Tradicional Mayo cordobés


Si hay algo por lo que se suele identificar a nuestra ciudad en otros lugares del territorio patrio, al margen de su casco histórico patrimonio de la humanidad y su Mezquita-Catedral, es el famoso mayo cordobés. Época del año que concentra buena parte de las celebraciones más enraizadas en la idiosincrasia local, todas ellas con el denominador común de festejar la eclosión de la primavera con colorido, alegría y flores.

Nos hallamos ya a las puertas de tan señalado mes en el calendario festivo. Y este año, quién sabe si por azares del destino o por causa del empeño de algún involuntario defensor del folclore local, parece que nos va a brindar la oportunidad de recuperar una arraigada tradición de estas fechas que parecía ya olvidada: la de alternar la fiesta y el baile con el sufrimiento y la incertidumbre de ver al Córdoba CF luchando por evitar el descenso a Segunda B.

Aunque la memoria es corta, y en esto del fútbol aún más, tampoco hay que retroceder tanto en el tiempo para encontrar los más recientes recuerdos de las angustias clasificatorias blanquiverdes en la categoría de plata, propias de este primaveral período. Obviando, por descontado –aunque resulte ciertamente difícil olvidarlo- el decepcionante devenir por la Primera División hace ahora dos años, culminado precisamente un 2 de mayo con un bochornoso 0-8 ante el FC Barcelona, que supuso el descenso matemático del equipo cordobesista.

Basta remontarse a 2009, año en el que el Córdoba CF inició su periplo liguero del festivo mes con una derrota en casa ante la hoy extinta UD Salamanca, que dejaba al cuadro blanquiverde en el decimoctavo puesto de la clasificación, último de los que dan derecho a la permanencia. Eso sí, con un colchón de cinco puntos sobre el descenso, que a ver quién es el hermoso que no lo firmaría ahora.

Pues hoy el equipo homónimo de nuestra ciudad se apresta a recuperar su costumbre ancestral de los mayos dolientes ocupando el mismo lugar en la tabla que entonces, si bien con 41 puntos, a sólo dos del despeñadero clasificatorio, y con la necesidad de sumar al menos nueve más para alcanzar la cifra de 50 que, teóricamente, asegura la salvación. Y con un calendario de festejos que no invita a los aficionados precisamente a la diversión, sino más bien al acongoje.

Para empezar, este próximo fin de semana, cuando las Cruces de Mayo inunden nuestras calles para despedir abril y recibir al mes de Córdoba por excelencia, los blanquiverdes afrontarán en El Arcángel una auténtica final –y doy fe de que en este caso el consabido topicazo futbolero resulta inevitable- ante el CD Mirandés, último clasificado que apura sus últimas opciones de evitar caer al pozo de la mal llamada categoría de bronce. Un partido en el que para los locales sólo vale ganar, por lo civil o lo penal, pues lo contrario dejaría el panorama para pocas fiestas.

Sin solución de continuidad y coincidiendo con el Festival de los Patios, orgulloso patrimonio inmaterial de la humanidad, el Córdoba CF deberá visitar primero el campo del Getafe CF, durísimo rival empeñado en la lucha por retornar a la máxima categoría que perdió el ejercicio pasado. Y después, recibir en casa al Reus Deportivo, equipo que para entonces puede haberse convertido, de pleno derecho y sin matices, en un competidor directo por la permanencia.

Por último, cuando se enciendan las luces de la Feria de Nuestra Señora de la Salud y antes de que el bullicioso y florido mayo cordobés baje su telón hasta el próximo año, el equipo blanquiverde tendrá que enfrentarse a otros dos complicados rivales que mantienen la pugna por defender las posiciones que hoy les clasificarían para las eliminatorias de ascenso a Primera. De inicio, visita al Cádiz CF, viejo conocido quizás con cuitas pendientes y que se ha convertido en una de las sorpresas de la temporada. Y como colofón, el Real Oviedo en el coliseo ribereño del Arenal. En uno de esos partidos desagradables para el aficionado, tanto por la dificultad sobrevenida del acceso al estadio, que obliga a sortear un intrincado laberinto de atracciones, caravanas y vallas, como por la chirriante fanfarria del “Ratón vacilón” y otros carricoches, cuyo derroche de decibelios, vertidos desde una cercanía que roza la intimidad, se mezclará inevitablemente con el aliento de la grada. Aprovecho para dedicar un cariñoso recuerdo a quien quiera que fuese el autor de la brillante ocurrencia de ubicar la feria alrededor de El Arcángel en plena temporada futbolística.

Cuando los ecos festivos de mayo ya sólo sean memoria del pasado, aún le restarán al Córdoba CF dos jornadas ligueras más para intentar hacer los deberes que no haya podido completar hasta entonces. Sin embargo, sería preferible evitar, en la medida de lo posible, los agobios de final de curso. Que eso, al fin y al cabo, es de malos estudiantes. Y que cuando nos salude el mes de junio, el cordobesismo pueda dedicarse, de lleno y con tranquilidad, a hacer balance de esta decepcionante temporada. Que no es poca cosa, visto lo visto.

Confiemos, pues, en que este tradicional mayo cordobés no nos deje una resaca deportiva que acabaríamos sin duda lamentando. Y ya que hablamos del mes de las flores, por qué no, también en que no se marchite por ahora la que, dicen los malintencionados, tiene alguien que yo me sé allá donde la espalda pierde su casto nombre.