especial devoción, además de por san Rafael, por santa Ana, san José y por la imagen de Nuestra Sra. de Gracia, de la que ya se ha hecho referencia. Igualmente significativo es su condición de beneficiario de una capellanía en el monasterio cordobés de Santa María de las Dueñas, siendo fundada por Isabel de Montemayor, sobrina de los Marqueses del Carpio, y por la que percibía una renta anual de 42.200 maravedíes. Su relación con su tío fraile Benito ayudó a su formación religiosa.

Para finalizar esta reseña del venerable presbíterio Andrés de las Roelas, cabe decir que todos los autores coinciden que el año de su muerte está fechado en 1587 y que en su testamento mandó ser enterrado en el monasterio de los padres Carmelitas Descalzos, situado en la actual iglesia de San Roque, y de encontrar la muerte en el pago de Torilejo de Posadas, en la capilla del monasterio de Santa María de Gracia, ya referido. Tampoco se conoce a ciencia cierta donde resultó enterrado, aunque tras investigaciones y obras realizadas años después en la iglesia de San Roque, se encontró una sepultura sin datos de su morador, que se ha identificado con la del padre Roelas.

No estaría completo este artículo sin una breve referencia al hecho más conocido de nuestro protagonista, que no es otro que las apariciones y revelación que le hizo el arcángel san Rafael. Todo ocurrió entre 1577 y 1578. Encontrándose gravemente enfermo oyó una voz que le dijo “sal al campo y tendrás salud”. Así lo hizo y saliendo de la ciudad por la puerta de Plasencia se encontró por el arroyo del Camello con cinco caballeros que identificó inicialmente con cortesanos o caballeros genoveses. Tales caballeros le indicaron que el sepulcro encontrado unos años antes en San Pedro (1575) contenía huesos de santos, a los que se les debía de tener mucha veneración puesto que vendrían a la ciudad muchas enfermedades y mediante ellos serían libres. Tras el encuentro Andrés de las Roelas resultó milagrosamente sanado. A este hecho sucedieron hasta cinco apariciones en casa del presbítero, todas a media noche, tras el rezo de maitines, en las que una figura espectral le requería que hiciera público lo manifestado por los cinco caballeros, que a la postre fueron identificados como los propios mártires de Córdoba. Dudando mucho de tales apariciones y requerimientos, sin saber si provenían del demonio, y tras varias consultas, unos jesuitas de la Compañía indicaron al padre Roelas que para claridad de lo acontecido, requiriera a la aparición sobre la identidad de los restos hallados. Fue en su última aparición, el siete de mayo de 1587, donde san Rafael se identificó y manifestó su juramento de custodia hacia la ciudad de Córdoba.

Poco más he podido recabar fuera de lo aquí resumido sobre el sacerdote Andrés de las Roelas, que sirvió de instrumento de Dios para dar a conocer la protección del arcángel san Rafael a la ciudad de Córdoba. Resulta necesario seguir estudiando a este personaje para darle el lugar que le corresponde en la historia de la religión de  esta ciudad. La memoria colectiva merece no olvidar a tan singular personaje, que abrió el camino a la devoción  y a la omnipresencia de san Rafael en Córdoba.

Antonio Jesús Rodríguez Castilla

Nacido en Córdoba en 1972 y criado a caballo entre Santaella y la capital cordobesa. Estudió Derecho en la Universidad de Córdoba y es juez de carrera desde el año 2001. Desde 2011 realiza su trabajo en el Juzgado de lo Social nº 3 de Córdoba. El año pasado (2019) inició su actividad literaria con un ensayo titulado En defensa de la tauromaquia, asumiendo una defensa razonada de una de sus pasiones. Amante de su tierra y del mundo cofrade, está interesado desde hace algún tiempo en la religiosidad de la Córdoba del siglo XVI, de la que Andrés de las Roelas formó parte.