Bellum iustu


La teoría de la guerra justa (bellum iustu) principia, en opinión de muchos autores, en uno de los padres de la filosofía del derecho, el romano Cicerón, quien mantenía que las guerras que comenzaban sin razón eran injustas, por contra a aquellas cuyo origen era rechazar a un enemigo o vengarse de él.

Sin duda que el covid-19 es un enemigo, y uno de los más temibles de la humanidad, y por tanto legitima no sólo la batalla para su rechazo, sino también la de su aniquilación, porque poca venganza cabe contra un enemigo tan cruel como dañino.

El virus muestra un comportamiento que bien podría calificarse de inteligente, y ante un enemigo de tales características, aunque meramente lo fueran metafóricas, es necesario desplegar como mínimo armas del mismo nivel táctico.

Se desconoce, pese a que se intuye, su filiación, pues chino de origen y de mutación del animal al hombre, no sabemos e intuyo que al menos el vulgo no nos enteraremos, si hubo o no actuación o manipulaciónn humana en su concepción.

Afecta a quien se pone en su camino, niños o mayores, hombres, mujeres, y se desconoce todavía si a las mascotas que conviven con el ser humano, o a otros animales, que pudieran ser vías de contagio.

No sabemos por qué razón a unos los convierte en meros transmisores sin patologías externas, y a otros sencillamente les produce síntomas no más graves que un resfriado común o una gripe leve.

Y desconocemos el por qué a determinadas personas, que  no responden a un patrón común, se las lleva por delante con más crueldad que el apuñalamiento por una bayoneta oxidada.

Seguimos sin tener claras las vías de contagio que, al margen de la respiración cercana y el contacto, un día son los metales, otro los teléfonos móviles, los bancos de un parque, el cartón o las teclas del terminal donde introducimos la clave de nuestra tarjeta de crédito y hemos de pulsar para el pago de nuestras compras.

Ignoramos el por qué determinados pacientes ya curados no generan la inmunidad que sería previsible, hasta el punto que vuelve a reproducirse en ellos la enfermedad.

Deseamos, pero aún no lo podemos asegurar, que el calor aletargue el bicho mientras se busca una cura en la que todos, todos los laboratorios del mundo y las mentes más brillantes de la medicina, la biología o la química, intentan descubrir un antivirus con el que poder atacar los síntomas, o bien una vacuna que resuelva definitivamente esta guerra.

Y es en ellos en quienes tenemos que confiar. El frente de esta guerra justa se libra en trincheras de probetas y microscopios, y nuestros soldados de élite seguro que conseguirán infiltrarse en las líneas enemigas y descubrir los secretos que finalmente nos darán la victoria.

Mientras tanto, y por desgracia, no tenemos un Churchill que, aun algo bebido, nos diga la verdad, por muy dura que ésta sea.

Imagino que más de un político, mundial o local, aspira a ser el primero en decir que hemos ganado no la batalla, sino la guerra, gracias a los esfuerzos de su gobierno. Pero dada la altura intelectual y moral que atesoran y transmiten, me temo que poco podemos esperar de ellos, salvo ese momento glorioso en que para su propio beneficio electoral consigan dar la noticia. Y aún así, sus días al frente del poder estarán contados, por aquello de que quien lidera una crisis acaba quemado por ella tanto si la soluciona como si no.

Pero mientras tanto, ¿qué me dicen de cómo recibimos las noticias? No sé en otros países de nuestro entorno europeo, pero aquí da pena, sencillamente pena ( y no lo digo pretendiendo ser sarcástico) ver al Sr. Simón día tras día ( que hasta lo sacaban desde su casa) en unas ruedas de prensa que han logrado cansar al común de los ciudadanos, pasando a un tercer plano, o más allá, del interés informativo. Cada vez más envejecido, que es lo normal por la tensión que llevará acumulada, a la par que la enfermedad, su imagen es de todo menos alentadora.

No discuto de su capacidad como científico y de su loable sacrificio personal y familiar en la gestión de esta crisis.Pero su sitio debiera estar en los laboratorios y en los centros de investigación, pues ahí están los talentos que recibió y de los que sin duda ha dado ejemplo en el mundo científico.

Y a las ruedas de prensa, que manden a cualquier otro, que lacayos tiene el régimen de sobra para quemarse.

La batalla real se libra, no nos olvidemos, en otro sitio, no en el panegírico de Iglesias y Sánchez. 

PDA: Protégenos bajo tus alas, San Rafael.