Miedo a que te llamen cofrade


cofrade
Manuel Monereo./Foto: Jesús Caparrós

Ser cofrade, para determinados sectores pretendidamente progues de esta ciudad, es equivalente, a aguantar con resignación las gracias de políticos y adalides de la izquierda. No vamos a usar el apellido anticlerical porque no dan ni para eso. Sencillamente es una pose. Algo que vende en los mítines y que sirve para desviar la atención sobre los verdaderos problemas.

Es algo que saben. Lo dominan y juegan con la respuesta (atónita o airada) del receptor del mensaje. Con suerte, si el tono es lo suficiente alto lo podrán llamar fascista y efecto conseguido. Da igual el contexto, que no venga al caso y, como el amigo Monereo (al mismo que le falta una ‘d’ para tener un apellido con más lustre entre la izquierda radical), en la clausura de unas jornadas, pretendidamente constitucionales, aproveche para soltar la arenga prometida contra la Semana Santa.

¡No hacía falta! ¿Y qué más da? Monereo (sin ‘d’) le tenía ganas a las procesiones y aprovechó que tenía a tres parroquianos más en su mitin que en un partido del Racing de Moratalaz, para dar su propia versión de los hechos ¿Qué tienen que ver las cofradías con la constitución? Al fin y al cabo que, como cualquier hijo de vecino, debe cumplirla. Ea, pues como la Carta Magna es heredada del régimen anterior, pues es un fascista ¿Absurdo? Desde luego, pero no más que meter a la Semana Santa en un alegato sobre un innecesario proceso constituyente.

El disparate es considerable, pero es el contexto social que nos ha tocado en suerte. Hay quien se atribuye apellidos pretendidamente musulmanes para campar como el Cid (aunque seguramente no le gustará el ejemplo) por las redes sociales. Las mismas donde otros u otras se atribuyen la ONG de la vida con vídeos de refugiados de cuarenta segundos, cargados de moral o de moralejas, que para dar lecciones solo hay que despeinarse, lucir título y colgar fotos con Martínez Ares.

Y así acaban llamándote talibán entre los que se ponen apellido musulmán y los que pontifican desde el ambón de la progresía. Hasta que te da miedo decir que eres cofrade… o no.